"La belle Hélène" en el Teatro Avenida: Exaltación del artificio
Por Ernesto Castagnino
TIEMPO DE MÚSICA, Viernes 13 de junio de 2008
"La belle Hélène" en el Teatro Avenida: Exaltación del artificio
Gran despliegue visual y altas dosis de humor caracterizaron esta nueva propuesta de Buenos Aires Lírica en el terreno de la opereta francesa.
LA BELLE HÉLÈNE, opéra bouffe de Jacques Offenbach. Dirección musical: Dante Ranieri. Puesta en escena: Peter Macfarlane. Escenografía: Nicolás Rosito. Vestuario: Daniela Taiana. Iluminación: Peter Macfarlane. Coreografía: Carina Vargas. Elenco: Mariana Rewerski (Hélène), Carlos Ullán (Paris), Osvaldo Peroni (Ménélas), Leonardo Estévez (Agamemnon), Walter Schwarz (Calchas), Vanesa Mautner (Oreste), Pablo Pollitzer (Achille) Carlos D'Onofrio (Ajax I), Gustavo Zahnstecher (Ajax II) Rocío Arbizu (Bacchis), Gabriela Ceaglio (Parthenis) Andrea Nazarre (Léena), Mariano Caligaris (Philcome) Constanza Panozzo y Liliana Taboada (Dos muchachas). Orquesta y coro de Buenos Aires Lírica. Director del coro: Juan Casasbellas.
La belle Hélène es más que una parodia irreverente de la antigüedad clásica. Como señala Alain Decaux, biógrafo del compositor, a través de la mascarada de héroes y dioses griegos, Jacques Offenbach hace una crítica mordaz a la ligera y frívola sociedad francesa del Segundo Imperio. El libreto realizado por Henri Meilhac y Ludovic Halévy (a ellos se les debe el libreto de Carmen de Bizet) se acopló con la encantadora música de Offenbach y el estreno en 1864 fue un éxito arrollador. Melodías ligeras y contagiosas, sucesión de situaciones disparatadas, altas dosis de sensualidad y lenguaje libertino constituyeron la receta del triunfo de esta sociedad entre Offenbach, Meilhac y Halévy que dominó la escena parisina entre 1863 y 1875.
En la versión que nos presenta Buenos Aires Lírica, con diálogos traducidos al español por Juan Casasbellas y Peter Macfarlane, triunfó una vez más la alegría y la joie de vivre que transmite esta opereta. El régisseur Peter Macfarlane creó un espectáculo de gran despliegue visual, concibiendo la obra como una travesura del Olimpo, una acción delirante y deliciosa a cargo de dioses y héroes, llevada a cabo en una nube. El dinamismo y la alegría reinaron en este espacio elevado y etéreo, duplicación artificial del espacio terrestre, donde todos los juegos son posibles. La propuesta lúdica encontró su punto más débil en la trasposición del texto al contexto actual. Es costumbre en este género donde, en el lugar de los recitativos, hay extensos diálogos hablados intercalados entre los números musicales, traducirlos al idioma del lugar donde se representa. En esta oportunidad, los responsables de la adaptación de estos diálogos cargaron demasiado las tintas creando pequeños "gags" al estilo revisteril local que no sumaron demasiado a la puesta. La inclusión de un cuerpo de baile y de coreografías que involucraban a todos los personajes crearon una atmósfera de verdadera alegría.
Todo el equipo parecía divertirse y pasarla bien (desde mi ubicación podía ver a varios miembros de la orquesta intentando contener la risa para seguir tocando) y eso es un mérito indudable del director de escena. La escenografía de Nicolás Rosito tendió a un kitsch seguramente intencional, que reforzaba la idea de artificio, pero de escaso vuelo, y el vestuario de Daniela Taiana tuvo momentos de bello efecto, como la espectacular entrada de Helena a escena unida por su vestido al coro de doncellas, y otros de menor lucimiento. La iluminación -también a cargo de Macfarlane- acompañando la acción de manera frenética, quebraba rápidamente los climas que alcanzaba y producía una violenta saturación en el color blanco que sirvió de base al vestuario. Los rasgos de los personajes fueron desarrollados aprovechando y potenciando el histrionismo y las características físicas de los cantantes. En este sentido fueron inmejorables las imágenes que provocó la presencia escénica de Osvaldo Peroni como Menelao, enfundado en un tapado de piel que lo engordaba y acortaba su estatura.
En su conjunto los cantantes respondieron a las exigencias interpretativas con gran compromiso y en el aspecto vocal se destacó la Helena de Mariana Rewerski, encantadoramente sensual y frívola, aunque su interpretación se resintió en las partes habladas donde aparecía crispada y recargada. El rol de Paris estuvo a cargo de Carlos Ullán quien, con voz nasal, acometió su aria "Au mont Ida" con aceptables resultados, pero sus limitadas dotes actorales volvieron menos interesante su personaje. Excelentes aportes de Osvaldo Peroni, Walter Schwarz y Leonardo Estévez, quienes tuvieron a cargo uno de los mejores momentos de la noche en el "Trio patriotique" del tercer acto.
La orquesta, con eficiente dirección de Dante Ranieri, interpretó con brillo y elegancia la burbujeante música de Offenbach, transmitiendo, en correspondencia con la acción y el canto, toda su alegría y energía. El coro tuvo momentos de gran lucimiento y mostró su acostumbrada homogeneidad y profesionalismo. Las coreografías creadas por Carina Vargas aportaron un clima de gran espectáculo y "recargamiento" bien entendido.
El resultado final fue muy bueno porque la alegría reinante en el escenario contagió al público que agradeció con entusiasmo esta sobredosis de champagne francés |
