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La acción se desarrolla en el palacio del conde de Almaviva.

Acto I

Una habitación.
Figaro y Susanna se preparan para su boda. La ubicación del cuarto asignado, cercano al aposento del conde, despierta las sospechas de Susanna: el amo quiere hacer valer con ella el derecho de pernada, que él mismo abolió en sus dominios. Figaro se muestra seguro de sí mismo y desplegará su astucia para evitar que esto suceda, pero surge un nuevo inconveniente: Marcellina, la vieja gobernanta de don Bartolo, pretende que se cumpla un compromiso de matrimonio firmado por Figaro en un momento en el cual necesitaba obtener un préstamo de dinero. Don Bartolo tomará parte en la intriga, pues se vengará de Figaro, quien tiempo atrás le "arrebató" a su pupila Rosina, para que se convierta en la esposa del conde. Llega el paje Cherubino, enamorado de la condesa y de todas las mujeres del palacio, para solicitar a Susanna su mediación con el conde, pues éste lo sorprendió con la joven Barbarina. Pero el señor llega para seducir a Susanna, e inmediatamente Cherubino logra esconderse detrás de un sillón. El conde, que ha retrasado el permiso de casamiento para Figaro y Susanna, trata de convencer a la muchacha cuando llega Don Basilio, el intrigante maestro de música, y gracias a la astucia de la camarera el amo puede esconderse sin toparse con Cherubino. Pero cuando don Basilio hace referencia al ardor del paje por la condesa, el conde estalla e irrumpe nuevamente en escena. Mientras hace su parlamento, levanta un vestido de la condesa que estaba colocado sobre el sillón y descubre allí a Cherubino, escondido, tal cual lo encontró en la habitación de Barbarina. En medio de la confusión llega Figaro acompañado por un grupo de campesinos, que homenajean al conde por haber abolido el derecho de pernada en sus dominios.
El señor acepta el homenaje, pero se obstina en no autorizar la boda; en lo único que piensa es en seducir a la camarera. Pero por el momento, decide que Cherubino parta como soldado con un regimiento, pues escuchó las propuestas amorosas que instantes atrás le hiciera a Susanna.

Acto II

Habitación de la condesa.
La condesa está triste porque ya no se siente amada por el conde y sabe de sus coqueteos. Figaro y Susanna la convencen para armar una intriga, así éste renuncia a sus juegos con otras mujeres. A través de don Basilio le enviarán una nota en la que se hará referencia a una supuesta relación entre la condesa y Cherubino, y Susanna fingirá aceptar una cita a solas; en el lugar que se convenga, Cherubino se presentará al conde disfrazado de mujer.
Sale Figaro y se comienza a disfrazar al paje, cuando se escucha la llegada del conde. La condesa esconde a Susanna detrás de una cortina y al paje en una habitación, donde éste vuelca un mueble y llama la atención del conde, que ya está alertado por la nota de don Basilio. Quiere saber quién está escondido allí, no se puede abrir la puerta y los esposos salen en busca de herramientas. Susanna aprovecha y ocupa el lugar de Cherubino, quien huye saltando por el balcón.
Regresan los condes y a la condesa le vuelve el alma al cuerpo, al descubrir a Susanna dentro de la habitación contigua. El conde deberá pedir perdón por sus sospechas, pero llega Antonio, el jardinero y padre de Barbarina, muy enojado porque alguien que se arrojó del balcón le estropeó sus flores. Figaro, nuevamente en escena, intenta atribuirse la responsabilidad, pero el conde desconfía.
Entran Marcellina y don Bartolo, pretendiendo hacer valer sus derechos. El conde sentencia que mientras no se esclarezca todo, no habrá boda entre Figaro y Susanna.

Acto III

Sala del palacio.
La condesa persiste en la idea de armar una cita entre su esposo y Susanna, a la que piensa acudir ella misma. Algo que Susanna susurra a Figaro hace desconfiar al conde, quien está decidido a hacer que aquél se case con Marcellina. La gobernanta aparece con don Bartolo, acompañada por un abogado, don Curzio, para hacer valer el pacto con Figaro.
Pero por algunos detalles que el ayudante de cámara da acerca de su poco claro nacimiento, se descubre que es un hijo ilegítimo de Marcellina con don Bartolo. Marcellina es la madre de Figaro y no habrá boda alguna entre ellos. Hay que celebrar dos matrimonios, el de Figaro y Susanna y el de Marcellina y don Bartolo, que deberán regularizar su situación. Aparece Cherubino vestido de mujer, mezclado entre unas campesinas que le entregan flores a la condesa; el paje no puede quitarse del pensamiento a su señora. Antonio, que no se olvida de sus flores pisoteadas, lo descubre. El conde, enfurecido, le ordena que se case con Barbarina. Susanna y Marcellina piden permiso al conde para celebrar la doble boda, y la condesa continua la intriga armada contra su marido; Susanna le entrega al conde una esquela sujeta por un alfiler, en la que le propone una cita. En conclusión, al señor del palacio no le queda otra cosa que autorizar las bodas.

Acto IV

Jardín del palacio.
Es de noche y Barbarina lamenta haber perdido el alfiler que sujetaba la esquela: la señal de conformidad que debe entregarle a Susanna en nombre del conde.
Llega Figaro, que no está al tanto de la intriga de la condesa, y malentiende que Susanna irá a encontrarse con el conde. Pretende desenmascararla, con don Bartolo y don Basilio como testigos, y lanza una invectiva contra todas las mujeres, infieles y astutas. Llegan la condesa y su camarera, se intercambian los vestidos, y también se encuentran Cherubino y Barbarina. Luego llega Marcellina y, por último, el conde.
Se da una serie de confusiones, las dos mujeres se burlan de los dos hombres y están decididas a colocarlos en la situación de pedir perdón por sus actitudes, de infidelidad por un lado, y de desconfianza por otro. Logran sus propósitos y la historia concluye en medio del júbilo general. Las bodas de Figaro se celebrarán pronto.

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Silueta de Wolfgang Amadeus Mozart

Lorenzo Da Ponte, autor del libreto de Le nozze di Figaro

Mozart, en un retrato póstumo por Barbara Krafft