Un espectáculo colorido y suntuoso
Por Gustavo Gabriel Otero
MUNDO CLÁSICO, Miércoles 3 de octubre de 2007
Buenos Aires, 28.09.2007. Teatro Avenida Gaetano Donizetti: L'elisir d'amore, ópera en dos actos. Libreto de Felice Romani. Claudio Gallardou, dirección escénica. Gastón Joubert, escenografía. María Clara Beitía, vestuario. Claudio Gallardou, iluminación. Luis Olivares (Nemorino), Patricia Cifuentes (Adina), Fernando Santiago (Dulcamara), Leonardo Estévez (Belcore), Gisela Barok (Giannetta). Orquesta y Coro de Buenos Aires Lírica. Director del Coro: Juan Casasbellas. Director musical: Dante Ranieri. Espectáculo presentado y producido por la Asociación Buenos Aires Lírica.
Al entrar en la sala del Teatro Avenida nos encontramos con la noticia de que la representación a la que íbamos a asistir era la número cien de la corta (sólo cinco temporadas consecutivas) pero brillante historia de Buenos Aires Lírica.
Ello nos llevó a reflexionar durante toda la velada sobre las ventajas que tiene la planificación, la seriedad, los objetivos claros, las dosis necesarias de humildad y soberbia, la autocrítica, la aceptación de los errores marcados por la crítica independiente, el escuchar el aplauso y el rechazo del público que debe tener todo emprendimiento lírico y la consecuencia de buenos resultados que ello conlleva.
Nuevamente en este L'elisir d'amore, Buenos Aires Lírica se alzó como la más seria de las asociaciones musicales que hacen ópera en Buenos Aires demostrando que sus resultados están en una línea de constante crecimiento artístico.
La puesta:
Claudio Gallardou, en la dirección escénica, mutó el país Vasco o la Toscana originales de principios del siglo XIX en un vago pueblo europeo de los siglos XVII o XVIII.
Para ello se valió del recurso de la commedia dell'arte, solución habitual en Gallardou, y que alguna vez debería mutar si no quiere resultar monotemático y previsible, pero que en este caso resultó coherente, perfecto y funcional.
El movimiento de cantantes y del coro fue milimétrico y excelente la actuación de los dieciséis actores-figurantes (entre ellos el propio Gallardou), que llevaron adelante los movimientos que subrayaron los aspectos bufos que no resultaron decorativos sino integrados perfectamente a la acción.
En todo momento se mostró buen gusto, claridad de ideas, necesaria renovación y que el recurso utilizado (la commedia dell'arte) no resultó forzado sino que se adecuó a la trama.
Por supuesto que para que los aspectos visuales se convirtieran en un espectáculo colorido y suntuoso se contó con la bella ambientación escénica de Gastón Joubert, los excelentes trajes diseñados por María Clara Beitía y la iluminación creativa de Claudio Gallardou.
La escenografía remedó gobelinos y tapices, recreando un bucólico escenario pastoral de los siglos XVII o XVIII. Un telón de fondo con paisaje montañés y casas se complementó con diversos tapices móviles que junto a varias tarimas y un árbol (a la manera de un tapiz) eran cambiados de lugar para crear los diferentes ámbitos de la acción. En otros momentos se recurrió al interior de la vivienda de Adina o a un telón con estrellas y la luna para el momento intimista de la gran aria del tenor.
La versión musical:
La obertura lenta y solemne nos preanunció la visión de la obra que tendría Dante Ramieri en el podio. Sus tiempos fueron, en general, lentos, con profusión de calderones y ritardandos. En una manera clásica de concebir la obra al estilo de las grabaciones y de los directores de los años 40 y 50 del siglo pasado.
En si mismo ello no es ni bueno ni malo, sólo una forma de acometer la ópera y si en la actualidad se prefieren tiempos más vivaces para el bel canto hay muchos que añoran la expresión de antaño.
Ranieri demostró, además, un conocimiento profundo de la partitura y un exquisito cuidado del balance entre el foso y la escena.
La respuesta de parte de la orquesta fue excelente en todo sentido: justeza, afinación, entrega. En todo momento se obtuvo un sonido terso, pleno de lirismo y sin fallas o pifias.
En muchos ambientes musicales de Buenos Aires se critican los emprendimientos que tienen lugar en el teatro Avenida por la capacidad del foso y la consecuente reducción de miembros de la orquesta. Si el producto sonoro es de excelencia, como en este y en otros casos, es preferible una orquesta algo reducida que toca bien y no una orquesta completa plena de pifias y desajustes (como la del Teatro Colón, sin ir más lejos).
Las voces:
Por supuesto que si de ópera y bel canto hablamos, las voces tienen una importancia fundamental. En este caso no todos los cantantes tuvieron un desempeño parejo siendo el resultado final satisfactorio, por debajo de la faz visual y orquestal.
La 'Adina' de la soprano chilena Patricia Cifuentes fue cantada con buen gusto, perfecta línea e interesante fraseo. Su trabajo fue creciendo a medida que avanzó la representación teniendo su mejor momento en el aria 'Prendi, per me sei libero'. Su agudo es firme y bien colocado, y su actuación desenvuelta.
A su lado el tenor Luis Olivares, también proveniente de la República de Chile, resultó un adecuado 'Nemorino'. Su caudal es pequeño y en algunos momentos su registro desparejo. Pareció excedido por los requerimientos de la parte y con muchos nervios. No obstante interpretó 'Una furtiva lacrima' con sutileza y estilo; plena de medias voces e intimista, lo que le permitió redondear una buena actuación.
Marcado como el comandante de la troupe de comediantes, Leonardo Estévez fue un 'Belcore' adecuado en la faz vocal (algún agudo destemplado se debe quizás a la fatiga de sus constantes y ininterrumpidas actuaciones en protagónicos en los más importantes teatros del país) y logrado en lo escénico.
Una revelación como comediante el 'Dulcamara' de Fernando Santiago. Vestido con ropas levemente orientales para marcar la diferencia con el resto, resultó desopilante en lo actoral. Vocalmente sólido, se echó de menos mayor caudal y profundidad en el registro en algún momento de su aria inicial para luego desempeñarse con gran corrección.
Un lujo resultó Gisela Barok para 'Giannetta', cantante que por su desempeño vocal y actoral demostró estar preparada para roles de mayor enjundia.
Muy buena la labor del Coro preparado por Juan Casasbellas.
En suma: un muy grato Elisir d'amore con excelencia visual, justeza orquestal y corrección vocal |