Un gran aporte
Por Gustavo Gabriel Otero
MUNDOCLÁSICO, Viernes 31 de julio de 2009
Buenos Aires, 17/07/2009. Teatro Avenida. Claudio Monteverdi: Il Ritorno d'Ulisse in Patria. Ópera en un prólogo y tres actos, libreto de Giacomo Badoaro. Estreno sudamericano. Alejandro Bonatto, dirección escénica. Jerónimo Basso y Alejandro Bonatto, escenografía. Sofía Di Nunzio, vestuario. Cecilia Elías, coreografía. Gonzalo Córdova, iluminación. Víctor Torres (Ulises), Evelyn Ramírez (Penélope), Franco Fagioli (Telémaco), María Cristina Kiehr (Minerva y la Fortuna), Gustavo Zahnstecher (Júpiter), Oreste Chlopecki (Neptuno, Antínoo y el Tiempo), Pilar Aguilera (Juno y Melanto), Damián Ramírez (Pisandro y la Fragilidad Humana), Pablo Pollitzer (Anfínomo), Jaime Caicompai (Eurímaco), Carlos Ullán (Eumete), Osvaldo Peroni (Iro), Nadia Szachniuk (el Amor). Ensamble I Febiarmonici. Dirección musical: Juan Manuel Quintana. Espectáculo presentado y producido por la Asociación Buenos Aires Lírica.
La decisión de presentar Il ritorno d'Ulisse in patria de Monteverdi, en carácter de estreno local y sudamericano, por parte de la Asociación Buenos Aires Lírica no puede dejar de celebrarse máxime teniendo en cuenta que, en general, los emprendimientos privados buscan el repertorio de más segura popularidad y temen internarse en terrenos menos previsibles. La decisión de estrenarla es ya de por sí un gran aporte a la lírica argentina y programar este título con una batuta que ya dio muestras de solidez en este repertorio y con un protagonista que brilla en este estilo son la prueba de la seriedad de la propuesta.
Como ya expresamos en alguna oportunidad la amplitud de repertorio de Buenos Aires Lírica desde los inicios de su actividad permiten afirmar que la Asociación está un paso al frente del resto de las asociaciones privadas de ópera y muchas veces en un pie de igualdad con las estatales. Hay seguramente por parte de Buenos Aires Lírica un débito con los compositores argentinos y no estaría mal programar algún estreno o reponer obras largamente olvidadas de nuestros músicos, pero esto es sólo un punto a señalar a una entidad que como puede dar mucho se le pide mucho.
Pero es necesario recalcar, para que quede bien claro, que todas las contribuciones de la asociación de ópera Buenos Aires Lírica al conocimiento e interpretación de la ópera barroca han resultado de excelencia. A ese historial se agrega este Il ritorno d'Ulisse in patria de Monteverdi que con una menos feliz puesta visual alcanzó elevados contornos artísticos por su faz musical y por el solo hecho de dar a conocer al público local esta obra de uno de los padres de la ópera.
La propuesta:
El espacio escenográfico ideado por Alejandro Bonatto y Jerónimo Basso consistió en una tarima de madera con bordes con un pequeño espejo de agua, que sólo se utiliza en una escena. Esta tarima ocupa casi todo el escenario, delimitando el espacio donde se mueven los humanos y la diosa Minerva cuando interactúa con ellos. Dentro de la tarima se logran dos ambientaciones diferentes por medio de un gran cilindro central, que abre y cierra simétricamente. Abierto, muestra el interior del palacio de Penélope; cerrado, un exterior con un fondo de árbol. Por fuera de la tarima se movían los dioses con el agregado de pompas de jabón para representar el fondo del mar o los cielos.
El planteo resultó adecuado a los rápidos cambios escénicos pero algunos detalles como el poco cuidado diseño del árbol, los animalitos de juguete, la infantil leyenda ‘Itaca' en el Palacio o los atributos de poder de los Dioses desmerecieron una concepción funcional e interesante.
El vestuario diseñado por Sofía Di Nunzio no poseyó un anclaje temporal definido y resultó de un eclecticismo sorprendente y poco feliz en el cual se mezclaron túnicas griegas, trajes del siglo XVI, los pantalones y la guayabera de Ulises, vagas reminiscencias romanas, ropa actual de etiqueta para las figuras alegóricas del prólogo -quizás la única decisión de vestuario inteligente ya que el prólogo debe diferenciarse de la acción-, con algunos diseños abstractos. Correcta la iluminación Gonzalo Córdova y escasa la coreografía de Cecilia Elías.
Alejandro Bonatto en la marcación escénica y como responsable del equipo visual no logró redondear una concepción dramática interesante. Su planteo actoral no molestó pero tampoco aportó absolutamente nada como si no se hubiera llegado a una concepción de la obra coherente y creíble, esto que puede perdonarse en directores escénicos octogenarios no puede dejar de señalarse en una persona que comienza su carrera. Además ciertos detalles pueriles y que no su justifican en el resto de la acción -como el osito de peluche que Minerva entrega a Ulises en el primer acto-, los frecuentes toques kitsch, el poco vuelo de inventar una relación homosexual entre un figurante y Pisandro, interpretado por un contratenor, con una alegoría tan poco creativa, desmerecieron aún más la labor de Bonatto.
El maestro Juan Manuel Quintana a cargo del ensamble 'I Febiarmonici' condujo una versión de primer orden, equilibrada y plena de matices. La respuesta de la docena de excelentes instrumentistas fue ganando en cohesión a medida que trascurría la representación.
El conjunto de cantantes resultó homogéneo y brillante, otro mérito indudable de Quintana y los maestros preparadores, destacándose en los pequeños roles el barítono Gustavo Zahnstecher con bella línea en su Júpiter, el bajo Oreste Chlopecki en su esfuerzo por encontrar el estilo barroco, la homogeneidad del timbre del tenor Carlos Ullán y la amalgama de las voces de Jaime Caicompai y Pilar Aguilera como la pareja de Eurímaco y Melanto. Bien servidos el resto de los papeles y con gran comicidad Osvaldo Peroni como el glotón Iro.
A pesar de una experiencia frondosa en este repertorio la soprano María Cristina Kier no convenció como Minerva y la Fortuna. Sus dificultades en las agilidades y en la afinación opacaron la prestación de una especialista en canto barroco, no sabemos si alguna enfermedad hizo mella en su línea vocal o sólo se trató de una mala noche.
Perfecta la caracterización de Evelyn Ramírez de Penélope con bella presencia escénica y una delicada gama de matices expresivos en su canto. Gran triunfador de la velada, junto a la contralto chilena, fue el contratenor Franco Fagioli en el rol de Telémaco con su registro parejo en toda la extensión, su canto seguro y musical y su perfecta su afinación. Su limitada capacidad gestual habrá que cargarla a la cuenta del director escénico.
Pero sin lugar a dudas el protagonista y el triunfador principal de la noche fue el barítono Víctor Torres con un Ulises de prístina dicción, perfecta emisión, gran belleza de timbre y excelencia estilística, musical y expresiva.
>En suma: otro gran aporte de Buenos Aires Lírica a la ópera en la Argentina. |
