Un libertino contra el tiempo
Por Héctor Coda
LA NACIÓN, Domingo 10 de mayo de 2009
Destacables trabajos de Alejo Pérez y Marcelo Lombardero en la propuesta de BAL.
The Rake´s Progress, de Stravinsky. A cargo de la Orquesta y Coro (dirección: Juan Casasbellas) de Buenos Aires Lírica, con la dirección musical de Alejo Pérez; régie, Marcelo Lombardero; escenografía, Daniel Feijóo; vestuario, Luciana Gutman; iluminación, Horacio Efron. Con: Christian Pellegrini, Ana Laura Menéndez, Jeffrey Lentz, Gustavo Gibert, Marta Cullerés, Evely Ramírez, Santiago Bürgi y Walter Schwartz, entre otros. Clave: Alejo Pérez. Teatro Avenida. Nuevas funciones: hoy, a las 18; martes, jueves y sábado, a las 20.
Nuestra opinión: muy buena
Como bocanada de aire fresco y renovador irrumpe esta nueva versión del teatro musical de Stavinsky, más feliz sin duda que las tres anteriores que conoció el público porteño, principalmente en cuanto a lo novedoso de la puesta se refiere. Obra difícil de abordar vocalmente, y no en menor medida en lo estrictamente musical reservado al foso, la progresiva escalada del protagonista Tom Rakewell -en quien se conjugan antecesores universales como Fausto, Don Juan y Peer Gynt- resulta asimismo una conjunción de comedia, farsa y drama a los que Auden (uno de los libretistas) añadió el sarcasmo y la burla que involucran al resto de los personajes conduciéndolos hacia un epílogo moralizador.
A todas luces meritoria resulta la labor del director Alejo Pérez por amalgamar la precisión musical en la conducción musical y la unidad estilística en esta compleja ópera que se renueva en el tiempo. Se trata de la última que Stravinsky compuso en la cúspide de su etapa neoclásica, divisoria entre dos épocas creadoras bien diferenciadas, por las libertades que se toma al apelar a modelos clásicos de la lírica del siglo XVIII, como Mozart, y apelando a las convenciones del género (arias de repetición y da capo , concertantes, recitativos acompañados por la orquesta o por el clave); o aun a modelos del siguiente siglo como Bellini o Donizetti. Pero su inspiración, la serie de grabados de costumbres de William Hogarth que da nombre a la ópera, va unida a un grado de libertad que da testimonio de la autonomía que la música puede alcanzar respecto a su tema inspirador.
Captado por la excelente régie de Marcelo Lombardero, este rasgo traduce con gran sentido del espectáculo, buen ritmo y manejo de masas, así como adecuado movimiento de actores y bailarinas, los aspectos decadentes de la historia del libertino con lograda recreación escenográfica de la vida disoluta en el primer acto y el desenlace final.
Apeló también a la proyección de la crisis de costumbres, con toques sociales, hacia nuestro tiempo, sin omitir rasgos irónicos en la subasta de objetos inútiles en los que la psicosis consumista adquiere hasta los íconos mismos (como el enorme pingüino) que se ofrecen a la venta. Indudablemente, se contó en esta oportunidad con voces estimables, como la de Jeffrey Lentz en el papel protagónico, quien se destacó por sus dotes actorales así como por su condiciones vocales, aspecto muy cuidado en esta versión, que compartieron Christian Peregrino (Trulove) con apostura escénica y buen timbre; fue excelente la actuación del barítono Gustavo Gibert (Nick Shadow) quien confirió a su impecable línea de canto, los tonos prosódicos que dieron intencionalidad a su siniestro personaje. El excelente color vocal y afinación de la contralto chilena Evelyn Ramírez (Baba la Turca) dio lucimiento al segundo acto, y Marta Cullerés (Mother Goose) asumió su papel con pericia y buena voz, al igual que Santiago Bürgi (Sellem).
La soprano Ana Laura Menéndez (Anne), en una buena actuación, supo infundir candor a su personificación del amor puro, a la que Stravinsky en su rigor neoclásico le quita rasgos expresivos. Otros aspecto destacable es el excelente desempeño del coro y un despliegue escénico en el que el vestuario y la iluminación añadieron gran atractivo. |