“Suor Angelica” e “I pagliacci” en el Teatro Avenida: La monja suicida y el payaso asesino
Buenos Aires Lírica presentó este inusual emparejamiento de óperas de Puccini y Leoncavallo, que contó con la presencia vocal de Florencia Fabris y la estimulante dirección de Carlos Vieu como sus principales pilares.
Por Ernesto Castagnino
SUOR ANGELICA, ópera de Giacomo Puccini / I PAGLIACCI ópera de Ruggero Leoncavallo. Función del viernes 9 de septiembrede 2011 en el Teatro Avenida, organizado por Buenos Aires Lírica. Dirección musical: Carlos Vieu. Puesta en escena, diseño de escenografía y vestuario: Marcelo Perusso. Iluminación: Rubén Conde. Elenco Suor Angelica: Florencia Fabris (Suor Angelica), Elisabeth Canis (Tía Princesa), Alicia Alduncín (La abadesa), Vanina Guilledo (La hermana celadora), Rocío Arbizu (La maestra de las novicias), Patricia Deleo (Suor Genovieffa), Elisa Calvo (Suor Osmina), Patricia Villanova (Suor Dolcina), Florencia Machado (La hermana enfermera), Sabrina Cirera y Melina Biagetti (Las mendicantes), Ana Durañona y Sabrina Contestabile (Las conversas). Elenco I pagliacci: Luis Lima (Canio), Omar Carrión (Tonio), Florencia Fabris (Nedda), Fermín Prieto (Beppe), Ernesto Bauer (Silvio), Juan Feico y Fabián Frías (Dos campesinos). Orquesta y Coro Buenos Aires Lírica.
Director del coro: Juan Casasbellas.
Cuando en la temporada 2007 de Buenos Aires Lírica, la régisseuse Rita Cosentino iniciaba su puesta de Gianni Schicchi con la familia de Buoso Donati escuchando por radio el aria “Senza mamma” de Suor Angelica, el guiño al espectador resultaba ocurrente y divertido: y es que en aquella oportunidad se presentaban sólo dos partes del Trittico pucciniano: Il tabarro y Gianni Schicchi. Unos años después, la agrupación lírica completa el tríptico con Suor Angelica, acompañada por otra ópera en un acto, I pagliacci de Ruggero Leoncavallo.
Se sabe que Puccini estaba mucho más conforme con Suor Angelica que con las otras dos partes de su Trittico y, según uno de sus biógrafos, apenas terminada la partitura fue al convento donde su hermana Iginia había tomado los votos e interpretó al piano toda la ópera, comentando y explicando los detalles a medida que hacía oír la música. Le interesaba tener la opinión de las monjas acerca de la verosimilitud de los detalles, sobre el personaje de Angelica y su decisión de suicidarse. Sin duda, las consideraba la mayor autoridad para opinar acerca de esa obra y, al verlas lagrimear con la escena final, obtuvo una satisfacción mucho mayor que el elogio de un crítico musical, comprobó que su obra transmitía emoción. ¿Qué más podía pedir un compositor que se había puesto como horizonte emocionar al mundo entero con su música?
En esta oportunidad, la combinación de las dos obras produjo un contraste interesante, apenas aprovechado por el régisseurMarcelo Perusso, cuya propuesta no logró extraer la intensidad emocional que hacen de estas óperas un espectáculo muy atractivo, aún para los menos habituados al género lírico. Perusso, responsable también de la escenografía y el vestuario, utilizó la proyección de imágenes combinada con elementos escenográficos, pero los planos creados por la imagen plana y el volumen no se fusionaban en un todo armónico. En I pagliacci, el director de escena trasladó la acción a los años cincuenta y comenzó con una especie de homenaje al cine de aquella época proyectando los títulos como si se tratara de una película, idea que luego no continuó desarrollándose.
