Der Freischütz
Cada vez más fascinado por el universo romántico, Weber sintió impacto al leer el Gespensterbuch (Libro de fantasmas), de Apel y Laun, publicado en 1810. Inmediatamente quiso transformar sus impresiones en una ópera y los acercamientos a diversos libretistas resultaban infructuosos, hasta que conoció a Friedrich Kind en 1817. Este abogado y literato era el autor de una novela titulada Die Jagerbraut (La novia del cazador), cuyo tema estaba inspirado en el Gespensterbuch. El libreto fue escrito en diez días, pero el drama tardó tres años en completarse, pues la pieza fundacional de la ópera romántica requirió de mucha meditación y transformaciones antes de darse por terminada.
A diferencia de sus predecesores, Weber fue un organizador que trascendió el intento, el padre de una ópera nacional que proporcionó materia fundamental a Richard Wagner, la figura dominante de la ópera alemana durante el siglo XIX. Las influencias no solo pasaron por lo musical, unido a una visión estética, sino también por un tipo de temática caracterizada por los héroes y el amor redentor: en Der Freischütz, drama en el que no hay una sola escena amorosa en el sentido convencional, el amor ocupa un lugar central.
En su partitura convergen el Singspiel, el Melodram, las danzas alemanas, el Lied (ejemplo: canción de Caspar del primer acto) y un colorido orquestal en el que desempeña un papel preponderante la sonoridad de los cornos, propia de este primer romanticismo. Los Leitmotive que se identifican con los cazadores, Agathe, el ánimo de Max y las fuerzas del mal, son expuestos en la obertura. Junto a estos elementos germánicos aparecen herencias de las tradiciones italianas: Durch die Wälder, durch die Auen, la famosa intervención de Max del primer acto, estructurada en recitativo, aria, recitativo y finalmente allegro con fuoco ilustra este rasgo, lo mismo que el aria de Agathe del tercer acto, Und ob die Wolke, una cavatina (tipo de aria en dos secciones utilizada durante el primo ottocento hasta agotarla), y podemos seguir encontrando ejemplos. Weber opinaba que los alemanes eran capaces de tomar elementos foráneos para tratarlos con inusitada profundidad.
Para hablar sobre la música de Der Freischütz, démosle la palabra una vez más a su autor, según declaró a un crítico de apellido Lobe:
“(...) existen dos elementos principales que pueden observarse desde el primer momento: la vida del cazador y el dominio de los poderes demoníacos personificados en Samiel. Así que cuando compuse esta obra tuve que buscar unos coloridos tonales específicos que caracterizasen estos dos elementos; traté de reservar estos coloridos no solo para aquellas ocasiones en las que tales elementos son mencionados por el poeta, sino también para aquellos momentos del drama en los que pudiesen resultar efectivos. El color tonal adecuado para el bosque y los cazadores era fácil de encontrar de la mano de las trompas. La dificultad estaba sólo en encontrar nuevas melodías para ellas, simples y populares. Investigué el folclore y debo agradecer el éxito de la empresa a mi estudio sistemático. Ni siquiera me abstuve de utilizar alguna de aquellas melodías populares (...). Pero, a mi modo de ver, el aspecto más importante en este sentido es, en palabras del propio Max, mich umgarnen finstre Mächte (“me atrapan poderes oscuros”), ya que las melodías populares me ayudaron a comprender cuál debía ser el rasgo distintivo de la ópera en su conjunto. Tenía que conseguir que el oyente se acordase de esos “poderes oscuros” a través de unas melodías y un colorido tonal específico tantas veces como fuera posible (...). Pensé muchísimo cuál sería el color principal, el más adecuado, para expresar el elemento siniestro de la obra. Naturalmente tenía que ser una sonoridad oscura y tenebrosa: el registro bajo de los violines, violas y contrabajos, y especialmente el registro más bajo del clarinete, que se ajustaba a la maravilla de la representación de lo siniestro, y asimismo el sonido lastimero del fagot, las notas más graves de las trompas y el cavernoso registro de los timbales al ser golpeados uno tras otro.”
Muchos son los pasajes célebres de la obra, como la mencionada obertura, el aria de Max y la canción de Caspar en el acto I, o las arias de Agathe en los actos II y III. Pero el momento donde se alcanza el clímax y que por diversas razones es un hallazgo sin precedentes, es la escena de la Wolfschlucht (“garganta del lobo”) en el final del acto II. Weber desencadena la furia de los elementos y los poderes sobrenaturales, como espejo del ánimo de los personajes, Caspar y Max, que funden las balas mágicas con la ayuda del demonio Samiel. Interviene la “cacería infernal”, cortejo de almas en pena típico del folclore centroeuropeo, personificada por el coro, y el momento dramático atraviesa diversos estados anímicos, tan variados como el colorido orquestal y los vertiginosos ritmos de la música. León Plantinga (op. cit.) destaca el empleo sucesivo e interconectado de técnicas como jamás se había hecho: escritura coral, diferentes clases de recitativo, Melodram, arioso, acompañamiento constante de la orquesta y uso de distintas tonalidades, con la asociación entre la de Do menor y lo diabólico. Este extenso e ininterrumpido final de acto representa, además, un hallazgo clave para la búsqueda de la continuidad y unidad dramático-musical (algunos años atrás, Mozart ya había ensayado esto al componer los largos finales del acto II de Le nozze di Figaro, y del acto I de Don Giovanni).
Por último, aclaremos que Der Freischütz es un nombre casi imposible de traducir a nuestra lengua. La llamamos El cazador furtivo, pero lo más parecido sería “Cazador que emplea balas infalibles” (nombre imposible para una ópera). La leyenda de las balas mágicas se remonta al siglo XVI, y se sabe del empleo del término Freischütz durante el proceso a dos cazadores acusados de haber fundido tres Freikugeln (balas mágicas y certeras). El tema se convirtió en un tópico, hasta ser adoptado por Apel y Laun en el mencionado libro. Se escribieron algunas obras inspiradas en sus páginas, precedentes a la ópera de Weber y completamente caídas en el olvido.
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