"L'italiana in Algeri" de Rossini en el Teatro Avenida:
Una Eva y tres Adanes
Por Ernesto Castagnino
TIEMPO DE MÚSICA, Martes 15 de abril de 2008
Con buen planteo escénico y musical se presentó este título rossiniano que abrió la temporada de Buenos Aires Lírica.
L'ITALIANA IN ALGERI (LA ITALIANA EN ARGEL), ópera de Gioacchino Rossini. Dirección musical: Guillermo Brizzio. Puesta en escena: Pablo Maritano. Escenografía: Andrea Mercado. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Iluminación: Gonzalo Córdova. Elenco: Evelyn Ramírez (Isabella), Hernán Iturralde (Mustafà), Jaime Caicompai (Lindoro), Fernando Santiago (Taddeo), Jimena Semiz (Elvira), Florencia Machado (Zulma), Gustavo Feulien (Haly). Orquesta y Coro de Buenos Aires Lírica. Director de coro: Juan Casasbellas.
Cada vez que me encuentro con esta ópera me pregunto por qué Il Barbiere di Siviglia sigue siendo la más popular, conocida y programada ópera de Rossini. L'italiana in Algeri es, en mi opinión, la ópera bufa más lograda tanto dramática como musicalmente: la caracterización de los personajes, la fluidez dramática, los crescendi orquestales, la sensualidad, todo está aquí en un equilibrio pocas veces conseguido en el género.
Las dificultades del canto rossiniano, sus exigentes coloratura y ornamentación, hacen que sea cada vez menos frecuente la reposición de óperas como Semiramide, La Cenerentola, Il Turco in Italia o La donna del lago. Hay pocos cantantes en condiciones de salir airosos de semejantes proezas vocales. Es un mérito de este compositor haber elevado a la categoría de primadonna a la contralto, la más grave de las voces femeninas. Compuso para este registro vocal personajes tanto cómicos como serios: Rosina (Il barbiere di Siviglia), Isabella (L'italiana in Algeri), Cenerentola, entre los primeros y Arsace (Semiramide), Malcom (La donna del lago) o Tancredi entre los segundos. En las óperas serias, la contralto representa en travesti al joven enamorado, en remplazo del ya, en aquel momento, desaparecido castrato.
El planteo escénico de Pablo Maritano ubica la obra en los años cuarenta, con una estética que aproxima a nuestra heroína Isabella a las vamps del cine norteamericano de aquellos años como Marlene Dietrich y Rita Hayworth. Entre los aciertos se cuenta la poco ortodoxa pero interesante resolución de la escena de "Per lui che adoro" (aria que en el libretto original la contralto canta mientras se sabe espiada por el Bey Mustafá) transformándola en un número de cabaret en el que Isabella canta desde un escenario a Mustafá, quien la contempla desde una de las mesas. Entre los desaciertos, hay una concepción algo exagerada de los rasgos burlescos en los turcos: un figurante vestido de turco que ladra empuñando una lanza o un coro de eunucos de insistente amaneramiento. Al ya políticamente incorrecto planteo rossiniano que hace del turco un estúpido (también en Il Turco in Italia) se agrega, como motivo de burla, el amaneramiento de sus eunucos (¿dónde está escrito, además, que los eunucos fueran gay?).
El vestuario de Sofía Di Nunzio resultó más que acertado, cuidado en los detalles y subrayando en la protagonista la carga de sensualidad con diversos cambios de vestuario. La escenografía a cargo de Andrea Mercado tuvo momentos felices (el palacio de Mustafá con motivos geométricos y plataformas móviles) y otros no tanto (el telón plástico que permitía cambios de escenografía mientras la acción continuaba).
En el aspecto vocal se destacó la voz de auténtica contralto de Evelyn Ramírez, con un buen dominio de la escena y a la altura de las exigencias vocales. Aunque algo apurada en la coloratura y con un registro grave algo delgado, el centro de su voz es sólido y los agudos brillantes. Es probable que si continúa profundizando en este repertorio llegará a ser una digna heredera de Marilyn Horne y Lucia Valentín Terrani, las dos grandes intérpretes de estos roles. Su composición de una Isabella desenvuelta y sensual resultó muy convincente y atractiva.
El bajo Hernán Iturralde dio muestras de su perfecta emisión y una técnica soberbia que le permitió sortear las dificultades de un rol que no es el más adecuado para su voz. Su interpretación del Bey Mustafá fue impecable. El tenor chileno Jaime Caicompai en el rol de Lindoro, tuvo algunos problemas para resolver con éxito su difícil aria "Languir per una bella" mostrando una emisión algo despareja y complicada en la zona aguda. El barítono Fernando Santiago, que escuchamos en la pasada temporada de Buenos Aires Lírica como Dulcamara en L'elisir d'amore, aborda aquí el rol de Taddeo con mejores aunque discretos resultados. El barítono Gustavo Feulien en el rol de Haly tuvo su momento de lucimiento en la simpática aria di sorbetto (1) "Le femmine d'Italia".
La dirección de Guillermo Brizzio, llena de entusiasmo y gusto por el detalle, nos ofreció una lectura ágil de esta partitura, acompañando a los cantantes y encontrando los colores y tempo adecuados. La stretta final que cierra el primer acto, una pieza de relojería que entrama -en un crescendo orquestal- las onomatopeyas de los personajes sumidos en la confusión, resultó prolija y eficaz. La orquesta respondió con solidez y fluidez, aunque en la obertura las cuerdas tuvieron problemas de afinación, no así los solos de los vientos que en su mayoría fueron impecables. El coro, en esta ópera sólo masculino, cumplió con solvencia bajo la dirección del maestro Juan Casasbellas.
El excelente resultado final se debió, en definitiva, a una buena labor de equipo que conjugó el entusiasmo colectivo y resultó en una atractiva propuesta para la apertura de esta temporada de Buenos Aires Lírica.
Nota
(1) Aria di sorbetto: aria breve y musicalmente simple, compuesta para un personaje secundario o comprimario, durante la cual el público acostumbraba salir a comer un sorbetto o helado. Esta tradición se remonta a la ópera del siglo XVIII |