Una velada que debió llamarse 'Don Ottavio'
Por Carlos Singer
MUNDO CLÁSICO, Viernes 14 de noviembre de 2008
Buenos Aires, 07.11.2008. Teatro Avenida. Wolfgang Amadè Mozart, Don Giovanni, dramma giocoso en dos actos con libreto de Lorenzo Da Ponte. Dirección escénica: Rita De Letteriis. Escenografía: Santiago Elder. Vestuario: Eduardo Lerchundi. Iluminación: Eli Sirlin. Elenco: Gustavo Ahualli (Don Giovanni), Carla Filipcic Holm (Donna Anna), Carlos Ullán (Don Ottavio), Andrea Nazarre (Donna Elvira), Ricardo Ortale (Commendatore), Hernán Iturralde (Leporello), Ana Laura Menéndez (Zerlina) y Gustavo Zahnstecher (Masetto). Coro y Orquesta de Buenos Aires Lírica. Director Musical: Carlos Vieu. Clausura de la Temporada 2008 de Buenos Aires Lírica.
Para cerrar su ciclo operístico del presente año, donde pudimos asistir a alguna sesión de marcada jerarquía como la 'Ifigenia en Tauride', Buenos Aires Lírica escogió uno de los títulos más riesgosos dentro de la producción de Mozart, que requiere de un importante y bien equilibrado conjunto de voces solistas.
Que el rol de 'Don Ottavio' -no protagónico sin duda, pese a contar con dos arias de singular importancia y gran belleza- adquiriese una enorme relevancia vocal se debió a la conjunción de dos circunstancias. Por una parte, la positiva, el excelente momento por el que está pasando el tenor Carlos Ullán. Pero por otra, la negativa, lo dispar de lo ofrecido por quienes sí tenían a su cargo roles centrales, comenzando por quien asumía el que da nombre a la obra.
Pero comencemos por lo mejor. Carlos Ullán ofreció una verdadera clase magistral de canto mozartiano de principio a fin de la ópera: impecable afinación, línea vocal en extremo refinada y sensible, un fraseo siempre convincente así como sapiencia en el uso del fiato , timbre grato y una emisión perfectamente controlada en cada momento. Alcanzó los agudos con absoluta solvencia y su voz sonó pareja y consistente en todos los registros. Se movió en escena con destreza, mostrando un avezado dominio del personaje. Fue largamente ovacionado tanto en 'Dalla sua pace' como en 'O mio tesoro intanto' o en su saludo final.
En su nivel solo me atrevería a consignar a Carla Filipcic Holm aunque con ciertas reticencias, especialmente durante el primer acto, en el que su voz sonó áspera y con tendencia al grito en los agudos. Mejoró de forma sensible en el segundo, donde alcanzó también un rendimiento altamente meritorio, que tuvo su culminación en el gran recitativo y aria 'Crudele! ... Non mi dir' que supo exponer con excelentes medios canoros y expresividad. Posee un importante caudal de voz, que manejó con inteligencia a la vez que compuso una 'Donna Anna' bien delineada, que le permitió lucir su oficio y ductilidad.
Otro intérprete que mostró su consumado dominio de las tablas fue Hernán Iturralde, que personificó a un 'Leporello' bastante humanizado aunque siempre vivaz. Cantó con corrección y adecuados medios, aunque el suyo era un personaje al que sin duda podría sacársele más provecho, en especial en su célebre aria del catálogo.
En sus breves intervenciones al inicio y en el impactante final, Ricardo Ortale otorgó fuerza e intención al rol de 'Comendador', en el que impuso el poderío de su voz.
La pareja de campesinos se movió en un nivel medio. Ana Laura Menéndez como 'Zerlina' tuvo algunos momentos más logrados -como en el famoso dúo 'Là ci darem la mano'- junto a otros menos felices, donde su voz sonó un poco agresiva en el agudo, con tendencia a destemplarse o a hacer algo errática la afinación. Su labor escénica tuvo la necesaria dosis de desparpajo y frescura. Gustavo Zahnstecher estuvo atinado en su composición de un 'Masetto' rudo y simplote, en el que lució unos recursos vocales que, sin llegar a deslumbrar, resultaron suficientes.
