“El rapto en el serrallo” en el Teatro Avenida: Civilización y Barbarie
Por Ernesto Castagnino
TIEMPO DE MÚSICA, 20 de agosto 2012
Con una original y provocadora puesta escénica se presentó este singspiel de Mozart que contó, además, con un parejo equipo vocal en el que se destacó la soprano Marisú Pavón. Por Ernesto Castagnino
Buenos Aires Lírica abordó este sinsgpiel mozartiano replanteando el tiempo y lugar originales y reescribiendo las partes habladas. El resultado es extraño porque el enfoque y los diálogos recreados transformaron a El rapto en el serrallo en una ópera bufa, por lo que, a pesar de algunos pasaje disfrutables, los episodios dramáticos y sentimentales quedaron desdibujados.
Sin dudas, el cambio de la temporalidad que propone la puesta en escena de Pablo Maritano, trasladando la acción a una actualidad que refiere básicamente a la tensión entre los Estados Unidos —representante del poder hegemónico de Occidente— y Oriente, resultó estimulante pero a la vez inquietante. En El rapto en el serrallo aparece, como en cierto número de óperas —Madama Butterfly, L’italiana in Algeri, Otello o Lakmé, por nombrar algunas— el triunfo de la mirada occidental sobre los pueblos considerados “bárbaros” y “exóticos”, una pauta de hasta qué punto el género operístico no fue en absoluto ajeno a la reproducción de un orden establecido.
La recreación de los diálogos hablados y la traslación temporal realizadas por Maritano y Gonzalo Demaría cumplió el objetivo, más que interesante, de mostrarnos cómo esas relaciones de poder, esos prejuicios y pretendidas superioridades culturales siguen vigentes, pero el asunto ciertamente desconcertante es que no quedó suficientemente claro si para los autores de esta reescritura se trata de una perspectiva condenable por prejuiciosa y colonizante. Las risotadas del público mientras observaba al “talibán” Osmin inmolarse con explosivos en el aeropuerto, suscitaron algunas dudas al respecto.
La escenografía de Andrea Mercado figuraba con precisión un aeropuerto con sus diferentes espacios, mientras que el vestuario de Sofía Di Nunzio definía con claridad el momento actual de la acción.
Dominó vocalmente la soprano Marisú Pavón como Konstanze, la amante de Belmonte raptada por Selim. Si bien puede seguir mejorando los aspectos actorales, la voz se impone bella y cristalina, haciendo de su “Martern aller Arten” el momento más alto de la velada. Harry Peeters fue un Osmin aceptable, con buen aplomo pero algunos signos de fatiga en su voz. La voz ligera y bien timbrada de Iván Maier alcanzó —con lo justo— para sortear con valentía las dificultades del rol de Belmonte.
La pareja plebeya de Pedrillo y Blonde fue interpretada por un correcto Patricio Oliveira, que fue tomando impulso y creciendo con el transcurrir de la obra, y una Constanza Castillo con algunos problemas de afinación pero mucha frescura en la actuación. Es necesario destacar la calidad de la interpretación de Hernán Iturralde como Selim, un rol hablado, al que el bajo-barítono entregó su carismática presencia y su saber decir.
La orquesta, dirigida por Pedro-Pablo Prudencio, logró el sonido mozartiano esperado y las maderas que acompañan usualmente a los personajes nobles aportaron la nobleza y melancolía necesarias.
Una provocadora y original puesta escénica de Pablo Maritano para este singspiel mozartiano, consiguió una propuesta por momentos disfrutable y por momentos discutible, mientras que la versión musical tuvo fluidez y algunos momentos brillantes.