Lo que promete Buenos Aires Lírica
Por Pola Suárez Urtubey
Cuatro títulos tendrán este año los abonados de Buenos Aires Lírica, una de nuestras más exitosas entidades privadas de espectáculos líricos. Así, Così fan tutte -la ópera de Wolfgang Amadeus Mozart- abrirá la temporada en el teatro Avenida. Esta nueva visita a una ciudad a la que llegó con bastante tardanza nos permitirá gozar con lo que ya es una conquista bien ganada: sus claves psicológicas, sus intenciones de crítica social, las alusiones obscenas de sus versos, el excitante verdor provocativo de sus afirmaciones, sus "equívocos dudosos" e "indecentes", según reproches que la acompañaron en Viena cuando su aparición, en 1790. Con sus arias, dúos, tríos y conjuntos de extraordinaria vivacidad y sabiduría, se nos invita, una vez más, a gozar esta obra genial, "la piú bella commediola", según palabras de uno de sus personajes, dentro de un ritmo teatral arrollador.
Con pasión flamígera y atmósfera "gótica" nos recibe el título siguiente de la temporada, Lucrezia Borgia, de Donizetti, que nuestra ciudad conoció a partir del 4 de mayo de 1849 en el Teatro de la Victoria, para ser luego escuchada en unas treinta temporadas hasta su ingreso al Colón, en 1919, a partir de lo cual casi desaparece.
El tercer título de Buenos Aires Lírica rinde tributo a Verdi, en el bicentenario de su nacimiento, el 10 de octubre de 1813. El retorno de Nabucco , que llegó a Buenos Aires al Teatro de la Victoria en 1850, 8 años después de su estreno mundial en la Scala de Milán, trae la presencia de Verdi en lo que podríamos considerar su bautismo dentro del mundo lírico, tras dos títulos que no habían logrado aún sacudir su imaginación y su sensibilidad musical portentosas. "Mi carrera artística comenzó en esta ópera", declara el músico tras haber conocido el sabor amargo del fracaso. "Va pensiero, sull'ali dorate", fueron las primeras palabras que Verdi leyó del libreto de Nabucodonosor . Y según recordó alguna vez "me sentí profundamente conmovido, sobre todo porque casi parafraseaban la Biblia, cuya lectura siempre me había complacido. Leí un fragmento, y después otro". Luego lo dejó, pero volvió al libreto de Solera hasta saberlo de memoria. Un libreto en el que no cabían las precisiones cronológicas o históricas, pero que proveyó a Verdi argumentos encendidos de ideales patrióticos.
La Jenufa de Janácek, con que se cierra esta temporada lírica, nos trae una Moravia al rojo vivo. Ante todo, porque es posible que no exista en terreno operístico una caso igual de relación entre el natural acento de la palabra y la entonación de la lengua con la música como el que se da en las obras de Janácek. El seguimiento de la partitura y la audición de Jenufa , que es el más famoso de sus títulos, provocan en el oyente una admiración que llega al asombro, inclusive. Pero aún va más allá Janácek, desde el momento en que también la fraseología de su música instrumental queda diseñada sobre la base de las inflexiones del habla. De ahí la originalidad de su obra. Igual sólo a sí misma. Diferente de la de los restantes creadores de la historia, aun de los más vecinos, como Smetana o Dvorák. Volveremos en su momento a esta obra apasionante y única.