Autor: G. Verdi / Con: Ivanna Speranza, Vanina Guilledo, Angelo Scardina, Fabian Veloz, Walter Schwarz, Ernesto Bauer y elenco / Dirección musical: Carlos Vieu / Puesta: Andre Heller-Lopes / Interpretes: Coro y orquesta de Bal / Sala: Teatro Avenida / Organiza : Buenos Aires Lyrica. Nuestra opinión: muy bueno
Rigoletto inaugura un estilo novedoso del compositor; es la evidencia de un nuevo criterio en la evolución de Verdi, ya que el tradicional lenguaje de la ópera italiana queda de alguna manera abolido, alcanzando el compositor una escritura orquestal más autónoma, liberando a la música de ser un acompañamiento de la voz.
En la versión ofrecida, Carlos Vieu, desde la batuta, no sólo mantuvo equilibrio con la escena en cuanto a las dinámicas e intensidades sonoras, sino que además expresó con el fraseo y los matices los estados íntimos que anidan en cada personaje, detalle que se palpó desde la breve introducción orquestal y en toda la primera escena. Con la intervención de la sugerente condesa de Ceprano y la gran balada inicial a cargo del tenor comenzó a gestarse la evidencia de la complejidad de Rigoletto , porque ya "Questa o quella" en la voz de Angelo Scardina se escuchó de manera errática acaso por el nerviosismo de un debut frente a un público desconocido.
Por su parte, el barítono Fabián Veloz comenzó a pergeñar, como protagonista, una muy buena actuación, que se fue haciendo más natural a medida que se avanzó en el desarrollo, dejando escuchar en primer término su ya reconocida musicalidad, su voz bien timbrada y una muy acertada caracterización del personaje trazado con sorprendente soltura en cuanto a gestos, miradas y movilidad, e insuflando además una gesticulación adecuada a las variables de los trágicos momentos que atraviesa.
La soprano Ivanna Speranza como Gilda cumplió asimismo una actuación de calidad, dejando escuchar buena línea de canto en todos los pasajes siempre comprometidos de sus dúos, así como en la versión del "Caro nome..." cantado con prolijidad, segura emisión y una coronación en las frases finales de excelencia, motivo de una generalizada aprobación de la sala, tal como se reiteró con "Tutte le feste" y en el dúo con Veloz "Si, vendetta..." tan esperado como vibrante.
Cabe destacar el muy buen nivel del elenco en personajes episódicos como fue el caso de Ernesto Bauer en un excelente Monterone; Vanina Guilledo como Magdalena, Alicia Alduncin, como Giovanna y Walter Schwartz en el sicario Sparafucile. El resto de los personajes de flanco se destacó en preparación y soltura. El coro de la institución, preparado por Juan Casasbellas, se distinguió, como ocurre con frecuencia, por su naturalidad, movilidad escénica y nivel canoro.
Como el último cuadro concluyó con la buena idea teatral de hacer cantar a Gilda ya casi muerta, pero trasformada de cuerpo entero en la vida celestial, por primera vez el triste final con la desesperación de Rigoletto, se escuchó impecable en el equilibrio de las dos voces. Solución beneficiosa para el canto y la partitura de Verdi, que acaso sea adoptado a pedido de las sopranos de todo el mundo.
EL OJO EN LA PUESTA
Interesante resulta la mirada de André Heller Lopes al proponer en su régie una estética relacionada con el arte pictórico, con un telón de fondo cubierto de cuadros de diferentes tamaños, marcos que bajan y suben, o que se desplazan hacia los laterales, y otros tres más que dividen el escenario para delinear los diferentes ámbitos. Ayuda, y mucho, el vestuario de Sofía Di Nunzio. Fundamental resulta la iluminación de Alejandro Le Roux por la potencia que genera con el juego de claroscuros. Día a día se percibe cómo los cantantes tratan de imprimir a sus personajes una carga emocional importante, a la que suman una actuación convincente. Resulta relevante, en este sentido, el trabajo de Fabián Veloz, que impuso a Rigoletto una carga tan fuerte de emociones que resultó conmovedor, trascendiendo su labor como cantante.