Los autores sitúan la acción en Mantua durante el siglo XV.
Acto I
Cuadro primero. Sala del Palacio Ducal.
El Duque de Mantua cuenta a sus cortesanos que desde hace tiempo sigue a una muchacha que ha visto acudir a la iglesia. Luego de expresar su filosofía de vida con respecto a las mujeres, corteja a la Condesa Ceprano. En medio de burlas aparece Rigoletto, el bufón del palacio, que le aconseja a su señor cómo deshacerse del marido de la Condesa para concretar sus propósitos: que lo encierre o que lo haga decapitar. El Conde Ceprano jura venganza y entra Marullo, otro cortesano, para contar que Rigoletto tiene una amante. Se interrumpe el clima orgiástico para dar paso al Conde Monterone, que exige justicia por la deshonra que su hija ha sufrido por parte del Duque. Éste no responde pero lo hace su bufón, mofándose del dolor del padre. Antes de que lo arresten Monterone maldice al Duque y a Rigoletto, quien de inmediato comienza a sentir el peso del anatema.
Cuadro segundo. En los suburbios, frente a la casa de Rigoletto.
Rigoletto se muestra obsesionado con la maldición de Monterone cuando alguien le cierra el paso: es Sparafucile, un sicario que le ofrece sus servicios. Cuando el tenebroso personaje sale, Rigoletto se siente identificado: uno mata con el puñal y él lo hace con su lengua burlona y cruel. Desahoga su odio hacia los cortesanos y aparece su hija Gilda, que se inquieta al verlo tan preocupado. La joven, ignorante de la vida de su padre, le hace preguntas que no tienen respuesta. Al padre sólo le importa la seguridad de su hija y al único lugar que la deja ir es a la iglesia. En tanto, no han advertido que el Duque penetró en el lugar. Sorprendido, el licencioso descubre que Gilda es hija de Rigoletto. Cuando ella se queda sola, el Duque irrumpe con vestimentas sencillas, se hace pasar por un estudiante pobre llamado Gualtier Maldè y seduce a la muchacha. Debe marcharse súbitamente pero Gilda se queda pensando en ese primer amor. Sale y regresa Rigoletto, con malos presentimientos. Acechan los cortesanos, le dicen al bufón que le gastarán una broma a Ceprano y le vendan los ojos. Cuando escucha los gritos de Gilda, descubre el engaño: los cortesanos secuestraron a su hija.
Acto II
Sala en el Palacio Ducal.
El Duque lamenta la desaparición de la joven. Entran los cortesanos y le cuentan que, a modo de sorpresa, le han traído a la "amante de Rigoletto". El libertino, que no pretendía semejante acción por la fuerza sino continuar con su juego de seducción, corre agitado a buscarla. Aparece Rigoletto, que se lamenta y en vano intenta buscar pistas de su hija, hasta que el comentario de un paje le confirma la terrible verdad: Gilda está con el Duque. Los cortesanos le impiden ir en su búsqueda y él les lanza una desesperada invectiva. Irrumpe la joven, que se arroja entre los brazos de su padre en medio del llanto. Los cortesanos se retiran y ella hace el relato de todo lo sucedido. Pasa un guardia que lleva a Monterone, quien camino del calabozo exclama que la maldición aún no surtió efecto. Rigoletto le dice que no se engañe, pues habrá un vengador para ambos.
Acto III
Casa de Sparafucile, en las afueras y cerca de un río.
Es de noche y se avecina una tormenta. Rigoletto ya no es un bufón al servicio del Duque y se presenta con Gilda, decidido a vengarse. Ha hecho trato con Sparafucile, quien gracias a la ayuda de su hermana Maddalena, que actuará de señuelo, logrará que el Duque entre a la casa para asesinarlo. Rigoletto quiere que su hija vea al Duque tal como es, pues ella persiste en su amor por él. Paralelamente y dentro de la casa el Duque seduce a la hermana del asesino, mientras que afuera Rigoletto trata en vano de convencer a Gilda de que aquél es un licencioso indigno de amor. El padre debe accionar con rapidez y manda a su hija a ponerse ropas de hombre, pues deberán abandonar la ciudad. Cuando la muchacha se retira, el bufón arregla el trato con Sparafucile: la mitad por adelantado, lo restante cuando reciba el cuerpo de la víctima.
La tormenta se ha desatado. Todo está a oscuras y se escucha desde lejos la voz del Duque; Maddalena siente compasión, pues no quiere que el hombre sea víctima de un asesinato y busca disuadir a Sparafucile. Pasa Gilda ante la puerta, vestida de hombre, y escucha la conversación entre los dos hermanos: él dice que tiene palabra y que nunca engañó a alguien que haya requerido sus servicios. Ante la insistencia de la mujer, surge la solución de asesinar al primero que llegue a la casa pidiendo albergue: Gilda se encomienda a Dios, llama a la puerta y cae bajo el filo del puñal.
Rigoletto, el vengador, recibe de manos del asesino una bolsa que contiene el cuerpo de la víctima. La lleva a orillas del río, cuando escucha con horror la lejana voz del Duque. Tembloroso, abre la bolsa y encuentra en su interior a su hija moribunda. Desesperado se desploma sobre ella y se lamenta por la maldición de Monterone.
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