Comentario
Por Claudio Ratier
La Strepponi
Nacida en Lodi el 8 o el 9 de septiembre de 1815, provenía de una familia de músicos. Su madre fue Rosa Cornalba y su padre Feliciano Strepponi (1797-1832), compositor y organista. El progenitor cumplió con la función de
Maestro di Cappella en la Catedral de Monza y llegó a ser director del Teatro Grande de Trieste. Gracias a él, su primogénita Giuseppina ingresó al Conservatorio de Milán. Las primeras presentaciones de la soprano ante el público datan de 1834, cuando ofreció conciertos en esa ciudad al egresar del conservatorio, y en el Palazzo Modignani de Lodi. Al año siguiente firmó un contrato con la sala triestina, que su padre había dirigido hasta su muerte en 1832. Los primeros papeles allí fueron como protagonista de
Matilde di Shabran de Rossini, y como Giovanna Seymour en
Anna Bolena de Donizetti. Siguieron contratos en el Kärntnerthor de Viena, en Udine, Gorizia, Verona y Venecia. Atractiva, con una excelente formación musical y destacadas cualidades vocales, la realidad es que al momento de la llegada de
Nabucco llevaba cantando sin tregua 7 años. Con una situación personal complicada y con tres o cuatro embarazos en circunstancias adversas, jamás reposó debidamente y su físico comenzó a pasarle factura. Su salud daba alarmantes signos de deterioro, que como es de prever repercutían en sus facultades vocales. Durante los ensayos de
Nabucco se ausentó para cantar en Génova y estuvo al borde del colapso, al punto que los médicos le aconsejaron que descansase si no quería contraer tuberculosis. De todas formas decidió cumplir con su compromiso
scalìgero y, con altibajos, su actividad se extendió hasta 1846, año de su retiro definitivo. Se convirtió en la segunda esposa de Verdi hasta que la muerte la sorprendió en Sant’Agata, el 14 de noviembre de 1897.