Don Giovanni o el mito de la seducción
Por Héctor Coda
LA NACIÓN, Domingo 9 de noviembre de 2008
Uno de los méritos de esta versión, con la que BAL cierra su temporada, fue contar con un director como Vieu
Don Giovanni (ossia Il dissoluto punito), dramma giocoso en dos actos de Wolfgang Amadeus Mozart con libreto de Lorenzo Da Ponte, por Buenos Aires Lírica, con el Coro (dirección: Juan Casasbellas) y la Orquesta de la entidad, con dirección general de Carlos Vieu (clave: Gustavo Aciar). Régie: Rita De Letteris. Escenografía: Carlos Lerchundi. Iluminación: Eli Sirlin. Coreografía: Alejandro Cervera. Cantantes: Gustavo Ahualli, Carla Filipcic Holm, Carlos Ullán, Ricardo Ortale, Andrea Natale, Hernán Iturralde, Ana Laura Menéndez y Gustavo Zahnstecher, bailarines y figurantes. En el Teatro Avenida. Nueva función, hoy, a las 18.
Nuestra opinión: bueno.
Existen pocas obras destinadas a la escena musical con la complejidad interpretativa que Don Giovanni encierra, y ello no obedece por cierto de manera exclusiva al elaborado libreto que tan hábilmente escribió Lorenzo Da Ponte. Su consumado oficio consistió en seguir, a modo de hilo conductor, las líneas de predecesores ilustres como el teólogo Tirso de Molina ( El burlador de Sevilla ), el inglés Thomas Shadwell con su pieza teatral El libertino (1676), el binomio Bertati-Gazzaniga, pero también Goldoni y, por supuesto, el genial Molière. El acierto de Mozart al elegirlo para su Don Giovanni fue contar con una matriz rica en intrigas para abordar el mito del antihéroe junto a otras facetas emocionales de la naturaleza humana que escapan a la letra y que él -como auténtico dramaturgo- traslada a la partitura de manera incomparable. Las palabras son convencionales, la música mozartiana nunca lo es.
De esta manera, su música "dice" de manera inequívoca lo que la ambivalencia de sus personajes esconde u omite en sus parlamentos; el protagonista es un seductor arrogante que busca su salvación en la huida; Donna Anna se defiende denodadamente de él, pero al mismo tiempo ansía retenerlo y saber quién es; Donna Elvira clama justicia, pero esconde su fuego amatorio. Así, uno de los méritos de esta versión fue contar con una orquesta y un director como Vieu, con lúcida captación de los cambios emocionales que acontecen dentro de los personajes y se hallan implícitos en el pentagrama, sumando al ritmo de la escena la continua inquietud interior de aquellos, que a nadie dejará indiferente.
La escena, con buen manejo de actores, reveló -salvo algunos retardos de las voces con la orquesta, producto quizá de un deficiente retorno del sonido- concordancia con el foso orquestal, y el coro respondió a la reconocida eficacia de Casasbellas. El vestuario diseñado por Lerchundi fue en los atuendos y el colorido sumamente atractivo, dando realce a una representación que mejoró su nivel en el segundo acto.
Hubo sumo cuidado en los recitativos a secco, particularmente entre Don Giovanni (Gustavo Ahualli) que actuó con solvencia escénica y buena voz, y Leporello (Hernán Iturralde), quien no abundó en histrionismo y tuvo excelente voz y acertados tonos.
Noche consagratoria
En el plano vocal, la versión contó con dos desempeños sobresalientes: Carla Filipcic Holm (Donna Anna), en una noche consagratoria de su carrera, por su impecable afinación y proyección vocal, su perfecta línea de canto, y sus tonos dramáticos con una profundidad trágica que no se halla ausente en este dramma giocoso. También fue notoriamente acertada la composición del personaje de Carlos Ullán (Ottavio), y la capacidad expresiva de su línea melódica. Aunque episódica, la intervención de Ortale (Il Commendatore) fue perfecta en su emisión y tono. La actuación de Andrea Nazarre (Donna Elvira) -quien debió reemplazar a Gabriela Ceaglio- sucumbió no pocas veces ante problemas de afinación y a las súbitas variaciones de alturas e intensidades a que la sometió el discurso mozartiano. Ana Laura Menéndez (Zerlina) compuso bien su personaje y se manejó discretamente en lo vocal. En tanto que Gustavo Zahnstecher (Massetto) respondió con su acostumbrada eficacia de cantante. |