No resulta claro saber exactamente cuáles fueron las fuentes que inspiraron a Wagner su Tannhäuser. En un siglo que culturalmente tuvo una fuerte identidad con la Edad Media, el asunto del Minnesang y de los caballeros cantores fue ampliamente tratado en Alemania. Era buscar las raíces de una cultura propia y, en el caso del Minnesänger Tannhäuser, el tema invitaba a reflexionar sobre un dilema y una visión del amor que a prácticamente 600 años de distancia, reaparecía en la sociedad a través del arte y los hábitos sociales del Romanticismo. El tema en cuestión le permitía a Wagner ser tan alemán como profundamente humano.
El poema Tannhäuser - Eine Legende (1837), donde Heine aborda la leyenda con mordacidad, fue conocido por Wagner, lo mismo que un texto de 1521 sobre el mismo tema. En este y en el poema, el caballero, condenado por el papa Urbano IV por haberse dado al placer carnal durante siete años junto a la diosa Venus, decide regresar junto a ella, al Venusberg. Se conjetura que otra fuente puede haber sido una antología de leyendas turingias publicada por Ludwig Bechstein en 1835, donde aparece relacionada la historia de Tannhäuser con el certamen de caballeros cantores del castillo de Wartburg. Tampoco le debe haber sido extraño el relato Der Kampf der Sänger (El torneo de los cantores) de E. T. A. Hoffmann, cuyo personaje la Condesa Mathilde puede haberle inspirado a Elisabeth, la sobrina del Landgrave Hermann amada por Tannhäuser y Wolfram. En cambio se sabe que su amigo Samuel Lehrs le alcanzó un tomo de la Real Sociedad Alemana de Königsberg, de 1838, con un artículo titulado Über den Krieg von Wartburg (Sobre el certamen de Wartburg), seguro de gran utilidad (en ese artículo también aparece la leyenda de Lohengrin). Es importante que a esas alturas, como señala Dellin en su biografía, a Wagner se le abrió un nuevo mundo, que fue el de los mitos y los sueños de la realidad, del que tanto se nutrió a lo largo de la concepción de sus dramas musicales.
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