Comentario
Por Claudio Ratier
Digresión: hacia una ópera alemana
Atento a la necesidad de fomentar la ópera en idioma alemán, José II inauguró en 1776 el Wiener National Singspiel, con sede en el Burgtheater de la capital austríaca. No es casual que esto haya sucedido en una época en la que ciertas ideas contaron con amplia difusión en los círculos de artistas e intelectuales. Johann Gottfried Herder planteó la necesidad de una “ópera alemana nueva, creada sobre una base humana, con música humana, con declamación y ornamentos, pero con sentimiento” (
Journal meiner Reise im Jahr 1769-Diario de mi viaje en 1769). Schiller habló de la importancia del teatro en la educación estética y moral del hombre y el Emperador, al fundar en Viena aquella compañía, pensó en el enriquecimiento humano tanto del público como de los actores y cantantes.
Gran parte de la fama de Karl Friedrich Zelter (1758-1832) se debe a haber introducido en el universo de Johann Sebastian Bach a su discípulo Felix Mendelssohn, con el resultado de la ejecución ante el gran público, desconocedor hasta entonces de la obra del
Kantor, de
La Pasión según San Mateo en 1829. Stefan Kunze cita unas palabras lapidarias escritas por Zelter a Goethe en 1823, que dicen “[…] los alemanes no tienen ópera. Lo mejor es puro refrito” (
Las óperas de Mozart. Alianza Música, Madrid, 1990). La sentencia es durísima, más si pensamos que para ese momento ya habían sido compuestas óperas como
Die Entführung aus dem Serail (
El rapto en el serrallo, 1782) y
Die Zauberflöte (
La flauta mágica, 1791) de Mozart,
Fidelio (1805) de Beethoven y
Der Freischütz (1821) de Weber. Atentos a tal sentencia, intentaremos un repaso histórico.
A pesar de los cuatro ejemplos mencionados, Alemania tardó mucho en encontrar una ópera totalmente propia. En la búsqueda de una identidad tanto para el teatro cantado como para el recitado, la práctica se dio la mano con la teoría. Durante esa búsqueda, en el campo que nos ocupa se necesitó largo tiempo para separarse definitivamente de la ópera italiana, profundamente arraigada en el ámbito germánico por generaciones. Una iniciativa importante fue producir óperas en idioma alemán y no en italiano, como se practicó desde el siglo XVII en el Theater am Gänsemarkt de Hamburgo. Pero satisfacer el aspecto idiomático no era suficiente: en lo estilístico y en lo estructural imperaba el modelo traído de Italia y tanto Alemania como Austria estaban repletas de compositores llegados de la península.
En lo teórico, Johann Friedrich Reichardt formuló ciertos puntos (
Über das deutsche Singeschauspiel-Sobre el Singspiel alemán, en el
Musikalisches Kunstmagazin, 1781) que sintetizamos así: la naturaleza de la lengua alemana no tolera cantar una obra entera en recitativo; dentro de la lengua italiana, cargada de acentos apasionados, existe una distancia muy corta entre el declamado teatral y el recitativo operístico; antes que con la pasión, el idioma alemán se corresponde con la razón y las fuerzas nobles y elevadas; para el alemán, expresarse en un lenguaje musical ajeno es antinatural y pobre.
La salida del conflicto estaba en la propia naturaleza del idioma y era necesario que la música se encaminase hacia un discurso natural, con una declamación directa y fluida, y que se reservase para los momentos más intensos y pasionales. En el
Singspiel, género distinguido por la alternancia entre las partes habladas y las musicales, el canto debía intervenir en aquellos momentos de pasión que las palabras, sin el respaldo de la música, no podían expresar. Estas fueron las ideas que a fines del siglo XVIII ayudaron a los primeros intentos por la construcción de una ópera nacional. Tan arduo y largo fue el camino, que es innegable que la influencia de la ópera italiana, con sus estructuras y hábitos característicos, haya persistido durante ese proceso de emancipación; el
Freischütz es indudablemente una ópera alemana, pero los italianismos están presentes. Entre finales del siglo XVIII y comienzos del XIX no se operó un giro radical y definitivo, hasta la llegada en la segunda mitad del 1800 de los grandes dramas wagnerianos.