La centenaria sala porteña lo demostró en la apertura de la temporada
de Buenos Aires Lírica - El Avenida es el Colón alternativo
Por Carlos Ernesto Ure
LA PRENSA, Domingo 8 de Abril de 2008
"La Italiana en Argel", "drama giocoso" en dos actos. Libro: Angelo Anelli. Música: Gioacchino Rossini. Cantantes: Evelyn Ramírez, Jaime Caicompai, Hernán Iturralde, Fernando Santiago, Jimena Semiz, Florencia Machado y Gustavo Feulien. Iluminación: Gonzalo Córdova. Escenografía: Andrea Mercado. Vestuario: Sofía Di Nunzio. Regie: Pablo Maritano. Coro de Buenos Aires Lírica (Juan Casasbellas) y Orquesta (Guillermo Brizzio). Avenida (Avenida de Mayo 1222), viernes 4.
Buenos Aires Lírica abrió su temporada el viernes, en el Avenida -que este año celebra su centenario"-, con una función que debe ser analizada bajo una doble óptica. Si se piensa que la representación de "La Italiana en Argel" consistió en una suerte de pasatiempo, sin mayores aspiraciones artístico-musicales, cabe afirmar desde ya que pareció lograda, fundamentalmente a favor de una puesta divertida, creativa, no exenta de finura ni calidad, desplegada además con armonioso sentido estético por el joven regisseur Pablo Maritano.
A su lado, Sofía Di Nunzio diseñó un vestuario agradable, de ingeniosa atemporalidad y Andrea Mercado plasmó un marco visual proporcionado y funcional, complementado con seguridad conceptual y equilibradas tonalidades por el iluminador Gonzalo Córdova.
BUENA VOLUNTAD
Ello no obstante, es preciso señalar que en la medida en que la compañía organizadora posea ambiciones más altas e integrales, entendiendo a la ópera como un espectáculo completo y multidisciplinario, la versión del título de Rossini (para más de un musicólogo, superior a "El Barbero de Sevilla") resultó en líneas generales un esfuerzo de buena voluntad, de olvidable medianía en el plano sonoro.
Contribuyeron a ello, desde ya, las incertidumbres de un coro de dimensión camarística, preparado por Juan Casasbellas, y más aún, la acartonada y basta tarea desenvuelta por el director de orquesta Guillermo Brizzio, quien tuvo a su cargo un plantel de buenos instrumentistas, cuyo desempeño, como suele ocurrir en estos casos, dejó bastante que desear.
En el palco escénico, el barítono Fernando Santiago (Taddeo) puso en evidencia en forma permanente una desleída blandura en la zona central de su registro, al tiempo que su colega Hernán Iturralde (Mustafá), sin perjuicio de su aceitado juego histriónico, se oyó incómodo en variadas partes de su tesitura (que, además, es de bajo) y exhibió un metal de notoria opacidad tímbrica. Fue asimismo una elección equivocada la del tenor chileno Jaime Caicompai (Lindoro), de emisión forzada sin remedio a lo largo de toda la partitura, lo que lo llevó, naturalmente, a apretar las notas hasta producir algún gallo.
FIGURA DE RELIEVE
La figura de real interés vocal de la noche fue sin duda Evelyn Ramírez (Isabella). Dueña de una voz cálida y homogénea, de fresca lozanía, la mezzo trasandina se manejó con toda limpieza en la articulación de la coloratura rossiniana (especialmente ardua en cuanto a su recurrencia grave). Es verdad que su color se reveló un tanto monocorde, por escasez de reverberaciones armónicas, al igual que sus matices expresivos. Pero su línea estilística lució un incuestionable atractivo.
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