Comentario
Por Claudio Ratier
Despunta el siglo XX y llega Tosca
Los ensayos de
Tosca fueron cansadores y se llegó a trabajar diez horas diarias. Como el régimen del general Pelloux continuaba en pie, la atmósfera política era muy tensa. Simetrías de la historia, la Roma de aquel momento guardaba similitudes con aquella donde se sitúa la acción de la ópera, exactamente un siglo antes. (De acuerdo al libreto y a la pieza original, en 1800 la ciudad sufría un duro régimen represivo implantado por la reina Maria Carolina de Nápoles, que con la ayuda del jefe de policía, el Barón Scarpia, perseguía a los partidarios de las ideas republicanas inspiradas por la Francia revolucionaria.) A medida que se acercaba la fecha de la
première aumentaba el temor ante la posibilidad de hechos violentos, por lo que Tito Ricordi invitó al ensayo general solo a los más allegados. Llegó la noche del estreno, cuando las amenazas y la probabilidad de que en el interior del Costanzi estallase una bomba, acrecentaron el miedo. Es que la noticia de la presencia de la reina Margherita di Savoia acompañada por varios miembros del gobierno, era razón para un atentado.
Finalmente no estalló artefacto alguno, aunque sí los ánimos. En medio de la oscuridad se desató un fuerte tumulto producido por un grupo de personas, que a los empujones penetró en la sala a pesar de que la función había comenzado y de que las localidades estaban agotadas. Esto hizo que el maestro Leopoldo Mugnone bajase los brazos y decidiera retomar la partitura desde el principio. De todo el cuerpo artístico acaso él haya sido el más preocupado por el probable estallido de aquella bomba inexistente, porque el 7 de noviembre de 1893, mientras dirigía una función de
Guglielmo Tell en el Liceo de Barcelona, un artefacto arrojado por un anarquista explotó en el interior de la sala y mató a 20 personas: semejante razón era más que suficiente para traumar a cualquiera. (Fue Mugnone quien tuvo a su cargo el estreno de
Tosca en lugar de Toscanini; según el compositor, ambos maestros eran los únicos a considerar seriamente para la dirección de sus óperas.)
Modernos rasgos musicales aparte, el estreno de
Tosca señaló la entrada de la ópera italiana al siglo XX en un sentido literal. Fue la noche del 14 de enero de 1900 en el escenario del Costanzi y cantaron los tres papeles principales Hariclée Darclée (Tosca), Emilio De Marchi (Cavaradossi) y Eugenio Giraldoni (Scarpia). A lo largo de aquella primera noche triunfal, el aria de Cavaradossi del primer acto debió ser bisada y Puccini salió a saludar tres veces; el final de ese acto, coronado por el grandioso
Te deum, fue ovacionado y el compositor realizó siete salidas más; debió hacer los mismo otras cinco, al bisarse el
Vissi d’arte de Tosca; en el tercer acto la introducción instrumental recibió una ovación inesperada y el aria
E lucevan le stelle también se repitió. Y al concluir la representación, el compositor fue solicitado por el fervoroso público otras seis ocasiones.
A pesar de la opinión dividida de la crítica, el estreno de
Tosca fue un triunfo. Y nadie entre los asistentes parece haber asociado la situación política italiana con el argumento de la ópera, por más que hoy nos parezca tan evidente. Todos se dejaron llevar por el fuerte componente dramático, tan eficaz y tan pródigo en situaciones extremas y vertiginosas, que atraviesan los personajes en medio de sus flamígeras pasiones. Si luego de la tortura Cavaradossi festeja con su desgarrado grito el triunfo de Napoleón Bonaparte en la batalla de Marengo, no significa que Puccini simpatizara con las ideas revolucionarias, ya se dijo: para él fue tan solo un potente artificio dramático-musical de suma eficacia (leímos al comienzo de este artículo que al conocer la pieza teatral, vislumbró la posibilidad de “una ópera sin proporciones excesivas, que es un espectáculo decorativo y brinda oportunidad para una abundancia de música.”; no pretendía otra cosa). Pero la riqueza de análisis que propone
Tosca, hoy nos permite hacer otras lecturas más allá de las intenciones de quienes la concibieron; así sucede con las creaciones perennes y su riqueza de sentidos es lo que contribuye a mantener su vigencia..