Comentario
Por Claudio Ratier
Janáček
Del compositor moravo Leoš Janáček (Hukvaldy, Moravia, 3/7/1854 – Ostrava, Checoslovaquia, 12/8/1928) sabemos que fue hijo de un maestro de escuela, del que heredó una vocación por la enseñanza que desarrolló a lo largo de su vida en diferentes instituciones musicales de su país.
También fue allí, en su patria, donde recibió los primeros lineamientos de una formación musical que más tarde perfeccionó en Leipzig y en Viena. Dato digno de destacar, a poco de haber finalizado sus estudios en la capital del imperio austrohúngaro le tocó el honor de dirigir el estreno en Brno de
El Moldava, de su compatriota Bedřich Smetana (1880). Junto con este compositor y con Antonín Dvořák, Janáček completa una terna que otorgó entidad propia al acervo musical de su tierra.
En el plano personal, hacia 1877 conoció a su alumna particular Zdeňka Schulzová, por entonces de doce años e hija del director de la institución donde primero estudió y luego ejerció la docencia. Más tarde Zdeňka se convirtió en su esposa y en la madre de dos hijos fallecidos tempranamente: Vladimír y Olga. Las desgracias trajeron una crisis al matrimonio que se refleja en su ópera
Osud (Destino, 1904), la que a su vez sigue a la obra de la que en breve nos ocuparemos. Es que
Jenůfa constituye el primer gran logro artístico de la carrera de Janáček, conquistado recién a los 50 años de vida.
También en su período de madurez conoció el éxito internacional, debido en gran parte a la traducción de los textos de sus óperas al alemán por Max Brod: fuera del país de origen, cantar una ópera en checo era inconcebible. Esto colocó ante un enorme desafío a Brod, que en colaboración con el músico afrontó la difícil tarea de adaptar el texto en alemán a una música concebida sobre la prosodia de la lengua checa. También ayudó a la fama de Janáček el hecho de que el felizmente célebre amigo de Kafka, además de traducir los libretos de sus creaciones se convirtiese en su biógrafo
.
Casi todas las obras maestras de Janáček vieron la luz en sus últimos diez años de vida, período en el que compuso las óperas
Káťa Kabanová (1919/21),
Příhody lišky bystroušky (La zorrita astuta, 1921/23),
Věc Makropulos (El caso Makropulos, 1923/25) y
Z mrtvého domu (
De la casa de los muertos, 1927/28), los dos cuartetos para cuerdas (1923, 1928),
la Sinfonietta (1926) y la
Glagolská mše (
Misa Glagolítica, 1926).
El compositor falleció de un ataque cardíaco a los 74 años, en un hospital de Ostrava. Su música, de características tonales, abunda en elementos folclóricos y se distingue por un tratamiento de la armonía y del ritmo, y por una continuidad dramática y un tratamiento idiomático en el caso de la ópera, que la sitúan en la modernidad. En su evolución mucho tuvo que ver el desarrollo de su teoría de la melodía del habla, cuya práctica lo convirtió en uno de los más importantes compositores de música dramática de comienzos del siglo XX. Y es en
Jenůfa donde se advierte por primera vez el pasaje a los hechos de dicha teoría.