Comentario
Por Claudio Ratier
El camino hacia Tosca, con interrupciones
El punto de partida de la lenta composición de
Tosca se puede establecer hacia el verano de 1896, cuando Puccini comenzó a recibir en Torre del Lago gran parte del libreto. Pero a pesar de haberle asegurado a Ricordi que trabajaba, hizo muy poco. Es que el agotamiento en el que lo hundió
La bohème, sumado el deber de presenciar los estrenos de esa ópera en los principales teatros de Londres, Berlín y Viena, demoraron el proceso de
Tosca en su fase inicial. Esos meses perdidos, a lo largo de los cuales es autorizado pensar que madurasen ideas dramáticas y musicales, recién comenzaron a recuperarse hacia fines de 1897. Para enero de 1898 la tarea ya estaba a pleno y Puccini llegó a pensar que para dar a conocer su próxima creación, debía contar con Arturo Toscanini: por carta le comentó al “
caro Arturetto bello” que la composición avanzaba muy bien y le manifestó su deseo de que fuese él su “
sverginatore” (Schickling, p. 147).
Pero durante ese mismo año Puccini debió abandonar Italia nuevamente y transcurrir dos meses y medio en París, lo que lo distrajo una vez más de su labor. ¿La razón? El estreno en esa capital de
La bohème, hasta el momento su éxito más resonante y con el correr del tiempo uno de los títulos más representados en todo el mundo, desde su llegada hasta el presente. Gracias a este nuevo viaje se mantuvo alejado del estallido de una violenta agitación desencadenada en Italia (en Roma, en la Toscana, después en Milán), cuyo detonante fue el descontento popular por el alza de precios, sumado el avance de las ideas de izquierda entre la clase trabajadora. Se decretó el estado de sitio, se reprimió con resultados fatales y cayó el gobierno. Con plenos poderes otorgados por Umberto I, el general Pelloux se convirtió en Presidente del Consejo e instaló un estado policial que dejó sin efecto los principios democráticos de la joven constitución italiana.
Según sus propias declaraciones, Puccini, que no se caracterizaba por suscribir a las ideas revolucionarias y transformadoras, parecía estar de acuerdo con la imposición de un gobierno dictatorial y represor, incluida la aplicación de la “mano dura” que caracterizaba a Pelloux. Y en cuanto a
Tosca, cuyo libreto se encontraba en grado muy avanzado (no así la música), aún faltaba algo importante: el acuerdo con Victorien Sardou. La entrevista decisiva tuvo lugar en París y tras una verdadera pulseada (ninguna negociación es fácil con un “verdadero comerciante”), en la que el francés pretendió una retribución económica imposible de satisfacer por lo exorbitante, el permiso formal para llevar la pieza teatral a la escena operística fue concedido.
De regreso a Italia Puccini reanudó la escritura, entre permanencias en Torre del Lago y Val Freddana. Transcurría julio de 1898 y por las elevadas temperaturas estivales prefirió trabajar a altas horas, según consta entre las diez de la noche y las cuatro de la madrugada. Así concluyó el primer acto en su versión original, para luego pasar al segundo. Éste recién fue terminado en Milán al año siguiente, al regreso de una nueva y breve permanencia en París por la reposición de
La bohème. Al retornar a Torre del Lago y ya sin interrupciones, Puccini inició la orquestación de la partitura a la par que compuso el tercer acto, para entrar en el mes de agosto de aquel año de 1899 en la fase última. Con
Tosca finalizada y en vistas del estreno, en diciembre se estableció en Roma para iniciar los ensayos en el Teatro Costanzi (ex Teatro Argentina, hoy Ópera de Roma).