La fascinación del amor
Por Héctor Coda
LA NACIÓN, Domingo 19 de noviembre de 2006
Opera Faust, en cuatro actos, de Charles Gounod, con libreto de Michel Carré y Jules Barbier, basado en el poema homónimo de Goethe, presentado por Buenos Aires Lírica, con orquesta y coro de la entidad, con la dirección musical de Guillermo Brizzio; régie, Claudio Gallardou; escenografía, Gastón Joubert; vestuario, María Clara Beitía, e iluminación de Horacio Efrón. Preparación coral: Juan Casasbellas. Elenco de cantantes: Gonzalo Tomckowiack, Homero Pérez-Miranda, Daniela Tabernig, Leonardo Estévez, Vanesa Mautner, Esteban Hildedrand, Cristina Wasylyk, y los actores Sebastián Godoy, Lucas Gallardou y Paula Lares. En el teatro Avenida.
Nuestra opinión: muy bueno.
Con la puesta en escena de la obra máxima de Charles Gounod, la culminación de la temporada de Buenos Aires Lírica aseguró otro de sus logros para la presente temporada. Su representación conserva y restituye la esencia del drama fáustico, aún vigente en el espíritu del hombre contemporáneo, con su ansia insaciable de conocimientos unida a una endeblez espiritual, y renueva para el público porteño una vigencia del drama lírico que en la segunda mitad del pasado siglo -excepto en Francia- había decaído en el consenso del repertorio lírico mundial.
Al rico caudal de inspiración melódica de su autor, puntal de la ópera romántica francesa del siglo XIX, que aflora en intervenciones solísticas, coros o escenas de conjunto, y cánticos religiosos, se debe sumar el impacto que brinda en todo momento el espectáculo, animado de música placentera. El extraordinario oficio de compositor de Gounod se amalgama con un no menor conocimiento del teatro. Si bien la vastedad del poema filosófico en dos partes de Goethe -quien anheló vanamente que fuera Mozart su traductor musical- hizo que el compositor francés abordara prudentemente tan sólo el primer libro de Faust, el corazón del drama impregna toda la obra: el sentimiento amoroso, la tentación diabólica, la condenación y la redención final, a través del libreto de Carré y Barbier, fueron construidos con gran coherencia y lógica interior; coadyuvaron los fines operísticos, aunque adaptándose a los aspectos humanos antes que a las implicaciones metafísicas del poema goethiano. Es precisamente esta coherencia la que fue conservada en la régie de Claudio Gallardou, una labor sin fisuras que en gran medida se vio correspondida por el desempeño de los cantantes en esta versión. Fue acertado el manejo de masas, con efectivo impacto en la escena festiva con el vals del primer acto, la escena de la iglesia, así como también el trascendental desenlace del drama en el calabozo.
Buen gusto y lirismo poético
Por otra parte, la seducción de Marguerite por Faust -Méphistóphélès mediante- y el riesgo de que las numerosas escenas en las que la fluida vena melódica de Gounod hubiera sido ocasión para un sentimentalismo fácil, fue hábilmente sorteada por dichos personajes y el régisseur, quienes supieron mantener la acción con la contención necesaria, dentro del buen gusto y el poético lirismo. Estas mismas líneas siguieron los responsables de la escenografía -con ágil empleo de diapositivas, paneles y estructuras movibles-, la muy buena iluminación para coadyuvar al clima emocional de las escenas, y un vestuario en líneas generales adecuado, con especial cuidado de los cambios de atuendo de Méphistophélès.
El elenco de voces que asumió la versión ofrecida tuvo algunos desempeños notables. Entre ellos, el de Daniela Tabernig (Marguerite), con un amplio dominio de sus recursos vocales, sobre todo expresivos, en cuanto al fluido lirismo y la refinada elegancia de movimientos, de los que dio cuenta en la escena del jardín (canción del rey de Thule), el dueto con Faust (con acertada intervención previ de éste en "Laissez-moi") y en la canción de las joyas ("Oh! Je ris de ne me voir), así como en las escenas finales.
La intervención del bajo-barítono Homero Pérez-Miranda hizo una creación de su Méphistophélès, con buena presencia, dicción y actuación escénicas, bien timbrada voz y agudeza en la captación de su personaje, con rasgos de cínico humorismo (como en el asedio de Marthe), desde su seductora aparición tras la invocación de Faust , o su canto de "Le veau d or" en la taberna, hasta su regreso final a los infiernos. Gonzalo Tomckowiack (Faust) no obstante su voz chica, alcanzó a desempeñarse con gran eficacia y expresividad, con buena línea de canto, y adecuada actuación escénica, como en la cavatina "Salut! Demeure chaste et pure", en la seducción de Marguerite y en la escena del jardín con la invocación "O! Nuit d amour». Leonardo Estévez (Valentín), de firme emisión y afinación encarnó un papel muy a su medida desde el «Avant de quitter ces lieux» (´Antes de abandonar estos lugares ) hasta la escena de su muerte con «Ce qui doit arriver...» (´Lo que debe llegar... ) con sus siniestras armonías y la turbada presencia del coro con sus gritos de horror. Al respecto, resultó sumamente estimable la labor de Casasbellas en la preparación del conjunto, que tuvo efectiva presencia dramática, y cuyas intervenciones resultaron valiosas. Vanesa Mautner (Siebel), asumió sus intervenciones con bella voz, y fueron correctos Esteban Hildebrand (Wagner) y Cristina Wasylyk (Marthe). |