Una ópera heroica y libertaria
Por Pablo Kohan
LA NACIÓN, Viernes 9 de abril 2010
Buenos Aires Lírica abre hoy su temporada de presentaciones en el teatro Avenida; serán cinco funciones.
Sin entrar en disquisiciones de alta elaboración y más allá de la simplicidad insalvable que este planteo conlleva, podríamos afirmar que el arte es, en general, un tipo de actividad cultural que se elabora a partir de convenciones y terrenos compartidos. Pero la ópera va más allá. Es que, por sobre algunos acuerdos básicos, la ópera exige complicidades. Así de simple. Después de todo, alguien podría preguntarse por qué habría de ir a ver un tipo de espectáculo teatral en el cual la gente no habla, sino que canta. No importa si el personaje está en estado de felicidad, furia, enamoramiento, ansiedad, violencia o pesar. Su modo de expresión verbal será a través del canto. Y para muchos esto puede ser un verdadero impedimento. Pero si la complicidad funciona, las emociones por vivir son incomparables, únicas e intransferibles.
Para los remisos, los eternos consumidores culturales que siguen dudosos ante la ópera, hoy hay una nueva oportunidad. En el teatro Avenida, a las 20, abriendo la temporada de Buenos Aires Lírica, se estrena una nueva producción de Fidelio , la única ópera de Beethoven. Por supuesto, para quienes tienen historia y vida con la ópera, no hay necesidad de motivaciones. Ellos saben que esta obra es única y maravillosa.
Fidelio debe de ser la única ópera que nació con otro formato, otros contenidos y otro nombre. En 1805, en Viena, Beethoven estrenó Leonore , una ópera en tres actos que narra las odiseas de una mujer que se disfraza de guardia de una prisión para rescatar a su marido, preso por sus ideas revolucionarias. La acción transcurre en Sevilla y son los aires libertarios de la Revolución Francesa los que se corporizan en la gesta de Leonora que verá recompensado su accionar con la libertad de su esposo. Pero aquella ópera inicial dejó muy insatisfecho a Beethoven, que, a lo largo de una década, seguiría retocando y modificando el libreto, la música, y escribiendo diferentes oberturas para cada una de las nuevas óperas que iba pergeñando. Por último, aquella Leonore perdió un acto, adquirió otros contenidos musicales y, rebautizada como Fidelio , el nombre que utiliza Leonora para poder ingresar travestida a la cárcel, fue estrenada en 1814.
Se dice y se repite que Fidelio es una ópera heroica. Visto el argumento, la epopeya que lleva adelante Leonora, algunos números épicos y su desenlace podría afirmarse que, en efecto, así es la cuestión. Sin embargo, desde lo estrictamente sonoro y musical, se pueden formular algunos reparos. El primer acto es decididamente clásico y muy cercano a cierto espíritu mozartiano. En vano se buscarán sonidos volcánicos, flamígeros o exacerbadamente impetuosos. Tal vez se pueda señalar como punto de quiebre el aria de Pizarro, cuando decide que matará a Florestan, a quien tiene sumido en la oscuridad y enterrado en una mazmorra desde hace dos años. Los cambios musicales se confirman con el coro de los prisioneros que emergen de los calabozos y se deslumbran ante la luz de la que han estado privados. Después, sí, los sacrificios y las guerras a las tiranías encuentran manifestaciones musicales apasionadas, muy beethovenianas, admirablemente bien conducidas.
Para concretar este milagro operístico, Buenos Aires Lírica ha convocado un muy buen equipo. Carla Filipcic-Holm será la Leonora/Fidelio que deberá sumirse en las oscuridades de una cárcel lóbrega; Homero Pérez-Miranda asumirá el detestable papel de Pizarro, el director de la prisión; para hacer de Florestan, desde Austria, llega Peter Svensson. Y junto a ellos, también estarán Hernán Iturralde, Leonardo Estévez y Ana Laura Menéndez. La régie es de Rita De Letteris y la dirección recae en Guillermo Brizzio. La propuesta es atractiva: personajes heroicos y fidelísimos, conflictos entre tiranía y libertad, entre nobleza y sufrimientos extremos, sacrificios e iniquidades. Y todo bajo el manto protector de Beethoven. Para unos, es sólo cuestión de persistir. Para otros, tal vez, de animarse. En realidad, todos ganarán.