Comentario
Por Claudio Ratier
Después del estreno
Entre el 20 y el 23 de agosto tuvo lugar el segundo ciclo de representaciones. El entusiasmado Angelo Neumann intentó sin éxito llevar la
Tetralogía a Leipzig, porque Wagner aún no consentía que se diera fuera de Bayreuth. Pensaba darla nuevamente al año siguiente (lo que no sucedió) previo unos cuantos retoques y ajustes por considerarla imperfecta. Aún así el triunfo fue grande y pese a todas las cosas que no funcionaron y las incomprensiones, el público aplaudió la llegada de esa novedad que se presentaba al mundo para perdurar. La escritura de la
Tetralogía y la construcción y puesta en marcha de Bayreuth representan el más gigantesco esfuerzo individual realizado por un músico, al extremo que permite pensar si su triunfo no fue en realidad una victoria pírrica. A diez días de terminado el primer festival, Cosima observó que su marido estaba muy triste y con deseos manifiestos de morir. Más tarde, en noviembre, él mismo le contó a ella que su sentimiento dominante a lo largo del tercer y último ciclo se expresaba en las palabras “nunca más, nunca más”.
Una reposición en 1877 era imposible por el negativo saldo financiero de lo realizado, y Wagner se decepcionó profundamente. No poder volver a representar su obra con la revisión que él consideraba necesaria, hizo decirle a Cosima en 1878 que “todo fue falso”. Su sensación de vacío emocional debió haber sido muy dura y nos preguntamos: de haber sentido completamente logrado su objetivo ¿habría alcanzado un estado de satisfacción plena? Sentir que la obra está completamente acabada implica que no hay más nada que decir, no tener más esfuerzos ni búsquedas por realizar, y no debe existir cosa más desoladora para un creador que haber alcanzado la meta. Wagner nos demuestra que un logro tal no es posible y que esa meta no está en ninguna parte. El segundo Festival de Bayreuth recién tuvo lugar en 1882 con el estreno de
Parsifal, su última creación.