Comentario
Por Claudio Ratier
Donizetti, en París y en Viena
Establecerse en París le demandó a Gaetano Donizetti un paciente trabajo de al menos tres años. Llegar a esa ciudad y conquistar a su público le significaba la consagración total, sumado el beneficio de que sus partituras contarían allí con mayor protección legal que en Italia, donde la proliferación de las ediciones piratas era incontrolable. Otro factor decisivo fue que la censura parisiense se mostraba mucho más tolerante que la de su país de origen, lo cual le prometía disfrutar de una mayor libertad creativa. Es que hasta ese momento la actividad del compositor tuvo su centro en Nápoles, donde la censura borbónica era aún más severa que la de los Habsburgo en el norte, o la clerical en Roma. (No es cosa nueva que el hecho de hablar de la ópera en Italia durante gran parte del siglo XIX, lleve a referir los problemas de los compositores y los libretistas con la censura.)
Cuenta el musicólogo William Ashbrook, que las tareas de Donizetti por desembarcar en París tuvieron su punto de partida en los primeros meses de 1835. Estas, según se desprende de su correspondencia con el tenor Gilbert Duprez, se aceleraron en mayo de 1837. Para la concreción de su objetivo, el músico contó con la ayuda de que su obra no era desconocida en aquella ciudad, donde el Théâtre-Italien había ofrecido
Anna Bolena, L’ajo nell’imbarazzo, Gianni di Calais y
Marin Faliero. Pero el éxito de Bellini, acrecentado por el fervor de I puritani luego de su muerte prematura, representaba una competencia que obligó a que
Marin Faliero bajase de cartel a las 8 representaciones. En realidad, de las 4 óperas mencionadas la única que sobrevivió y le dio relativa fama entre el público francés por algún tiempo, fue
Anna Bolena. Recién el 12 de diciembre de 1837, cuando tuvo lugar el estreno clamoroso y frenético de
Lucia di Lammermoor en el escenario del Italien, llegó el momento en el cual las puertas de París se abrieron definitivamente.
Lo primero que hizo Donizetti a su llegada a París el 21 de octubre de 1838, fue preparar el estreno de
Roberto Devereux, siempre para la sala mencionada. Pero con la decisión de conquistar el escenario más prestigioso de la ciudad, el de la Opéra, decidió adaptar
Poliuto y, al cabo una extensa labor comenzada el año de su llegada, el resultado fue
Les martyrs. Con el texto de Cammarano traducido al francés por Eugène Scribe, la ópera se estrenó el 10 de abril de 1840 en el mayor escenario de la capital francesa. Cantaron Julie Dorus-Gras, Duprez, Jean-Etienne Massol y Prosper Derivis. La aceptación del público fue buena, pero no lo suficientemente efusiva como para superar las 20 representaciones.
(No obviemos que durante la preparación de
Les martyrs, la primera ópera de Donizetti escrita para París fue
La fille du régiment, dada a conocer en la Opéra-Comique el 11 de febrero de 1840. A pesar del fracaso de su estreno, muy posiblemente maquinado por los adversarios locales del compositor, esta comedia logró inmediato reconocimiento y una notable permanencia en las carteleras.)
Lo cierto es que el suceso de
Lucia di Lammermoor se mostraba insuperable y el éxito soñado se hacía esperar, si bien no podemos hablar de rotundos fracasos a pesar del estreno de
La fille. Pero por aquellos años no fue París la única ciudad extranjera en la que Donizetti obtuvo reconocimiento.
Después de un complicado viaje desde Bologna, el 27 de marzo de 1842 el compositor descendió de un vagón en la estación de Viena, en razón de la temporada italiana del Kärntnterthortheater. Allí estrenó
Linda di Chamounix el 19 de mayo, pasados casi dos meses de su llegada a esa ciudad que lo sedujo y lo trató muy bien, con mayor efusividad que la que hasta entonces le había demostrado París; para la nueva ópera concebida pocos meses antes, compuso una nueva obertura al gusto vienés basada en un cuarteto para cuerdas de 1836. El éxito de
Linda fue tan importante, que la noche del estreno el compositor debió salir a saludar 17 veces y la buena fama que comenzó a cosechar en la capital imperial, motivó que se lo nombrase Miembro de Honor Extranjero de la Gesellschaft der Musikfreunde y Hofkapellmeister.
(Que la actividad en otras tierras fuese cada vez más intensa, no era impedimento para que Donizetti transcurriese en Italia los períodos que le eran posibles: según sus propias palabras, le debía todo a su país y a su maestro, el compositor bávaro Johann Simon Mayr. Por esta razón, cuando los estragos de su enfermedad -una sífilis contagiada en la juventud- llevaron las cosas a un estado irreversible y no quedó más que esperar la muerte, sus familiares lo trasladaron de París a Bérgamo, su ciudad de nacimiento. Allí falleció el 8 de abril de 1848 a los 50 años.)
Transcurridos algunos meses del éxito vienés, el 17 de noviembre de 1842
Linda di Chamounix tuvo muy buen recibimiento en el Théâtre-Italien, con la participación de Fanny Tacchinardi Persiani (la primera Lucia), la Brambilla, Mario, Antonio Tamburini y Luigi Lablache. Los tres últimos se volverían a reunir al poco tiempo y sobre el mismo escenario, con motivo de la próxima creación de Donizetti, una ópera
buffa:
Don Pasquale.
De la cronología del compositor se desprende que nunca pasaron más de 4 años entre la creación de una comedia y otra. Él sentía necesario retornar al género una y otra vez para relajar su mente, o para ayudarse en medio del dolor: la muerte de su esposa Virginia, luego de perder su último embarazo a los 28 años, lo hundió en una profunda amargura por mucho tiempo. .