Explosión de creatividad en el Avenida
Por Rodolfo López
HOSTNEWS, Lunes 9 de junio de 2008
La puesta de la Belle Hélène de Buenos Aires Lírica en el Teatro Avenida cuenta con el sello de Peter Macfarlane quien inundó el escenario de color y creatividad para acompañar a un excelente elenco.
El día en que debo ir a una función de ópera suelo prepararme mentalmente para mantenerme durante toda la función en un estado de gran concentración de modo de disfrutar con mayor intensidad de tan gran y compleja expresión artística. Debo confesar que no me preparé de igual modo para ir a ver la Belle Hélène, con el falso presupuesto de que la opereta es un género mas ligero, entretenido, divertido, resumiendo mas descontracturado. El hecho de que en Buenos Aires no se brinden muchas funciones de opereta, probablemente contribuyó a semejante irrespetuosidad.
El espectáculo que Buenos Aires Lírica presentó en su segunda puesta anual, sacudió fuertemente mis sentidos, y lo digo en primera persona porque me sentí parte de la emoción con la que toda esa sala aclamó a toda la compañía.
La Argentina atraviesa momentos de suma crispación de ánimos y nada mejor que asistir a una expresión artística que hace gala de una mirada mordaz, crítica, graciosa pero insidiosa sobre las miserias humanas.
La Francia de 1864 no era la Argentina de 2008, pero algunas reflexiones íntimas que suelen surgir detrás de una sonrisa ante una burda ridiculización, en alguna medida pueden ser extrañamente concordantes.
Los autores de la Belle Hélène, Henri Meilhac y Ludovic Halévy (los mismos autores de la Carmen de Bizet), se burlan ostentosamente de los dioses griegos y de la clase gobernante en una hilarante y disparatada comedia, donde la música se hace cómplice de una sociedad que prefiere sucumbir ante la alegría mundana olvidándose por un instante de los problemas que la aquejan.
Ya de lleno en la obra, surge al espectador la clásica y reiterativa pregunta sobre como se puede hacer para montar espectáculos que requieren gran movilidad sobre un escenario reducido como el del teatro Avenida. Y la respuesta es sencilla, hay que convocar a un Régisseur como Peter Macfarlane, maestro de musicales, de gran experiencia en trabajos dentro de la propia compañía Disney, y dejar que vuele su imaginación expresada en movimiento, marcado en cada escena y la activa participación de recursos lumínicos. El resultado es un coherente disparate repleto de caracterizaciones típicas de historietas, con fuerte colorido y con muy buenos recursos escenográficos. Cada momento es propicio para un descubrimiento o una explosión de creatividad que no decae en los tres actos con la sola excepción del Can Can con el que finaliza el primer acto, que por alguna extraña razón está apenas un escalón más bajo que todos las demás escenas.
Mariana Rewerski es una impetuosa, atractiva reina de Esparta y Carlos Ullan es un decidido, apuesto príncipe Paris. Ambos cumplen adecuadamente con su interpretación musical y actoral. Osvaldo Peroni es tal vez quien más se luce con la brillante interpretación de un pusilámine rey Ménélas.
Muchos aplausos recoge también Walter Schwarz, en su papel de Calchas, y muy pareja performance cubren Leonardo Estevez (Agamemnon), Vanesa Mautner (Oreste), Pablo Pollitzer (Aquiles) y todo el elenco.
La potencia musical es excelentemente llevada por Dante Ranieri y como siempre destacable el muy buen coro de Buenos Aires Lírica, dirigido por Juan Casasbellas.
Muy acertado y llevadero el hecho de que las partes no musicales estén desarrolladas en castellano, lo que permite adaptaciones muy graciosas, reuniendo en una misma historia a los dioses griegos con la mismísima Internet, y también es muy gracioso el libre juego de los tiempos, lo que permite el lucimiento del desopilante personaje de la paloma mensajera portadora del mensaje que Venus envía al Augur de Júpiter. |