Una temporada de calidad con un cierre modesto
Por Juan Carlos Montero
LA NACIÓN. Domingo 15 de noviembre de 2009
Buenos Aires Lírica se despide con I Puritani.
I Puritani. De Bellini. Con: Laura Rizzo, Carlos Ullán, Omar Carrión, Christian Peregrino. Puesta escénica: Marcelo Perusso. Dirección musical: Guillermo Brizzio. Buenos Aires Lírica. Teatro Avenida.
Nuestra opinión: bueno.
Después de haber concretado una versión jerarquizada de El cónsul de Menotti, acaso el mejor espectáculo de la temporada, la entidad ofreció como último título una alicaída y a la vez audaz versión de I Puritani de Bellini, una elección que confió en contar en nuestro medio con las voces adecuadas para afrontar las exigencias del estilo belcantista italiano.
La versión ofrecida fue despareja. El punto de mayor calidad surgió de la voz y el decir del bajo Christian Peregrino (Giorgio Valton) que dejó escuchar un timbre de grato color, muy buena emisión y musicalidad, sumando además una aplomada y sobria caracterización del personaje, todas ellas virtudes que aseguran el desarrollo de una carrera que debería alcanzar, en poco tiempo, reconocimiento internacional. Asimismo fueron impecables en sus intervenciones los tres personajes de flanco a cargo de Vanesa Tomás (Reina de Francia), Walter Schwarz (Gualtiero) y Gustavo De Gennaro (Bruno).
En relación con los personajes protagónicos hay que decir que si bien fue un mérito indudable la franqueza con que Carlos Ullán (Arturo) resolvió las exigencias del autor, su esfuerzo no alcanzó para imponerse a la complejidad de la parte. Omar Carrión (Ricardo), distinguido cantante de reconocidos méritos, dejó percibir una disminución de su sonoridad y hasta una menor capacidad de aire que obliga a una paulatina adecuación del repertorio. Con respecto a la admirada Laura Rizzo (Elvira) siempre brillante en la zona alta del registro se la escuchó sin el logro de un fraseo distendido, apuntando casi en forma obsesiva a emitir con toda su capacidad las notas de cierre, dejando de lado la línea del romanticismo belliniano y la delicadeza.
A propósito del estilo que surge de las páginas de Bellini, llamó la atención la rutinaria y pobre dirección de Guillermo Brizzio, que pese a su larga experiencia, aquí no logró dar con el candor, la liviandad y el melodismo tan propio del creador de Catania.
El coro, de tanta importancia en las escenas de conjunto, no cumplió su cometido con la calidad esperada, en tanto que en la puesta escénica de Marcelo Perusso, se vio un desatino poco menos que inaceptable. La monotonía visual de la propuesta y la falta de movimientos teatrales en los personajes y masa coral, hicieron repetitiva y tediosa la visión del espectáculo. El puestista dedicado al teatro cantado buscó y obtuvo un protagonismo poco menos que exclusivo y que resultó atentatorio y negativo, cuando la ópera es la suma de las artes en equilibrio, pero sin traicionar a libretistas y compositore.
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