Comentario
Por Claudio Ratier
Hacia el estreno
La partitura de
Nabucco estuvo terminada en el otoño de 1841. Durante el proceso Verdi hizo escuchar al piano lo que iba componiendo y entre sus oyentes tuvo a la
primadonna, ya retirada, Teresa Saporiti. Se trataba ni más ni menos que de la creadora del papel de Donna Anna en el estreno de
Don Giovanni en Praga (1787), que acogía placenteramente al maestro en sus veladas musicales, y con quien no es difícil imaginar que hayan intercambiado opiniones y consejos acerca del personaje de Abigaille, técnicamente uno de los más arduos de la producción verdiana por sus numerosas dificultades en cuanto a tesitura, con cambios súbitos de un extremo a otro del registro, expresión y empleo de la coloratura dramática (sin olvidar que el papel, alineado con las futuras Odabella y Lady Macbeth, exige una cantante-actriz de gran resistencia vocal e imponente presencia escénica).
El deseo de Verdi era que su tercera ópera se representase en la temporada de carnaval de 1841/1842. Cuando Merelli le dio las razones por las cuales Nabucco subiría a escena en la próxima estación, se opuso con vehemencia. No poder contar en la fecha contrapropuesta con cantantes como Giorgio Ronconi (Nabucco) y Giuseppina Strepponi (Abigaille) era razón suficiente para que el compositor insistiese en que el estreno debía ser inminente. Llegó a escribirle al empresario una dura carta de la que más tarde se arrepintió, pero gracias a la cual consiguió imponer su voluntad. Consternado por el tono agresivo Merelli accedió, pero le aclaró a su compositor que por razones presupuestarias debería arreglárselas con los trajes y decorados disponibles en los depósitos de la Scala. Probablemente hayan sido los empleados para el ballet de Cortesi, vaya a saber, pero de una manera u otra consta que fueron muy bien adaptados para las representaciones.
Sabemos gracias a una fuente muy confiable (una carta escrita a su padre el 26 de diciembre de 1841 por Giovannino Barezzi -cuñado de Verdi, que le hacía compañía por aquellos tiempos en su apartamento milanés), que cuando la Strepponi conoció la partitura de
Nabucco le dijo a Verdi: “Esta música me gusta y quiero hacerla como mi primera ópera de la temporada”, y luego le propuso ver a Ronconi, que después de examinar la ópera expresó al compositor: “Bien, esta noche hablaré con el empresario (Merelli) y le diré que no quiero hacer la ópera de Nini, sino que quiero cantar la suya.” (Citado por Mary Jane Phillips-Matz, op. cit., p. 168.) A estas alturas se impone dedicarle un párrafo a Giuseppina Strepponi..