"Attila" en el Teatro Avenida: Y Atila arrasó...
Por Ernesto Castagnino
TIEMPO DE MÚSCIA, Domingo 20 de julio de 2008
Con la autoridad interpretativa en lo vocal y actoral del bajo-barítono Homero Pérez Miranda en el rol protagónico, Buenos Aires Lírica presentó el tercer título de su temporada.
Y Atila arrasó
Teatro Avenida, Av. de Mayo 1222 / Buenos Aires Lírica
Domingo 20 de julio de 2008, 18.00
ATTILA , ópera de Giuseppe Verdi . Dirección musical: Javier Logioia Orbe. Puesta en escena, escenografía y vestuario: Marcelo Perusso. Iluminación: Rubén Conde. Reparto: Homero Pérez-Miranda (Attila), Omar Carrión (Ezio), Mónica Ferracani (Odabella), Arnaldo Quiroga (Foresto), Emanuel Esteban (Uldino), Christián Peregrino (Papa Leone I). Orquesta y Coro de BAL. Director de coro : Juan Casasbellas.
Attila sigue siendo considerada una ópera "menor" en la producción verdiana debido a ciertas limitaciones tanto musicales como de la trama argumental. Pertenece a un período en el que Giuseppe Verdi se encontraba sujeto a contratos que lo obligaban a estrenar óperas nuevas con excesiva frecuencia y esto restringía su capacidad creadora. No obstante encontramos en estas primeras óperas los esbozos del genio que logrará más tarde comunicar a través de la música el profundo drama humano y traducir la complejidad de las emociones de cada personaje en una línea melódica de incomparable belleza.
Continúa en este período ligado a la estructura tradicional de la ópera seria que había heredado de Gaetano Donizetti: la división -ya a esa altura rígida- de cuadros y escenas, y la estructura tripartita (recitativo-aria-cabaletta) (1) en la que el cantante podía hacer demostración de sus agilidades. Con el tiempo, Verdi fue desembarazándose de las viejas estructuras, rompiendo con ellas y creando una nueva forma de concebir el drama musical en la cual la fluidez de la trama no se viera interrumpida por ninguna convención. El libreto de Attila fue escrito por Temistocle Solera, a partir del drama de Zacharias Werner Attila, König der Hunnen y fue el último de los cuatro que escribió para Verdi. El estreno de esta ópera tuvo lugar el 17 de marzo de 1846 en el teatro La Fenice de Venecia con aceptación inmediata del público.
El drama se desarrolla a partir de la llegada de Atila (bajo) a las puertas de Roma en donde se enamora de Odabella (soprano), hija de una de sus víctimas, quien jura vengarse. Por su parte, Ezio (barítono), general romano, luego de intentar negociar infructuosamente con Atila, conspira con Foresto (tenor), prometido de Odabella, para aniquilar al invasor. El Papa León I (bajo) impide a Atila la entrada a Roma, logrando someterlo a su poder. Luego Odabella trunca la conspiración, al evitar que Atila beba el veneno preparado para él y ante la sorpresa de todos acepta convertirse en su esposa. Durante el festejo de la boda Odabella cumple la promesa asesinando a Atila con la espada que él le había regalado.
Como se ve, el argumento tiene lagunas que a veces impiden conocer las verdaderas razones de las acciones de los personajes. Sin embargo, hay esbozos de lo que Verdi logrará en sus años de madurez, por ejemplo, la escena entre Atila y el Papa, un duetto entre dos bajos que rendirá sus máximos frutos en la tenebrosa escena de Don Carlo (1867) en la que se enfrentan Felipe II y el Gran Inquisidor.
Todo fue correcto y respetuoso en el planteo realista del director de escena, escenógrafo y vestuarista Marcelo Perusso . Un vestuario bien realizado y de buen efecto visual como el diseño de iluminación de Rubén Conde , acompañaron una escenografía de paneles cambiantes. Lo mismo puede decirse de la dirección musical de Javier Logioia Orbe quien cumplió con corrección su tarea. Pero con una obra así entre manos -como hemos dicho, con un libreto irregular y una orquestación que no es la de Rigoletto o La traviata - el equipo a cargo tiene que realizar un esfuerzo adicional para impedir que decaiga el interés del público: o bien contar con voces superlativas y/o un director musical que pueda imprimir un sello personal y/o un regisseur que pueda resolver creativamente las fisuras de la trama. En este caso, ni el director musical ni el director de escena -aunque ambos correctos- lograron sacarle nuevo lustre a la obra.
El rol titular a cargo del bajo barítono Homero Pérez Miranda , a quien hemos escuchado recientemente en el Requiem de Verdi y en la temporada anterior de Buenos Aires Lírica en El holandés errante , hizo gala una vez más de la autoridad de su instrumento. Una voz bien timbrada, homogénea y de volumen adecuado para hacer frente a uno de los escasos personajes protagónicos de su cuerda en el repertorio verdiano. Su interpretación fue excelente de principio a fin y en la escena con el Papa que cierra el primer acto alcanzó un excitante dramatismo. Odabella es un rol que, como todos los de la primera época de Verdi , tiene exigencias y dificultades extremas para la soprano tanto en extensión como en agilidades, dos características vocales que rara vez van juntas. En esta oportunidad la soprano Mónica Ferracani debió acometer tal desafío y aunque exhibió su acostumbrada potencia, un vibrato excesivo y una dicción pastosa no pudieron hacer olvidar lo que Leyla Gencer, Cristina Deutekom o Cheryl Studer lograron con este rol.
El tenor Arnaldo Quiroga , de bello timbre pero con fraseo poco pulido asumió el rol de Foresto, sorteando con éxito las dificultades de su aria. Por último el barítono Omar Carrión fue Ezio, el general romano con el cual Atila entabla lo que quizás sea el número más célebre de la ópera: el duetto "Tardo per gli anni e tremulo" que culmina con la tan conocida frase "avrai tu l'universo, resti l'Italia a me" (será tuyo el universo, deja a Italia para mí), frase que tuvo resonancias muy especiales cuando fue escuchada en 1846 por los patriotas italianos que resistían a la ocupación austríaca. Carrión fue otro de los aciertos de la noche, tanto en el mencionado duetto como en su aria "Dagli immortali vertici" exhibiendo el tono heroico que este rol exige. Correcta la breve intervención de Christian Peregrino como el Papa León I.
El coro de Buenos Aires Lírica no estuvo en el nivel acostumbrado, aunque tuvo momentos de lucimiento como el concertante que cierra el primer acto. La orquesta de la agrupación actuó con solvencia y disciplina bajo las órdenes de Logioia Orbe.
En resumen, una propuesta en la que reinaron la corrección y las buenas intenciones, el respeto por el compositor y sus intenciones, lo que no es poco.
Nota
(1) Al aria propiamente dicha sigue una parte más rápida y provista de toda clase de ornamentos llamada cabaletta . Se le ha llegado a considerar una segunda aria o la segunda parte de ésta. Según los cánones debe ser interpretada dos veces sobre el mismo estribillo y divididas ambas estrofas por un episodio coral u orquestal para retomar de nuevo el tema. |