Acida y cómica sátira musical
Por Juan Carlos Montero
LA NACIÓN, ESPECTÁCULOS, Domingo 8 de junio de 2008
La versión de La Belle Hélène, de Offenbach, mereció la ovación del público.
Opereta Le belle Hélène, de Jacques Offenbach. Libreto de Henri Meilhac y Ludovic Halévy. Elenco: Mariana Rewerski (Helena), Vanesa Mautner (Orestes), Carlos Ullan (Paris), Osvaldo Peroni (Menelao), Leonardo Estévez (Agamenón), Walter Schwars (Calchas), Pablo Pollitzer (Aquiles), Carlos D Onofrio y Gustavo Zahnstecher (Ajax 1 y 2), Gabriela Ceaglio (Parthenis), Andrea Nazarre (Leena), Rocío Arbizu (Bacchis), Mariano Caligaris (Philocome), Constanza Panozzo y Liliana Taboada (Dos muchachas), Figurante: Ariel Pérez. Régie e iluminación: Peter Macfarlane, Dirección coral: Juan Casasbellas, Escenografía: Nicolás Rosito. Vestuarios: Daniela Taiana. Director de orquesta: Dante Ranieri. Buenos Aires Lírica. Teatro Avenida.
Nuestra opinión: muy buena
Buen momento para reponer en Buenos Aires una sátira de Offenbach, alemán de nacimiento pero afincado en París, que no pudiendo encontrar quien montara con despliegues escénicos sus operetas, fundó su propia compañía con el nombre de Bouffes Parisiens, para poder concretar esos espectáculos ligeros, hirientes y de escaso valor musical, que hacían burla a la moral laxa de la sociedad y a políticos e intelectuales.
Su pretensión incluía mostrar un entretenimiento con efectos de luces, momentos de bailes coloridos y movimientos vistosos para predisponer a todos a olvidar los molestos problemas de la vida cotidiana. Y en esa dirección el compositor obtuvo triunfos resonantes con varias de sus operetas: La vida parisiense , en la que satiriza la decadencia del Segundo Imperio; La gran duquesa de Gérolstein , en la que trata con crueldad a los militares y la guerra; Los bandidos , una muy cáustica sátira a un régimen en crisis; La Périchole , con su acción en Perú y muchas otras.
Pues bien la versión ofrecida de La belle Hélène que no se representaba, al parecer, desde hace más de sesenta años, fue respetuosa de los ideales del autor a través de una dirección teatral e iluminación de Peter Macfarlane, quien creó situaciones ingeniosas sobre un montaje de llamativo diseño escenográfico, vestuarios insólitos y una buena iluminación. Su pulcra marcación de actores y conjuntos reafirman la capacidad de un artista a la medida del género.
La faz musical con numerosos momentos pegadizos contó con la experiencia de Dante Ranieri, quien logró equilibrio entre foso y escenario con el acertado criterio de inyectarle a la partitura la mayor vitalidad y ligereza posible. La orquesta cumplió una discreta labor. El coro, preparado por Juan Casasbellas, sumó entusiasmo y disciplina en su contribución al movedizo espectáculo, gracias, también, al grupo de magníficos bailarines.
Protagónicos
Fue acertada en lo escénico y vocal Mariana Rewerski, en el personaje protagónico, que lució belleza, desenvoltura y la necesaria cuota de picardía y desparpajo como actriz, aunque algo exagerada, así como musicalidad y buena condición vocal. Por su parte, el otro personaje central, Paris, estuvo a cargo del tenor Carlos Ullan, quien cumplió con una sobria actuación escénica, pero dejando oír una emisión cerrada.
Muy buena fue la contribución de Vanesa Mautner como Orestes, ya que se advirtió en ella maleabilidad, aplomo y seriedad, virtudes que han apuntalado hasta ahora una carrera metódica y sin prisa, como debería ser la de todos los jóvenes artistas. Por su parte, el tenor Osvaldo Peroni, como el marido engañado, fue un pilar positivo por su clara dicción y proyección en las frases habladas y cantadas, además de haber creado con soltura y naturalidad un personaje de enorme carisma.
Al barítono Leonardo Estévez, como Agamenón, se lo percibió con muy buena emisión y sonoridad un tanto excesiva; creó un personaje con gracia y soltura. Walter Schwarz, que cada día avanza de modo más positivo en su carrera, fue un excelente Calchas. Pablo Pollitzer fue un desenvuelto Aquiles; Carlos D Onofrio y Gustavo Zahnstecher, con más confianza y convicción en sus carreras, en tanto que Rocío Arbizu fue creadora impecable de una muy graciosa servidora de Helena. Gabriela Ceaglio y Andrea Nazarre actuaron con soltura y simpatía. Mención especial por su ductilidad y dominio escénico merece el actor Mariano Caligaris, en su caracterización de Philocome, y Ariel Pérez cumplió una tarea brillante: creó una notable galería de personajes episódicos (Mayordomo, Palomo de Paris, Pulpo y otros).
El público no ocultó su beneplácito y brindó una ovación; hubo alegría en todo el elenco, a la vista del público y aun de los maestros internos, que son un importante engranaje de todo espectáculo lírico. Causó extrañeza que el teatro Avenida hubiera sumado entre su personal a un chocolatinero con botellitas de bebidas que intentaba vender entre las plateas con los consecuentes sonidos de los papelitos y la degustación.
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