El origen
Al
inicio de la composición de Rigoletto, nos encontramos con un Verdi
agobiado por un ritmo de trabajo que paulatinamente comenzaba a ordenarse, al
que se sumaban problemas personales que repercutían en su salud. Problemas con
sus padres por razones económicas, problemas con la comunidad de Busetto, que
reprobaba su relación con la ex cantante Giuseppina Strepponi. Esta mujer, que
fue la segunda esposa del maestro hasta la muerte, había sido madre de hijos
ilegítimos y convivía con él sin haber celebrado la ceremonia matrimonial. El
casamiento llegaría más tarde, pero por esos años dicha convivencia era
motivo de escándalo para aquella sociedad, y la suma de contrariedades motivó
que Verdi se recluyera en su propiedad rural de Sant'Agata y sólo tomase
contacto con el mundo exterior a través de su correspondencia.
El
músico tenía en mente la pieza teatral El rey se divierte, de Victor
Hugo, desde 1849. La admiraba y veía en el bufón Triboulet una de las más
grandes creaciones del teatro universal. Nápoles era la ciudad a la que se
apuntaba para la nueva ópera, pero todo quedó en la nada por los conflictos
potenciales con la censura (este problema acompañaría a la gestación de la
ópera durante todo su proceso). Descartada la posibilidad, Verdi se contactó
con La Fenice de Venecia a través de su amigo y libretista Francesco Maria
Piave, con miras a la temporada 1850-1851. Consciente de los problemas que
podían desatarse, le encargó que se acercase a personas influyentes para
obtener la autorización: la violencia y ámbito de libertinaje de la historia y
un rey de la vida real, Francisco I de Francia, que viola a Blanche, eran
motivos para irritar a los censores. Mientras Verdi componía, Piave y Guglielmo
Brenna, secretario de La Fenice, libraron una verdadera batalla contra la
censura casi a espaldas del maestro: mejor era que él se ocupara de trabajar en
paz, mientras ellos atendían estos incómodos asuntos en la ciudad; sin haber
obtenido aún la autorización, le dijeron que todo estaba en orden.
Pero este engaño bien intencionado se descubrió hacia el 1 de diciembre de 1850, cuando Carlo Marzari, director del teatro, le escribió a Verdi para advertirle que si bien no había recibido ningún comunicado oficial, circulaban fuertes rumores de que la Oficina de Orden Público no autorizaría la representación de la ópera sobre
El rey se divierte, aún con los cambios que fueran necesarios. Inmediatamente, el comunicado oficial llegó y el "no" fue rotundo. A pesar de esto, las autoridades de La Fenice trabajaron en una serie de modificaciones. El texto de la ópera, que en su versión anterior se llamaba
La maledizione y donde se había reemplazado al monarca francés por un señor feudal, pasó a llamarse
Il duca di Vendôme y la aprobación salió rápidamente. Pero a Verdi no le convenció esta nueva versión del libreto, que juzgó carente de fuerza e interés, y comenzó a abandonar la idea de seguir adelante, hecho más que preocupante ante la proximidad del inicio de la temporada de La Fenice. Al borde de la desesperación, Piave y Marzari se reunieron con las autoridades y se selló un nuevo acuerdo: los personajes originales no sufrirían modificaciones, el personaje que reemplazaba a Francisco I podía ser un poderoso libertino y no había problemas con que el bufón fuese deforme, pero era imperioso tratar la escena del secuestro de la hija del bufón según las normas de la decencia. Como en la versión definitiva del texto la acción transcurría en Mantua, fue necesario cambiar los nombres de algunas familias aún existentes, y la ópera, rebautizada ahora como
Rigoletto (nombre tomado de una parodia que se hizo en París sobre la obra de Victor Hugo), vería la luz tras haber superado todos los obstáculos.
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