Habla el director de escena de “Nabucco”, de Verdi, que se da en el teatro Avenida.
Desde el estreno de Nabucco en Milán en 1842, su coro Va pensiero se transformó en el segundo himno de Italia. Con buena parte del Norte bajo dominio austríaco, el coro del pueblo hebreo sometido por los babilonios fue interpretado como un canto libertario. Aunque ninguna circunstancia política y ningún mensaje libertario hubieran producido esa identidad emocional si no fuese por el enigmático genio de Verdi, capaz de producir lo más sublime con los medios más sencillos.
Y ese segundo himno de tanto en tanto toma en Italia el lugar del primero, como en el célebre episodio que protagonizó Riccardo Muti dos años atrás al dirigir Nabucco en la Opera de Roma, y repitió ese coro invitando al público a sumarse en protesta contra Berlusconi.
La puesta de Marcelo Perusso está orientada por ese núcleo político-emocional; recoge la experiencia de protesta, que además de todo el programa de Lanata refrescó hace dos semanas (ver entrevista). Mientras se canta Va pensiero se proyectan una serie de imágenes duras, desde las fuerzas del Duce deportando judíos hasta situaciones de violencia más actual y general. Y al terminar la interpretación, intensamente aplaudida porque al fin de cuentas es la gran “aria” de la ópera, se retoma el fragmento mientras las luces del teatro se encienden para que el público pueda leer la hojita insertada en el programa y cantarlo como en Roma.
Pero es una repetición “vacía”. Nadie canta, excepto el coro en el escenario. Y no, desde luego, porque no haya motivos de protesta en el mundo en general y en la Argentina en particular, sino porque la convocatoria resulta artificial: se monta en una experiencia y en un carisma ajenos.
La idea es naif, pero eso no invalida la realización en general, que maneja admirablemente las grandes masas corales y crea atractivos planos con pocos elementos, además de los significativos cambios de vestuario que siguen al “episodio” Va pensiero , simbolizando la liberación de los judíos y la reconversión de Nabucco en una especie de héroe garibaldiano.
La parte musical es muy sólida, especialmente por el impecable coro de Juan Casabellas y por la orquesta dirigida con sutileza por Javier Logioia Orbe. En el reparto destaca Hernán Iturralde como un enorme Zaccaria, aunque también brilla Lisandro Guinis como Nabucco, y convencen Santiago Bürgi como Ismaele, Mónica Ferracani como Abigaille y María Luisa Merino como Fenena.