Inspirada propuesta barroca de BAL
Por Cecilia Scalisi
LA NACIÓN, Domingo 19 de septiembre de 2010
Serse de Haendel. Con Rosa Domínguez, Ivanna Speranza, Marisú Pavón, José Lemos, Klára Csordás, Norberto Marcos, Sergio Carlevaris. Dirección musical: Alejo Pérez. Régie: Pablo Maritano. Coro y orquesta BAL. Escenografía: María José Besozzi. Funciones: hoy, a las 18, y martes, jueves y sábado, a las 20. En el Avenida. Nuestra opinión: muy buena
No en vano, es la ópera Serse una de las más representadas de Haendel, desde su redescubrimiento, a comienzos del siglo XX, hasta el día de hoy. Musicalmente magnífica de principio a fin (con algunas de las más célebres arias del compositor, como la maravillosa Ombra mai fu del inicio), se trata de una obra que presenta dificultades para su producción de casting, en función de las demandas de virtuosismo vocal en cada uno de los numerosos roles.
En tal sentido, y si bien en lo individual no hubo voces sobresalientes, los cantantes cumplieron las exigencias logrando un buen rendimiento del conjunto. Salieron airosos ante la prodigalidad de arias di bravura , ornamentaciones, coloraturas y carácter, cantando siempre muy expuestos y con un promedio de partes solistas por encima de una ópera estándar. Vale destacar lo que cada uno aportó a la performance general: la mezzo Rosa Domínguez mostró oficio y un Serse seguro en el estilo; el contratenor José Lemos dotó de expresividad a su rol de Arsamene, y la soprano Marisú Pavón puso simpatía al personaje de Atalanta; en tanto que la soprano Ivanna Speranza se mostró solvente en el papel de Romilda y fue la voz con mejor proyección en el auditorio. Correctos Klára Csordás (Amastre), Sergio Carlevaris (Ariodate) y Norberto Marcos (Elviro).
Faltó marcación actoral en ciertos tramos necesarios para el ritmo escénico de una comedia de enredos, pero hubo cuadros bien trabajados (como las dos hermanas en la sala de baño), y es de esperarse que la producción crezca durante las fechas sucesivas.
En cuanto a la puesta en escena, está muy bien logrado el concepto, la elegancia, la frescura y la estética ecléctica propuesta por Pablo Maritano, que ubica la acción en un momento indefinido entre el siglo XVIII y XIX, con una escenografía fina y austera, sutilmente iluminada por Gonzalo Córdova, basada en movimientos de bastidores y telones bien sincronizados de acuerdo con la acción musical. La realización técnica del detrás de escena también fue muy eficiente. Capítulo aparte merece el exquisito vestuario diseñado por Sofía Di Nunzio, que proporcionó color, lujo y regocijo visual. Se distinguieron las delicadas coreografías de los figurantes, un aspecto en el que Buenos Aires Lírica demuestra particular esmero y buen gusto.
Al coro, dirigido por Juan Casasbellas, se le sacó provecho, fue efectivo y tuvo una participación bien coreografiada. Por último, y dejando para el final la presencia más fuerte de toda la producción, fue excelente el desempeño de la orquesta, con la precisa dirección de Alejo Pérez, que supo recrear el estilo y sostener mediante la rigurosidad en el ritmo esa energía tan característica de Haendel, que alcanza desde el foso los más inspirados climas y momentos musicales de la propuesta.
En suma, una producción de calidad, atractiva y muy bien lograda para una obra cumbre del barroco lírico.