El elenco vocal en ambos títulos estuvo comandado por Florencia Fabris, una soprano que el año pasado brindó una interesante versión de otra heroína pucciniana, Madama Butterfly, compromiso que asumió también a comienzos de este año en el Teatro Argentino de La Plata. Fabris posee los medios vocales necesarios para la difícil tarea de cantar los roles puccinianos: un sonido bien apoyado y un registro central amplio que le permite abrirse paso a través de la orquestación sin que la emisión resulte nunca forzada. Si en Suor Angelica alcanzó un elevado nivel con un “Senza mamma” delicado y conmovedor; en I pagliacci llevó sobre sus hombros el rol de Nedda con muy interesantes resultados. Aunque en general se suele elegir una soprano más ligera para este rol, Fabris con su timbre spinto no esquivó las breves pero expresivas coloraturas con que Leoncavallo intentó delinear la frescura y juventud el personaje. El aspecto menos sólido es aún la capacidad expresiva, que alcanza momentos de intensidad pero no siempre resulta pareja y eso produce algunos vaivenes, restándole algo de contundencia al resultado final. Pero más allá de estos detalles, la actuación de Fabris —colores vocales bien matizados, timbre cálido, buen fraseo— fue sin duda lo más destacable de la noche.
En Suor Angelica estuvo acompañada de la Zia Principessa cantada por Elisabeth Canis, una de las escenas más escalofriantes de la escena pucciniana. El rol de la aristocrática y severa tía es —junto con la Suzuki de Madama Butterfly— el más importante esfuerzo de Puccini para las mezzosopranos o contraltos, un tipo de voz con el que no tuvo demasiada predilección. Canis hizo frente al rol con gran presencia vocal y resonantes graves, aunque lo que hace realmente impresionante a este personaje son esas frases sostenidas en la zona más grave de la voz, que revelan su aristocrática autoridad y que solo se interrumpen por los enfáticos y despiadados reproches.
La voz bien timbrada de Alicia Alduncín aportó expresividad a su Abadesa mientras que Vanina Guilledo, como la Hermana Celadora, y Patricia Deleo, como Suor Genovieffa, cumplieron muy acertadamente en sus intervenciones. Completaban el elenco Rocío Arbizu como la Maestra de las novicias, Elisa Calvo como Suor Osmina, Patricia Villanova como Suor Dolcina, Florencia Machado como la Hermana Enfermera, Sabrina Cirera y Melina Biagetti como las Mendicantes, Ana Durañona y Sabrina Contestabile como las Conversas.
En I pagliacci, el tenor Luis Lima fue la voz de Canio, algo sobrepasado por el rol y compensando algunas falencias vocales con entrega e intención. El sólido Omar Carrión cantó un bello y elegante “Prólogo”, para entregarse luego a la lascividad del deforme payaso Tonio. Completaron el elenco las buenas voces de Ernesto Bauer, que aportó el lirismo con su bien cantado Silvio, y el Beppe de Fermín Prieto, ligero y brillante.
En el dúo formado por Carlos Vieu y Florencia Fabris —a quien también dirigió en Madama Butterfly el año pasado— hay química y entendimiento. El director —que viene de dirigir Cavalleria rusticana e I pagliacci en Montevideo— completó en esta oportunidad Il trittico pucciniano que había quedado inconcluso en 2007. Vieu, como es ya su sello personal, imprimió mucho dramatismo en su dirección y condujo la masa orquestal con seguridad, con su característico sentido del detalle. Admiramos su paciencia y constancia para contener, con gesto firme e intención pedagógica, a un público siempre apurado por aplaudir antes de que haya finalizado de tocar la orquesta. La orquesta y el Coro de BAL asumieron el desafío con un resultado general bueno, pero no tan redondo como acostumbra.
Muchos momentos de placer musical depararon estas versiones de Suor Angelica e I pagliacci, debido a la siempre efectiva dirección de Carlos Vieu al frente de un buen equipo vocal en el que destacaron Florencia Fabris, Omar Carrión, Elisabeth Canis y Ernesto Bauer.