Drama y música en una impecable recreación
Por Juan Carlos Montero
La NACIÓN, Martes 15 de Septiembre 2009
The Consul, de Gian Carlo Menotti (1911-2007). Elenco: Carla Filipcic Holm (Magda), Hernán Iturralde (John), Virginia Correa Dupuy (Madre), Elisabeth Canis (Secretaria), Leonardo Estévez (Agente secreto), Osvaldo Peroni (Mago), Andrea Nazarre (Extranjera), Walter Schwarz (Kofner), Gabriela Ceaglio (Anna), Vanina Guilledo (Vera), Mariano Fernández Bustinza (Assan). Escenografía: Daniela Taiana. Vestuario: Stella Maris Müller. Iluminación: Alejandro Le Roux. Dirección y concertación: Javier Logioia Orbe. Producción de BAL - Buenos Aires Lírica. Teatro Avenida, Av. de Mayo 1222. Nuevas funciones: hoy, el jueves y el sábado, a las 20.
Nuestra opinión: excelente.
Uno de los méritos mayores del multifacético creador italiano Gian Carlo Menotti fue haber elegido no asociarse a las corrientes de las vanguardias que optaron por la disolución de la tonalidad como experiencia intelectual, sin duda interesante y merecedora de ser puesta en práctica a los efectos de analizar sus posibilidades de éxito, pero que, lamentablemente, ha fracasado, dado el tiempo trascurrido y su aceptación obstinada sólo por un círculo que se considera conformado por eruditos, pero que no alcanza a colmar los teatros.
La versión ofrecida de The Consul fue de muy alta aptitud interpretativa a partir de la sobria, inspirada y precisa conducción de Javier Logioia Orbe y por la riqueza de ideas ofrecidas en todos los aspectos del teatro cantado y por haber reunido a un cuadro de cantantes de alta calidad vocal e histriónica para dar vida a John y Magda, a la secretaria del consulado y a los personajes que viven el descarnado drama.
En efecto, Carla Filipcic Holm lució dotes de notable actriz y una expresión vocal conmovedora, no sólo por la naturalidad con que fue caracterizado el personaje, sino también por la potencia, emotividad con que vivió su angustia, sin dejar de mostrar el rasgo que la caracteriza como artista; el refinamiento, la belleza de su rostro y la prestancia que emana de su personalidad. En el canto estuvo cautivante e impecable. El barítono Hernán Iturralde, encarnando al marido perseguido y atormentado, de igual modo exhibió una natural capacidad actoral y una voz que se escuchó pastosa en el color, firme en la emisión y consumado desde el punto de vista musical. El artista argentino es de los pocos que sobrellevan una carrera exitosa en el exterior y en su tierra, al exhibir cada día más capacidad en el canto y mayor ductilidad.
Del mismo modo, la soprano Elisabeth Canis, dotada de una voz de ricos matices, es otra artista argentina de significativa actuación en el exterior que logra con su personaje una de las cumbres de su trabajo, no sólo por la impecable caracterización de la secretaria del consulado, sino también por la sutil forma en que dejó translucir la artificial rutina de un ser humano sufriente y desesperado, a la vez débil y ciertamente cómplice de una realidad terrorífica. Y, en este sentido, fue impresionante la naturalidad con que el barítono Leonardo Estévez dio vida al cínico agente de la policía secreta.
El resto del reparto fue ideal, con una doliente madre y abuela, a cargo de Virginia Correa Dupuy, noble y sobria actriz, y cantante de muy jerarquizado nivel. El mago trazado por el tenor Osvaldo Peroni ha de ubicarse entre las mejores caracterizaciones de su galería. Muy ajustados Walter Schwarts, Gabriela Ceaglio, Vanina Guilledo y Mariano Fernández Bustinza, este último como Assan, un personaje escalofriante.
Acertada la escenografía por el contraste entre la casa pobre y las líneas hieráticas del consulado. Muy adecuada la iluminación por crear los claroscuros que ayudaron a la descriptiva música a elevar el suspenso de la acción policial e impecable el vestuario por su diseño y por su confección. Pero como punto esencial del montaje, la maravillosa idea de Fabián von Malt, quien mostró momentos simbólicos, irreales y poéticos provenientes de mentes torturadas por una dictadura aberrante. En definitiva, un título del siglo pasado, en una estupenda recreación lograda por un elenco impecable de artistas idóneos, elegidos con tino e integrantes de uno de los más encumbrados momentos del teatro lírico nacional. El jubiloso estallido de aprobación fue elocuente. |