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“Barroco bien razonado Serse" La ópera de Haendel subió en una notable realización escénica y musical de Buenos Aires Lírica
Por Federico Monjeau
CLARÍN, Domingo 19 de septiembre de 2010

Sin querer entrar con esto en el pedante dominio de la crítica de público y, mucho menos, de colegas, es curioso que en nuestro medio (o tal vez en todos lados) todavía se siga discutiendo si está bien o mal que una ópera se represente en un contexto histórico diferente del original.

La discusión parece volverse todavía más banal en el terreno de la ópera barroca, un género que debe ser reinventado cada vez. En verdad, una ópera de Haendel podría transcurrir en la Luna, si el realizador descubriese un sentido en ello y pudiese plasmarlo de un modo consecuente. Con esta Serse no se ha llegado tan lejos: la puesta de Pablo Maritano la sitúa en un contexto que podría ser fines del siglo XIX, aunque tampoco la ambientación (impecable escenografía de María José Besozzi y vestuario de Sofía Di Nunzio) es muy precisa; y esta imprecisión en cierta forma la vuelve más real.

Serse es el nombre del rey persa que intentó conquistar Grecia en el siglo V antes de Cristo, pero no hay nada heroico ni propiamente histórico en esta ópera. La puesta de Maritano la interpreta como lo que es: una comedia de enredos, tanto por su temática como por su forma musical (esta ópera de Haendel no es, como otras, un soporte de grandes arias da capo, sino que contiene muchas airas sin repetición, además de ariosos y una buena cantidad de dúos).

Serse suena por momentos como un preanuncio mozartiano. La puesta explota su tono de comedia burguesa sin reservas, con una teatralidad magnificada, un humor eficaz y algunas licencias vocales que tocan incluso algunos detalles musicales.

La escena del segundo acto en que Serse (Rosa Domínguez) entra entonando su arioso E tormento troppo fiero mientras baja unos pájaros con flit es una de las más desopilantes, aunque no es más que una exacerbación del fondo de comedia haendeliano. Es cierto que la mezzo Rosa Domínguez está tocada por la gracia y todo lo que hace en un escenario parece volverse significativo por sí solo, pero además es una cantante formidable e interpretó su papel a la perfección. También lo hizo la soprano Marisú Pavón, impecable y a la vez desbordante en el rol de Atalanta. Fueron las dos grandes figuras de un sólido reparto, completado por Klára Csordás (Amastre), el contratenor José Lemos (Arsamene), Ivanna Speranza (por momentos, con algunas dificultades en el rol de Romilda), Norberto Marcos (Elviro) y Sergio Carlevaris (Ariodate).

El experimentado Alejo Pérez demostró una vez más que se puede hacer música barroca con una orquesta de instrumentos modernos (a la que sumó un continuo de época), y el coro de Juan Casasbellas tuvo una actuación muy destacada.

 
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