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Nabucco un himno a la libertad

Nabucco, na creación central en la vida de Verdi, es el título que Buenos Aires Lírica (BAL) escogió para su estreno de mañana en el marco del bicentenario del nacimiento del compositor. Entre las obras más célebres y difundidas del gran repertorio lírico, Nabucco representa un emblema de emancipación, un canto a la libertad pronunciado en el fervor de su glorioso "Va pensiero", esas inspiradas estrofas del coro, encumbradas por la Italia sojuzgada bajo los Habsburgo, como un verdadero himno a la liberación.

Marcelo Perusso -régisseur, escenógrafo y vestuarista- se refirió a la puesta de este Nabucco -interpretada en las voces de Lisandro Guinis, Mónica Ferracani, Hernán Iturralde, María Luisa Merino, Santiago Bürgi y del protagónico coro, con dirección musical de Javier Logioia Orbe-, y a la misión en general de un director escénico en el emprendimiento de toda producción lírica.

-En la introducción del espectáculo, BAL afirma que la régie "promete presentar la obra de un modo clásico". ¿Qué implica esa promesa?

-Que se trata de una puesta tradicional ubicada en el momento en que transcurre la obra, en Babilonia más de 500 años antes de Cristo. Yo respeto el planteo del autor, pero hago otra lectura y hay una sorpresa. Veo al coro como una síntesis de los pueblos oprimidos para transportar esa relación en el tiempo y hacer esa otra lectura.

-¿En qué consiste esa otra lectura? ¿Hay datos de actualidad?

-De la actualidad mundial?

-Uno de los grandes temas escénicos enNabucco es el movimiento de masas y la grandilocuencia que se espera de la obra. ¿Cómo ha resuelto este punto en un teatro de acotadas dimensiones?

-La obra tiene ese rasgo grandioso y así hay que presentarla. La primera limitación es que BAL no puede montar un coro de 100 personas, pero si pudiera, no tendría sentido en este espacio. Igualmente -hablando de BAL y del teatro Avenida-, logramos un coro respetable de 48 voces. Trato de dinamizar la acción, transmitir emoción y explotar la ductilidad del coro.

-¿Cómo es en lo estético?

-Trabajé los grupos en dos bandos con diferencias en el vestuario: judíos y babilonios. Uno es un pueblo de recolectores y esclavos (usan lanas, tejido grueso y rústico); el otro, la corte de Babilonia, es refinado, recibe lo que viene de Oriente (usan brillos y oropeles). Eso establece la diferencia social. En la escenografía, lo mismo: Babilonia tiene brillo y color. Israel es monocorde en tonos marrones.

-¿Cuál es o debería ser el papel del régisseur en la ópera?

-Yo me considero un intérprete, no un creador. Los creadores de la obra son el compositor y el autor del texto. En el rol de intérprete, desarrollo un proceso creativo. Busco qué quiso decir el autor y mi trabajo es traducir ese texto en imágenes, sin distorsionar.

-¿Qué sucede cuando habla de "otra lectura que transporta la obra a otro tiempo"? ¿No conlleva esa interpretación una distorsión del tiempo en que la situaron sus autores?

-No. La obra es ésa. El público de BAL está recibiendo muchas puestas contemporáneas. Eso genera ruido en cierta gente. Tal vez lo digieren bien o tal vez lo digieren mal.

-¿La representación teatral no es en sí misma un hecho contemporáneo?

-Una puesta contemporánea es si un Rossini transcurre en 1700 y la escena aparece con ropa de otra época. La gente conservadora es reticente, lo toma a mal. Cuando uno va a las charlas de los abonados de BAL, lo primero que preguntan es: "¿Va a estar hecha como ahora o es tradicional?".

-¿Cómo es ese público?

-Es conservador, rechaza lo nuevo. Hay que ir con pie de plomo.

-¿Considera que el artista debe obedecer a esa demanda o debe guiarse por un impulso genuino que abra caminos?

-En el caso del hecho teatral, que es efímero, resulta difícil producir cambios. Si el cambio es radical, el público lo rechaza. Por eso hay que dosificar el aggiornamiento, y para producir rupturas debe hacerse algo paulatino que obedezca a una necesidad del público.


 
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