Los autores sitúan la acción en Nápoles, en su propia época.
ACTO 1
Ferrando y Guglielmo son dos jóvenes oficiales, comprometidos respectivamente con las hermanas Dorabella y Fiordiligi. Discuten con Don Alfonso, amigo de ambos y viejo filósofo, sobre la fidelidad de las mujeres. Para poner a prueba la virtud de las damas, apuestan y aceptan poner en práctica todo aquello que se le pueda ocurrir a su amigo. Los dos están seguros de vencer y planean entregar a sus novias la suma que les pagará el derrotado Don Alfonso.
Fiordiligi y Dorabella esperan a sus prometidos, cuando las interrumpe Don Alfonso simulando pena: Ferrando y Guglielmo deben marchar a la guerra. De acuerdo con la farsa armada por él mismo, ambos llegan para despedirse. En medio de los suspiros y lágrimas de las hermanas, Don Alfonso se ríe con sarcasmo. Cuando los dos oficiales parten, el viejo y las jóvenes ruegan al viento y al mar que sean propicios a los viajeros.
Despina, camarera de Fiordiligi y Dorabella, no comprende la desesperación de sus señoras e intenta reconfortarlas. Ambas se retiran y aparece Don Alfonso, en busca de la complicidad de Despina. Le ofrece una fuerte recompensa si logra hacer que las damas se interesen en dos caballeros que piensa presentarles. Cuando Ferrando y Guglielmo aparecen disfrazados, ni Fiordiligi, ni Despina, ni Dorabella los reconocen. Estos hacen declaraciones de amor intercambiando sus parejas, pero las muchachas se retiran indignadas. Ferrando y Guglielmo festejan convencidos de que ganaron la apuesta, pero se equivocan. Cuando las damas vuelven a presentarse, los pretendientes fingen que se han envenenado por el despecho amoroso. Envían a Despina por un médico que socorra a los moribundos. La camarera regresa disfrazada de médico y gracias al mesmérico efecto de un imán hace volver en sí a los “enfermos”, que se arrojan a los pies de sus amadas. Pero al comprobar que están sanos, Fiordiligi y Dorabella les retiran su compasión.
ACTO 2
Despina intenta convencer a sus señoras de que al amor no hay que tomarlo tan en serio. Cuando les sugiere que aprovechen y se diviertan con sus nuevos pretendientes, estas confiesan su atracción por ambos.
Los extranjeros continúan cortejando a las muchachas. Dorabella cede y al recibir un obsequio de su pretendiente, cae rendida y le entrega en prueba de amor un medallón con el retrato de quien fuera su amado, ahora reemplazado por su propio amigo.
En cambio, Fiordiligi se mantiene más firme, vence la indecisión y jura ser fiel a su novio ausente. Mientras Ferrando disimula que en realidad está desesperado, Guglielmo se ufana: cree que ganó el amor de su prometida y, por lo tanto, la apuesta. ¿Qué sucederá con Fiordiligi?
Luego de que Despina festeje la flaqueza de Dorabella, Fiordiligi confiesa que ella también está enamorada de su nuevo pretendiente. Dorabella trata de convencerla de que acepte, pero no escucha y decide ir al encuentro del caballero bajo un disfraz de oficial, cuando se apersona Ferrando en medio de lamentos. Ante tanto dolor, la fidelidad de Fiordiligi, que parecía tan firme, también termina por ceder. Luego aparece Despina para anunciar a los jóvenes que sus señoras decidieron tomarlos por esposos. Don Alfonso, vencedor, sentencia filosóficamente: Así hacen todas (Così fan tutte). Ferrando y Guglielmo comparten la afirmación. Cuando todo está listo para la boda, Despina se hace pasar por notario para extender las actas de matrimonio.
Un canto militar anuncia el regreso de los antiguos novios. Despina y los caballeros extranjeros se largan. Al rato retornan Ferrando y Guglielmo, ahora con sus identidades verdaderas, Don Alfonso muestra las actas, las damas confiesan su ligereza y acusan al viejo y a Despina de haberlas inducido a la infidelidad. Los oficiales fingen ir tras sus contrincantes, sables en mano, pero regresan en medio de burlas hacia Fiordiligi y Dorabella, que están perplejas. Don Alfonso restablece la paz y los novios se abrazan, celebrando que la lección ha sido útil para las dos parejas.
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