Color japonés entre imágenes oníricas
Por Susana Freire
LA NACIÓN, Domingo 30 de mayo 2010.
En ópera, muy esporádicamente se puede apreciar una renovada factura estética diferente a las exigidas en el momento del estreno original.
Esta versión de Madama Butterfly, con puesta de Crystal Manich, no presentó grandes innovaciones visuales y la estructura elegida (de la producción de El Círculo de Rosario de 2006), aunque bien lograda, restó en el primer acto espacio para las acciones. Un renglón aparte merecen los telones de fondo que ofrecen una atractiva variedad de paisajes para ilustrar el ambiente japonés.
La puestista se inclinó por el realismo, pero al comienzo de la segunda parte del segundo acto se permitió un cambio de estilo para llevar la angustia de Butterfly a un plano surrealista, donde imágenes oníricas colocan a la protagonista frente a la presencia multiplicada de su amado. Secuencia muy impactante y movilizante.
Cada vez más se nota el interés de los cantantes por exponer su veta actoral y ductilidad corporal para darles más naturalidad y carnadura a los personajes. Pero a veces no alcanza cuando, como en este caso, se planteó una marcación de cara al público, dando la espalda a los interlocutores ocasionales. Restó matices dramáticos a la actuación y se limitó a una composición exterior. La situación cambió en la escena en que Butterfly canta con Susuki "Quiero que toda la primavera se pueda oler aquí. Sembremos de abril todo el contorno", en ese momento se consigue una de las escenas más conmovedoras de la obra.
El vestuario de Lucía Marmorek reveló una minuciosidad muy precisa, alcanzando gran vuelo en los diseños de la ropa masculina japonesa. El diseño de iluminación fue correcto pero podría haberse enriquecido con climas anímicamente sugerentes.