Comentario
Por Claudio Ratier
Desgracia
Janáček avanzaba en su labor, cuando una desgracia de dramáticas consecuencias irrumpió en la familia. En marzo de 1902 acompañó a su hija Olga a lo de un hermano asentado en la ciudad de San Petersburgo, por una invitación cuyo propósito fue que la joven mejorase su dominio del idioma ruso. Pero existía un motivo menos grato y acaso más urgente: era aconsejable sacarla de la ciudad de Hukvaldy para preservarla de la ira de un pretendiente despechado y deseoso de venganza. Ya instalada en la ciudad imperial, una cruel jugada de la fatalidad quiso que la joven contrajese el tifus e iniciase su calvario; a pesar de todo, Janáček concluyó el segundo acto de su ópera según su plan, el 22 de junio de 1902.
Avanzaba la escritura del tercer acto y hacia fines de julio Olga regresó a Hukvaldy en compañía de su madre. Si su salud tuvo momentos de mejoría gracias a los cuales se le permitió abandonar la ciudad de San Petersburgo, lo cierto es que de regreso al hogar empeoraba irreversiblemente. Destruido por el profundo dolor Janáček emprendía la recta final de la composición de
Jenůfa y, como más tarde declarara su esposa, fue su hija enferma el modelo para la joven protagonista.
Olga falleció el 26 de febrero de 1903 y su padre le dedicó la ópera. Semanas más tarde apuntó al final de su ejemplar de la obra de teatro, luego de concluir los últimos retoques: “18 de marzo de 1903, tercera semana después de la espantosa lucha mortal de mi pobre Olga. Terminada”.