La Cenerentola
Además de la ópera que disfrutaremos esta noche, en el párrafo anterior mencionamos otras creaciones del maestro. La primera de ellas fue estrenada mientras Spohr ofrecía su Faust. La segunda, cuando Hoffmann daba a conocer su Undine . Y La Cenerentola fue compuesta rápidamente y estrenada cuando Weber comenzaba la larga tarea de escritura de su Freischütz . Esto sirve para demostrar que mientras en Alemania se buscaban nuevos horizontes, para lo cual era
imprescindible liberarse de la influencia italiana, Rossini, lejos de revolucionar e impulsado por un proceso histórico, llevaba el belcanto hasta las últimas consecuencias, proceso que quedaría sellado con Bellini y Donizetti, y que aún en el primer Verdi se da señales de permanencia (no debe sorprendernos que dicho proceso haya llevado a los italianos a agotar algo que ellos mismos habían creado, y que era menester superar para el bien de la evolución del género).
Il barbiere di Siviglia fue estrenada en el Teatro Argentino de Roma y La Cenerentola nació por encargo de una sala rival, el Teatro Valle de esa ciudad. Rossini y el empresario teatral dieron con Jacopo Ferretti, a quien encomendaron la tarea de elegir un tema y escribir un libreto. Con el antecedente de Agatina, o la virtù premiata , de Stefano Pavesi (Milán, 1814), el poeta confeccionó un libreto sobre el famoso relato La Cenicienta , de Perrault. Como solía suceder tantas veces hubo que trabajar contra el tiempo: el texto estuvo listo en 22 días y la música en 24. Con la mente puesta en el pensamiento del siglo XVIII, el "siglo de la razón", Rossini no quiso que en la ópera apareciesen elementos fantásticos, como el hada madrina, la carroza de oro con forma de calabaza o el fetiche del zapatito de cristal. El hada fue reemplazada por un filósofo (Alidoro) y el zapatito por un brazalete. Práctica muy común en aquella Italia pragmática, en la que la música solía reciclarse y se pedía colaboración para afrontar la perentoriedad impuesta por los plazos, Rossini le encargó al romano Luca Agolini la composición del aria de Alidoro, Vasto teatro è il mondo , un aria para Clorinda y la introducción al segundo acto. Cuando en 1821 la ópera se repuso en el Apollo de Roma, el músico sustituyó el aria del filósofo por otra de mayor lucimiento, Là del ciel nell'arcano profondo , escrita especialmente para el bajo Carlo Moncada.
No es exagerado decir que la partitura de La Cenerentola es un muestrario magistral de la habilidad rossiniana para tratar la instrumentación y las voces, sumada una sonoridad diáfana, de refinada belleza, y unos juegos rítmicos unidos a verdaderos "laberintos de palabras" que sólo él era capaz de resolver con éxito (a modo de ejemplo, basta con escuchar el sexteto de la escena VIII del segundo acto). A lo largo de una trama poblada por personajes y situaciones cómicas (prestemos atención a cualquier intervención de Don Magnifico, Dandini o Clorinda y Tisbe, las dos hermanastras de la protagonista), se da lugar a la melancolía; nada mejor para ilustrar esto último que la canción de Angelina al comienzo de la ópera, Una volta c'era un re , sin dudas una de las páginas más inspiradas de Rossini. La estructura está armada principalmente en base a conjuntos que exigen una precisión que no se encuentra en otras óperas debidas a su genio, y este rasgo hace que su concertación sea altamente complicada. Dicha escritura es comparable a un preciosista mecanismo de relojería en el que ninguna pieza puede fallar. Como sucede con otras creaciones de Rossini, existe una desproporción en cuanto a las duraciones de los dos actos, siendo el primero notablemente más largo que el segundo. Al presenciar ejecuciones de las ya mencionadas L'italiana in Algeri e Il barbiere di Siviglia , es común que se tenga la impresión de que se volcó la mayor intensidad en el primer acto, e inevitablemente se perciba una caída en el segundo. Esto no sucede en La Cenerentola , pues el "precioso mecanismo de relojería" está fabricado con un equilibrio sorprendente. No sólo que la exquisitez, la riqueza melódica y la teatralidad no decaen, sino que la obra cierra con lo que el público ha estado esperando durante toda la representación: el rondó de Angelina, Nacqui all'affano , otra de las páginas más célebres debidas a la pluma del músico, infaltable en el repertorio de conciertos de las mezzosopranos de coloratura. Gran parte del sincero efectismo de la ópera se debe a este hábil recurso.
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Por Claudio Ratier
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