Valioso tributo a un reformador
Por Néstor Echevarría
LA PRENSA, Domingo 14 de septiembre de 2008
'IPHIGÉNIE EN TAURIDE' DE GLUCK SE PRESENTÓ CON BRILLO EN EL AVENIDA POR BS.AS.LIRICA.
'Iphigénie en Tauride', ópera en cuatro actos. Libro: Nicolas-François Guillard. Música: Christoph Willibald Gluck. Dirección de orquesta: Alejo Pérez. Dirección de coro: Juan Casasbellas. Régie y escenografía: Rita Cosentino. Vestuario: Stella Maris Müller. Cantantes: Virginia Correa Dupuy, Luciano Garay, Carlos Ullán, Ernesto Bauer y otros. Camerata Bariloche y coro de Buenos Aires Lírica. Avenida (Avenida de Mayo 1222), el viernes 12.
Sin duda el nombre de Christoph Willibald Gluck (1714-1787), compositor alemán de ascendencia bohemia, tiene honda trascendencia en el historial de la ópera. Porque se inició en sus primeras producciones, siguiendo la tipología y esquema de su época, reformándolo, transformándolo hacia una integración de texto y música con sentido teatral y un lenguaje que tras sus pasos por Viena y establecimiento ulterior en París, en la influyente Académie de Musique (con el tiempo la Grand-Opera de la Ciudad Luz) del Palais Royal. Fue un reformador que encontró en el poeta Ramiro de Calzabigi un colaborador ideal como lo testimonian 'Orphée ed Euridice' y 'Alceste'.
LA SACERDOTISA
Así las cosas, llegó el estreno de 'Iphigénie en Tauride', efectuado en París en 1779, basada en Eurípides y en un drama de Guymond de la Touche que refiere a la isla de Tauris, el país de los escitas, ocho siglos antes de nuestra era, donde Ifigenia es una sacerdotisa de la diosa Artemisa en su contexto temático, que fue un triunfo para los ideales del músico.
La versión ofrecida por Buenos Aires Lírica, como cuarto título de su temporada en el teatro Avenida no puede menos que destacarse. En primer lugar, la orquesta, tan importante en las partituras de Gluck, bajo la sólida y prolija batuta de Alejo Pérez, destacado director hoy en Alemania y otros medios europeos, que logró resaltar los méritos innegables de la partitura, significando asimismo una apoyatura altamente efectiva para los cantantes. Los integrantes de la Camerata Bariloche que se sumaron en la ocasión a la orquesta dieron en tal sentido una contribución invalorable a los méritos de la función.
En el escenario entre tanto, el gran trabajo de Virginia Correa Dupuy en el absorbente personaje titular descolló tanto en la emisión, la redondez del registro, como el fraseo y declamado apropiados a la parte en sus extensos soliloquios y escenas de conjunto. También la labor de Luciano Garay debe subrayarse por lo expresivo vocalmente y la teatralidad impuesta al papel de Orestes, en tanto el tenor Carlos Ullán cantó su Pílades con entrega y línea de canto y declamatoria muy consistente.
Completaron con efectividad el reparto como un convincente Toas (el rey de los escitas) el joven barítono Ernesto Bauer, además de Vanesa Tomás, Vanina Guilledo, Mariano Fernández, Claudio Rotella (buen registro de bajo) y Andrea Nazarre, en tanto Eugenia Fuente cantó en 'off' (desde la galería alta) el breve mensaje de la diosa Diana con buena afinación y segura emisión.
LUCIDO DESEMPEÑO
Párrafo aparte merece el lucido desempeño del coro de la entidad, dirigido por Juan Casasbellas, que en las intervenciones femeninas (más numerosas) y masculinas, mostró sólida preparación, destacable nivel vocal y elogiable fonética del francés.
La puesta, condigna con el nivel de calidad de la versión musical, mostró un claro mensaje del contexto temático, con desplazamientos y gestualidades bien plasmadas por Rita Cosentino en un marco escénico sintético, con adecuado vestuario de Stella Maris Müller y una cuidada iluminación de Horacio Efron. La simple coreografía de Cecilia Elías complementó este destacable esfuerzo de Buenos Aires Lírica. |