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Los autores sitúan la acción en los bosques de Bohemia, después de la Guerra de los Treinta Años.

Acto I

La multitud celebra la fiesta de los tiradores en una taberna del bosque. Kilian, un rico campesino, vence al cazador Max y es aclamado. Max, aprendiz de Cuno (guardabosques del príncipe Ottokar) y pretendiente de su hija Agathe, se convierte en objeto de las burlas de todos. Se enfurece, pero la llegada de Cuno impide que se desate una pelea. Entre la muchedumbre se encuentra Caspar, antiguo pretendiente de Agathe, quien sostiene que la continua mala suerte de Max en los disparos se debe a un maleficio. Cuno lo hace callar, pero se muestra preocupado por su aprendiz, al que le recuerda que al día siguiente tendrá lugar la prueba decisiva de la que depende su futuro: la casa, el puesto de guardabosques y la mano de Agathe. El certamen de tiro se origina en una tradición familiar, pero que está rodeada de leyendas como la de las “balas francas”, siete Freikugeln que el maligno proporciona a aquel que le entrega el alma: seis de ellas darán donde apunte el tirador, pero la séptima siempre estará en poder de las fuerzas infernales. Deciden que lo mejor es no pensar en estos asuntos y entregarse al vals.

Mientras todos se retiran para festejar con la caída del sol, Max se queda solo y, con gran agitación interior, recuerda sus mejores épocas. En medio de la desesperación, percibe el acecho del mal. Regresa Caspar, y el joven, pese a la desconfianza, conversa con él. Max conoce la historia de las balas mágicas y cuál es la regla. Prosigue la charla y se siente mal por la prueba de tiro que tendrá lugar al día siguiente: ¿qué diría su enamorada si lo viera regresar sin una sola presa? Caspar señala un punto en el cielo, donde vuela un águila. Lo invita a Max a dispararle, pero éste rechaza el pedido. Caspar le pone en las manos su rifle cargado con una bala hechizada, hace que dispare, y el ave cae a sus pies. Así convence a Max de acudir a la medianoche a la temible Garganta del Lobo, donde fundirán siete nuevas balas mágicas.

Acto II (comienzo)

Esa misma noche, en la casa de Cuno. El retrato del fundador de la familia ha caído de la pared e hirió la frente de Agathe. La joven ve una mala señal, especialmente desde que el buen ermitaño del bosque – quien le ha regalado unas rosas consagradas - le ha advertido de peligros en ciernes, e ignora que en ese preciso instante Max derribó un águila con una bala mágica. Ännchen, su prima, le entona una canción para reconfortarla. Deja sola a Agathe, inquieta y a la espera de la llegada de su enamorado. Entra Max, muy preocupado, y enseña a su amada la presa. Ella se muestra acongojada porque él le cuenta que debe ir a la Garganta del Lobo con el pretexto de recobrar un ciervo abatido. Está por desatarse una terrible tormenta, pero es inútil retener a Max.

Intervalo

Acto II (conclusión)

La Garganta del Lobo en medio del bosque, noche cerrada, apenas iluminada por destellos lunares a través de las nubes y el ramaje. El lugar es lúgubre, se escuchan misteriosos ruidos y voces extrañas. Caspar prepara la fundición de las balas. Ante la invocación aparece Samiel, el “cazador negro”. Caspar ha empeñado su alma, su plazo ha terminado y solo podrá evitar la condenación eterna si consigue una nueva víctima. Caspar ofrece el alma de Max, Samiel acepta y desaparece. Llega el joven y se sienta junto a Caspar. La tormenta estalla mientras se forjan las siete balas, con las que Max espera vencer en el certamen del día siguiente. En medio de una agitación infernal, en la que los elementos desatan su furia, pasa la “cacería infernal”, grotesco cortejo de almas en pena, y en el momento culminante del hechizo reaparece Samiel para hacer sentir su poder después de lo cual, repentinamente, todo regresa a la calma.

Acto III

En lo de Cuno, durante la mañana del nuevo día. Si Max resulta vencedor de la prueba decisiva, unirá su destino al de Agathe. Ella expresa su preocupación y aparece Ännchen, a quien le confiesa sueños inquietantes. La amiga la consuela una vez más y aparecen las doncellas de honor que acompañarán a la novia. Agathe sigue preocupada: durante la tormenta el cuadro del antepasado volvió a caer y cuando Ännchen abre la caja de la corona de novia, descubre que contiene una corona fúnebre. Inmediatamente, lo resuelve tejiendo una nueva con las flores que le regaló el ermitaño.

Paisaje boscoso. Alrededor del príncipe Ottokar se han dado cita los hombres más importantes de la comarca para presenciar la prueba de tiro. El señor señala una paloma blanca posada sobre la rama de una árbol: será el blanco de Max. Pero entretanto las seis primeras balas ya han sido gastadas. Cuando Max dispara se oyen gritos y dos personas caen al suelo: Agathe, y Caspar, que hasta ese momento no se había hecho ver. Max toma la mano de Agathe, que vuelve en sí, mientras Caspar muere traicionado por Samiel. El joven confiesa su falta y Ottokar quiere desterrarlo. Llega desde el bosque el ermitaño, que es venerado como un santo. Se muestra en contra del certamen de tiro, que ha puesto en manos del maligno a un buen joven y trajo la infelicidad a los enamorados. Max cayó en falta por amor y el príncipe deberá concederle un plazo. Si aquél continúa siendo honrado, heredará el puesto y la casa del guardabosques y recibirá la mano de Agathe. El príncipe Ottokar se inclina ante el sabio ermitaño, manda arrojar el cadáver de Caspar a la Garganta del Lobo y ordena terminar con la tradición: nunca más será necesaria una prueba de tiro para demostrar el valor de un hombre y su amor por una mujer.

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