No sólo el Colón se atreve con Wagner
Por Eduardo Giorello
AMBITOWEB, Lunes 6 de agosto de 2007
«El holandés errante». Opera romántica en tres actos. Lib. y mús.: R. Wagner. Dir. mus.: G. Brizzio. Régie: F. Von Matt. Esc.: P. Camps. Luces: E. Sirlin. Vest.: S. Di Nunzio. Coro : J. Casasbellas. (Teatro Avenida, hasta el 11 de agosto.)
Teniendo en cuenta que el Teatro Colón ha monopolizado el repertorio wagneriano en su sala, por lo menos en los últimos cincuenta años, es destacable que una institución independiente como Buenos Aires Lírica emprenda una nueva producción de «El holandés errante», obra riesgosa que de no contar con los elementos adecuados, podría terminar en una catástrofe artística. El desafío, en términos generales, llegó a buen puerto. Aunque no todo resulta perfecto.
La mirada del regisseur argentino Fabián von Matt a los contenidos románticos de la obra tiene una impronta naive. Antes del comienzo de la música, mientras el público ingresa a la sala, en el escenario, una Senta niña escucha el relato del holandés de boca de su nodriza Mary. Luego se cierra el telón y comienza la estupenda obertura. Este pequeño dato inicial indica un racconto que luego va a tomar forma de cuento infantil. A ello contribuyen la escenografía y la maquinaria escénica, algo rudimentaria.
Observación pertinente del regista sobre todo para un público no iniciado en la filosofía musicalliteraria de Richard Wagner desplegada a lo largo de toda su vida productiva: ingenuidad versus metafísica romántica.
Así, lo conceptual encarnado en la redención amorosa, la cuestión ética que enfrenta sentimientos nobles a intereses económicos, la condena final y la muerte que campean en el libreto y la partitura se atenúan, con una visión más ingenua y candorosa de la inflamada historia de amor de la torturada protagonista. Las acciones, en general, tienen coherencia y belleza plástica, sobre todo en el segundo acto. La aparición y la desaparición del buque fantasma exhiben aristas más elementales
Aunque acotada, a la orquestawagneriana en el foso del Avenida se la oye igualmente con brío y musicalidad merced al esfuerzo de instrumentistas y director, un Guillermo Brizzio eficaz para el repertorio alemán, con afinación y «tempi» justos. El coro dirigido por Juan Casasbellas canta con ímpetu y virilidad la literatura marinera de los coros masculinos y hay poesía rústica en las estrofas de las mujeres hilanderas.
Homero Pérez-Miranda en el rol del holandés resulta un buen intérprete del personaje, que no sólo pide canto pleno y profundo sino también una caracterización psicológica de introspección y misterio que el cantante retacea, de alguna manera en el diseño de su personificación. Su registro vocal es potente pero poco homogéneo. A su lado, la Senta de Mónica Ferracani cuenta con virtudes teatral y vocal importantes.
La voz más wagneriana de esta producción es la de un brillante Hernán Iturralde (Daland-) y muy destacable la emisión franca y bella de Enrique Folger como Erik. Bien Marta Cullerés y Santiago Burgi en roles menores.
La plasticidad de las voces se ensambla con las luces de Eli Sirlin, de especial protagonismo en la ópera de Wagner.
No será una versión memorable de «El holandés errante», pero puede decirse con toda justicia, que se trata de un intento decoroso.
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