Dirección Musical. Mtro. Alejo Pérez
Dirección del Coro. Mtro. Juan Casasbellas
Puesta en escena. Pablo Maritano
Escenografía. María José Besozzi
Vestuario. Sofía Di Nunzio
Iluminación. Gonzalo Córdova
Función del 17 de Septiembre de 2010
Para muchos Serse, una de las últimas óperas de Häendel, significa sólo el recuerdo de su aria más famosa, aquella "Ombra mai fu..." que escucháramos en más de una versión memorable del pasado y de todos los tiempos; pero es mucho más que eso.
Es una obra que partiendo de una estructura dramática reducida a las desopilantes comedias de enredos tan caras al barroco y al rococó, rompe las formas "académicas" de la ópera seria sin por ello transformarse plenamente en buffa, sino transitando por la delicada línea de grises que sería luego tan cara a Mozart.
Desde lo musical su novedad se registra fundamentalmente en el paulatino abandono del aria da capo y la introducción de piezas más breves y consistentes dramáticamente.
Como suele suceder en las obras que respiran buen teatro, la labor de conjunto resulta fundamental para alcanzar un resultado coherente y dinamizador de las fórmulas un tanto duras o estereotipadas de la producción de los siglos XVII y XVIII.
En una pieza como la que nos ocupa el ensamble cuidado es el secreto para que la nave llegue a buen puerto y el equilibrio entre lo musical y lo escénico resulta decisivo.
Esta versión que Buenos Aires Lírica nos ofrece dentro de su temporada encuentra en ese logrado equilibrio su mérito más saliente.
Entre las voces, de parejo rendimiento, se destacaron Ivanna Speranza, quien lució un grato timbre y una línea elegante sin esquivar las ornamentaciones de las que la pieza es tan pródiga, y creó una Romilda gratísima desde lo escénico mostrando una soltura y una expresiva frescura sin caer en amaneramienos; Marisú Pavón mostró buena y bella voz de mezzo y una vis cómica que hizo las delicias del auditorio con su encarnación de Atalanta; el rol de Serse fue servido con autoridad vocal por Rosa Dominguez aunque sin tal brillo en lo escénico en lo que esperaríamos una mayor presencia y carisma; en tanto José Lemos dió prueba de su talento con un muy buen Arsamene tanto en lo musical como en lo dramático.
Correctas fueron las prestaciones de Klára Csordás, Norberto Marcos y Sergio Carlevaris.
La puesta en escena translada la acción a fines del Siglo XIX, la época de la Paz Armada europea, aquella dorada temporada en que tras la vida de placer y ocio anticipatoria de la Belle èpoque, se caminaba hacia la trágica contienda de la Gran Guerra en la que los últimos imperios de la vieja escuela intentarían definir por última vez su predominio.
En una obra como Serse, el hecho de que el personaje que da título a la obra sea en realidad el rey persa que protagonizara las Guerras Médicas contra la Antigua Atenas resulta más anecdótico que trascendental pues la trama más que de él nos habla de los enredos que se tejen en torno al deseo por una muchacha o un muchacho a partir del egoísmo desbordado. Dicho en otras palabras, Serse es más un drama humano (aunque en vis de comedia) que político o histórico.
Por otra parte, las postrimerías del Siglo XIX con su carga de estructuras protocolares, su victorianismo, su esplendor y fasto, su gusto por el exotismo, se avienen muy bien con la acción dramática y aligeran su marco, lo que redunda en beneficio de la fluidez y la gracia de la pieza a los ojos del espectador de hoy.
El trabajo de Pablo Maritano resultó en este sentido muy satisfactorio y desarmó las prevenciones que (cada día más) desatan en mi como espectador ciertas innovaciones que terminan desdibujando lo esencial.
La marcación de protagonistas y aún de las gobernantas, mayordomo, lacayos (personajes mudos) y del coro, generaron escenas gratas y bien resueltas.
Tal vez hubiera deseado una versión no tan farsesca del rol de Ariodate que enriqueciera su personaje y no lo dejara tan vacío y fatuo, y evitar algún que otro detalle un tanto revisteril innecesario que no suma nada a lo presentado con tanto acierto en general.
La escenografia, la iluminación y el vestuario, cuidados y funcionales, respetando estilo y a la vez cumpliendo con algunas características de la dinámica escénica barroca, sumaron positivamente.
El Mtro. Alejo Perez confirmó sus méritos mostrando solvencia y claridad. Una dirección acertada en estilo y atenta a la unidad de la obra fue aplaudida con fervor por la sala.
En pocas palabras. Un espectáculo de muy buen nivel, cuidado y prueba de que se logran buenos resultados cuando se aúna criterio, trabajo en equipo y talento.