Andrea Nazarre había sido designada en principio sólo como ' cover ' de Gabriela Ceaglio, quien iba a hacerse cargo del papel de 'Donna Elvira'. Pero finalmente Ceaglio no cantó y Nazarre debió afrontar la enorme responsabilidad de ese comprometido rol, que por el momento parece exceder sus posibilidades tanto canoras como actorales. Quizás con el paso del tiempo y una mayor experiencia logre conformar una buena labor, pero en la actualidad sus limitaciones fueron demasiado evidentes. De todas formas, se agradece su voluntarioso esfuerzo para que las funciones pudiesen llevarse a cabo en las fechas programadas.
Dejé ex profeso para el final al protagonista, Gustavo Ahualli, un nombre nuevo para mí -y entiendo que para la gran mayoría de la audiencia- ya que es un barítono argentino pero que se ha radicado en Nueva York desde el año 2000 y lleva realizadas presentaciones en centros operísticos de poco renombre de los Estados Unidos así como alguna aparición en el Teatro Argentino de La Plata. Su labor resultó apagada tanto en el aspecto vocal como en el escénico. No es que tuviese problemas vocales: dio todas las notas con relativa solvencia y sin pasar demasiados apuros (salvo en las agilidades del 'Fin ch'han dal vino ...' ). Pero ello no es para nada suficiente como para componer un 'Don Giovanni' interesante. Su línea de canto es plana y poco matizada, a la vez que su timbre resulta bastante incoloro. Mejoró algo su prestación en la canzonetta 'Deh vieni alla finestra' que se vio deslucida por un acompañamiento en mandolina endeble y con notorias notas erradas.
Su labor actoral tampoco me convenció, aunque aquí colaboraron tanto el vestuarista que le proporcionó un ropaje inadecuado (se supone que es un hombre de alcurnia y buenos medios económicos) como la regié con soluciones escénicas pobres o francamente absurdas. En suma, un personaje principal para el olvido.
Un detalle interesante y digno de destacar es el excelente nivel conseguido en los conjuntos vocales -lo que habla en favor del trabajo de preparación- que lucieron homogéneos y balanceados, bastante por encima del de algunos de sus componentes en forma individual.
El coro, bien trabajado por Juan Casasbellas, cumplió con holgura su cometido, poco destacado en esta partitura.
Carlos Vieu logró extraer lo mejor de sí de la orquesta reunida para estas representaciones. Hubo un buen sonido general, afinación y aceptable ajuste, tanto entre los diversos grupos instrumentales como entre el conjunto y los cantantes. Puede que su fuerte sea la ópera italiana tradicional, pero en Mozart logró resultados que hablan bien a las claras de su sapiencia artística. Llevó la obra con gran vivacidad -como es usual en él- por lo que algún solista se vió en apuros para mantener el tiempo (ya mencioné el aria de 'Don Giovanni', marcada Presto). Pero esa vivacidad coadyuvó para mantener la tensión y el ritmo a lo largo de toda la obra. Como es un director bien experimentado, supo llevar la partitura con mano férrea y evitar cualquier accidente, como el que pudo ocurrir en el 'Terzetto' del comienzo del segundo acto, donde Ahualli se retrasó y Vieu debió hacer ingentes esfuerzos para volver todo a la normalidad.
La puesta de Rita De Letteriis no logró resolver buena parte de los múltiples problemas que presenta la ópera. Hubo algunas soluciones poco convincentes: la huída de 'Don Giovanni' al terminar el primer acto; la mesa que se emplea en el convite final y que un par de sirvientes retira (cuando se supone que ha invitado al Comendador a cenar) o la misma muerte del protagonista, arrastrado fuera por un bailarín que simboliza la muerte, en una escena que de inmediato me trajo a la memoria el final de la película Ghost . O actitudes que contrarían el libreto, como -también hacia el final- cuando Leporello se sorprende de los grandes bocados que ingiere su amo y éste aún no ha hecho ademán de comer nada. Aunque lo más llamativo fue el tinte plebeyo que asume el personaje principal en sus gestos y posturas, alejadas de lo aristocrático de su linaje.
Las soluciones escénicas tampoco fueron totalmente afortunadas. Si bien las estrecheces del Avenida condicionan y mucho las posibilidades, se hubieran podido definir mejor los cambiantes ambientes de las variadas escenas en vez de constreñir toda la acción del largo primer acto en un escenario único. Bastante más logrado estuvo en cambio el segundo, con un telón de fondo labrado de bella apariencia, realzado además por buenos efectos lumínicos. |
