BUENOS AIRES LÍRICA - La experiencia de la opera
 
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Così fan tutte
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Comentario > Buen criterio, libreto adecuado > La moral nueva, ultrajada > Estreno en Viena > Estreno en Buenos Aires > Los infortunios de la virtud
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Comentario

Por Claudio Ratier

Buen criterio, libreto adecuado

En una carta dirigida a su padre el 7 de mayo de 1783, consta que Mozart pensó en Giovanni Battista Varesco (libretista de Idomeneo, re di Creta) para componer conjuntamente una comedia con no demasiados personajes. Consideró dos papeles femeninos de igual relevancia, serio uno, de medio carácter el otro, sin excluir un tercero completamente buffo, rasgo que de ser necesario podía ser común a los personajes masculinos. Manifestó la condición de que la obra fuese cómica en su conjunto y los planes derivaron en el intento de L’oca del Cairo. El dato es esclarecedor y nos lleva a pensar que las ideas que años más tarde se plasmaron en Così fan tutte, rondaron la mente del compositor al menos desde aquellos tiempos. Claro que el logro final sobrepasó las intenciones de la comedia, pues a pesar de la ironía, las confusiones y ciertos momentos inequívocamente risueños, se trata de una obra inquietante y osadamente cuestionadora, capaz de colocar en tela de juicio asuntos muy serios.

Por ser esencialmente subversiva, Così fan tutte fue objeto de rechazo y ataques, desde la última década del siglo XVIII y durante todo el XIX. Es verdad que tras la aplaudida reposición de Le nozze di Figaro en Viena Mozart atravesó un duro momento económico, y que en medio de las dificultades se le presentó el encargo de la que sería la tercera y última de sus colaboraciones con Lorenzo Da Ponte. Pero por lo que se sabe de sus ideas sobre el género operístico (la correspondencia en este punto abunda), nada se nos presenta más distante de la realidad que la suposición, tan común, de que pueda haber aceptado el libreto de Così fan tutte solo por motivos económicos. Es que por más que haya sido objeto de aborrecimiento y condena, resultó ser uno de los más geniales textos de la historia del género. Y Mozart, ni en el peor de los apremios se iba a poner manos a la obra con un texto malo, trivial y abominable (así se lo juzgó), por el cual, además, era como si esperara desde hacía seis años. Pero ¿qué juicios despertó Così fan tutte, según Stefan Kunze “la más inaccesible de las óperas del compositor”?
En un artículo publicado en Berlín en 1791 se condensa la sentencia lapidaria que cayó sobre la obra a lo largo del siglo XIX: un pobre producto italiano, con la música sublime y poderosa de Mozart (Stefan Kunze, Las óperas de Mozart, p. 469 y siguientes. Alianza, Madrid, 1990). Franz Xaver Niemetscheck, primer biógrafo del músico, lo disculpó por el hecho de haber “desperdiciado su talento en un texto tan lamentable”, ni más ni menos que por no estar en condiciones de rechazar el encargo. Es conocido que entre las celebridades que la cuestionaron se cuentan Beethoven y Wagner. En 1875 Eduard Hanslick (crítico que sirvió de modelo al Sixtus Beckmesser de Die Meistersinger) también hizo sus contribuciones y sostuvo que “la trivialidad del libreto dio el golpe mortal a la mejor música del compositor”. Casi todas las opiniones eran de la misma clase y se inició el hábito de hablar de un texto abominable con una música maravillosa. ¡Y no faltó la ocurrencia de reemplazar el texto original por una adaptación de Trabajos de amor perdidos de William Shakespeare, en francés y en versión de Barbier y Carré (1863), o de La dama duende de Calderón de la Barca! Si finalmente Così fan tutte conquistó en el siglo XX el lugar merecido y es acreedora del rótulo de obra maestra, nada se presenta hoy más débil y absurdo que la mencionada dicotomía. Si profundos estudios analizaron minuciosamente la calidad de una música íntimamente asociada a cada palabra de uno de los mejores libretos caídos en manos del compositor, no nos queda más que señalar la inconsistencia de tal idea. No hay obra maestra si el texto es malo. Aceptar que Mozart estaba de acuerdo y tenía lo que quería, era incómodo e indigesto. Para la nueva burguesía era impensable condenar al más sublime de sus compositores, disculpado por la razón que esgrimió Niemetscheck, pero no vaciló en atacar al responsable de un libreto que, en el mejor de los casos, fue convenientemente acusado de trivial. Pero seamos justos y digamos que no todos fueron hostiles: E. T. A. Hoffmann, un mozartiano incondicional, apreció en Così fan tutte la ironía y el buen criterio del músico en la elección de los libretos adecuados a sus óperas. No estaba equivocado.
 

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