Plenitud y vigencia en Giacomo Puccini
Por Juan Carlos Montero
LA NACIÓN, Domingo 30 de mayo 2010.
Madama Butterfly . De Giacomo Puccini. Libreto: Giocosa e Illica. Elenco: Florencia Fabris (Cio-Cio San); Vanesa Mautner (Suzuki); María Belén Rivarola (Kate Pinkerton); Enrique Folger (Pinkerton); Ernesto Bauer (Sharpless); Santiago Bürgi (Goro); Mariano Fernández Bustinza; Walter Schwarz. Coro y Orquesta Buenos Aires Lírica. Dirección musical: Carlos Vieu. Régie: Crystal Manich. Escenografía: Nicolás Boni. Vestuario: Lucía Marmorek. Iluminación: Gabriel Lorenti. Director del coro: Juan Casasbellas. Buenos Aires Lírica. Teatro Avenida. Funciones: hoy, a las 18; martes, jueves y sábado, a las 20. Nuestra opinión: Muy bueno
En casi todas sus obras, Puccini eligió diferentes y trágicas muertes para sus amadas heroínas. Una de las más conmovedoras y dolorosas es la de la geisha Cio-Cio San, que muere a los dieciocho años, luego de una espera de tres cargados de zozobras, esperanza en el retorno de su verdadero amor, estrechez económica y deber de madre. La música, enriquecida por melodías de envolvente inspiración, logra tensiones expresivas de indudable efecto y de fácil captación.
La versión ofrecida por Buenos Aires Lírica cristalizó ese ideal, gracias a la excelente labor de la soprano Florencia Fabris, quien logró plasmar el personaje central con una sobria y contenida actuación actoral, dejando escuchar excelentes recursos de cantante por la calidad de su voz, pero que debería profundizar las variables en los fraseos y matices, dos de los aspectos mas vitales del canto. No obstante, su versión del aria "Un bel di vedremo", así como la conmovedora escena de despedida de su hijo y suicidio, fueron sus momentos más logrados.
El otro gran protagonista, Pinkerton, tuvo en el tenor Enrique Folger a un cantante de poderosos medios canoros que, al mismo tiempo, dio muestras de recursos actorales nada frecuentes y un canto expresivo. Por eso, el gran dúo del primer acto a partir de "Viene la sera..." y "Bimba dagli occhi..." fue una versión de alta calidad, así como muy bueno el pasaje de "Addio, fiorito asil", expresivo y melancólico. Asimismo, cabe resaltar la sobriedad y naturalidad del barítono Ernesto Bauer como Sharpless, y la excelencia de la mezzosoprano Vanesa Mautner, esta última sumando a su voz pastosa, una composición de Suzuki de mayor prestancia que la tradicional, en razón de que la dirección escénica le otorgó un tratamiento más participativo en el contexto del drama. La pequeña Camila Brandan Aráoz fue un bueno y obediente niño. Atinado y desenvuelto el Goro de Santiago Bürgi, artista de indudable calidad, muy bueno Gustavo Freulién como comisario imperial, de buena voz el Bonzo de Walter Schwarz, y sobrio Mariano Fernández Bustinza, como Yamadori. María Belén Rivarola fue una bella Kate.
La versión musical de Carlos Vieu estuvo a la altura de los méritos de un maestro de categoría indudable, no solamente por las virtudes que emanan de su técnica de conducción, sino también por su excelencia como intérprete que acierta en el estilo de cada creador, detalle que influyó en el desempeño de todo el cuadro de cantantes y en el rendimiento de la orquesta. Pero, asimismo, con la probidad de lograr el tan deseado equilibrio con el palco escénico imprescindible en el mundo del teatro cantado. Llama la atención que su nombre no figure en la temporada lírica anunciada por el Teatro Colón.
La puesta escénica, perteneciente a una producción de la Asociación Cultural El Círculo de Rosario, tuvo sus aspectos positivos en el vestuario de Lucía Marmorek y en la iluminación de Gabriel Lorenti. No así en el boceto y detalles del montaje, que resultaron elementales, una apreciación que en nada desmerece al más conspicuo, elegante e inmortal protagonista: Puccini.