La más bella ópera de Gluck
Por Pablo Kohan
LA NACIÓN, ESPECTÁCULOS, Viernes 12 de septiembre de 2008
En Viena, en 1762, Gluck estrenó Orfeo ed Euridice, y la crónica recuerda este hecho como la piedra angular sobre la cual se asentó la denominada Reforma. Este movimiento operístico, propugnado, esencialmente, por Francesco Algarotti, planteaba la necesidad de simplificar la ópera seria para que en ella no sobresalieran los exhibicionismos de los cantantes ni ciertas distorsiones argumentales. En este sentido, Algarotti sostenía que el drama debía predominar por sobre la música, el ballet o la escenografía. Sostenía este pensador que la ópera debía "deleitar a los ojos y a los oídos para provocar y afectar los corazones de la audiencia, sin correr el riesgo de atentar contra la razón y el sentido común".
Así, Orfeo y Eurídice pasó a la historia como una ópera particularmente significativa. Sin embargo, las obras fundacionales no son necesariamente las mejores. Esto es, al menos, lo que dice Alejo Pérez, que ya ha llegado a sus treinta y cuatro y es, indudablemente, el director argentino más relevante de su generación: "Iphigénie en Tauride es una obra maestra, es la culminación de varias tradiciones. Con ella llegan a su punto final y más admirable la ópera del barroco francés y la del clasicismo premozartiano. Pero también se puede sentir que en Iphigénie Gluck alcanza su mejor música y que acá están también las huellas que en él habían dejado Haendel, Rameau y la muy peculiar música de ballet del espectáculo francés anterior a la Revolución Francesa". Los argumentos tan sólidos de Alejo no parten de una mera cuestión de gusto, sino que se apoyan en un fundado conocimiento del tema, ya que él será quien tenga a su cargo la dirección de esta ópera, que, a partir de hoy, será ofrecida en el teatro Avenida dentro de la temporada de Buenos Aires Lírica.
Con una estética especial, procedimientos compositivos originales y un idioma que se nutre del barroco pero que lo supera para instalarse como uno de los más interesantes en el tiempo de la transición hacia el clasicismo, la partitura de Iphigénie plantea no pocas dificultades para su ejecución. Alejo insiste en que son las lecturas y las profundizaciones en el estudio de las ideas y las prácticas musicales y teatrales del tiempo de Gluck las que colaboran para tener una aproximación correcta. "Cuando me invitaron a dirigir Gluck, yo pedí que trataran de conseguir la participación de la Camerata Bariloche, un ensamble de eficiencias probadas, flexible y ávido de nuevas experiencias con el cual yo sabía que iba a poder trabajar en profundidad para acercarnos al sonido que necesitamos para que Gluck tenga su mejor realización."
De modo similar, plantea su idea del tipo de canto y cómo acercarse a él: "Tengo en el elenco cantantes pensantes, muy inteligentes y que entienden que los deseos individuales de cada uno de ellos pueden ser muy respetables, pero que tienen que adaptarse a una idea general. Por ejemplo, cada cantante sabe cuál es el mejor tempo para su voz y para los fraseos que piensa, pero yo, como director, debo ser el custodio del timing dramático de todo el espectáculo. Y esto puede implicar que el tempo que yo determine para un aria puntual no sea el que había concebido el cantante. Pero si mis explicaciones son fundamentadas y el artista las entiende todo se resuelve como para llegar a buen puerto. Lo mismo con el tipo de emisión. Para hacer Gluck, tenemos que lograr cierta pureza de la voz, desprovista de vibratos inconducentes para esta ópera. Con esta idea hemos trabajado en profundidad, y creo que llegaremos a una muy buena concreción. Ciertamente, tengo una orquesta y un elenco excelentes".
Este elenco elogiado por Alejo Pérez está integrado, en sus papeles más destacados, por Virginia Correa Dupuy (Iphigénie), Carlos Ullán (Pylade), Luciano Garay (Oreste), Ernesto Bauer (Thoas) y Eugenia Fuente (Diana). La Camerata acompaña y la régie es de Rita Cosentino. Hoy, a las 20, comienza esta ópera que, según muchas y muy experimentadas voces, no sólo la de Alejo Pérez, es la más notable y bella de las que escribió Gluck. |