Comienza la temporada de caza
Por Federico Monjeau
CLARÍN, Jueves 2 de junio 2005
La obra es considerada la primera ópera romántica de la historia. Hacía 36 años que no se representaba en Buenos Aires. Ahora sube al Teatro Avenida con un buen elenco de cantantes locales.
En su imprescindible Historia de la ópera de 1957, el director, compositor y ensayista René Leibowitz se preguntaba, a propósito de la revelación que había significado para el melómano la transmisión de El cazador furtivo por la Radiodifusión francesa en 1948, cómo podía ser que esa ópera de Weber permaneciese ignorada tanto tiempo entre el público francés, habida cuenta de sus valores musicales y su posición única en la historia del género: Leibowitz sostenía que El cazador furtivo era el fundamento o el primer ejemplar de una ópera romántica, y que Carl Maria von Weber era el antecesor directo de Richard Wagner. La pregunta de Leibowitz sobre la curiosa ausencia de la ópera de Weber podría seguramente trasladarse a otros escenarios, por lo pronto al local. La ópera que hoy oportunamente rescata la compañía Buenos Aires Lírica no se escucha aquí desde hace 36 años; el Colón la dio por última vez en 1969, y antes de eso la había representado únicamente en dos temporadas.
Der Freischütz, que se traduce indistintamente por El cazador furtivo o El francotirador, fue compuesta entre julio de 1817 y mayo de 1820. La ópera se estrenó en Berlín en 1821. Carl Maria von Weber tenía entonces 34 años; había nacido en 1786 y lamentablemente lo esperaba una vida breve: murió a los 40, con otras dos óperas notables (Euryanthe y Oberon) y una serie de piezas concertantes. Stravinski lo llamó "el príncipe de la música".
Weber fue maestro de capilla en Praga y luego en Dresde, donde el proyecto de una ópera nacional alemana había comenzado a gestarse hacia fines del siglo XVIII pero que sólo se encarnó a partir de su llegada en 1816. Al año siguiente el intendente de Dresde obtuvo el apoyo real para fundar una compañía de ópera alemana, cuya dirección quedó en manos de Weber. El músico era dueño de una energía extraordinaria. Alcanzó a representar más de setenta títulos, hizo ópera francesa traducida al alemán, socavó el predominio de la ópera italiana e introdujo una auténtica revolución en la práctica orquestal, con horarios fijos de ensayo y un rendimiento de altísimo nivel: "Tengo el maravilloso sentimiento —afirmaba el músico— de que puedo expresarme a través de mi orquesta como si estuviese sentado frente al piano". Weber también anticipó a Wagner como productor y organizador musical.
Es interesante reparar en los tres años que le llevó a Weber la composición de Der Freischütz, un tiempo impensablemente largo para su contemporáneo Rossini; no se trataba de la construcción en molde de los belcantistas italianos sino de la creación de una forma expresiva nueva, aún dentro de la tradición del singspiel y la ópera de diálogos hablados como La flauta mágica (Mozart) y Fidelio (Beethoven), ambas en alemán. Pero la forma de una ópera alemana seguramente no radicaba más en cuestiones idiomáticas que en la selección temática: la ambientación medieval, las leyendas populares, el bosque, lo natural y lo sobrenatural, la superstición, los coros de cazadores, las canciones aldeanas, los tipos populares. No era la primera vez que lo sobrenatural hacía su entrada en el mundo de la ópera, pero ahora no como decorado sino como atmósfera integral y como sonido orquestal.
Carl Maria von Weber se sintió atraído por las narraciones del Libro de fantasmas de Johann August Apel y Friedrich Laun, y de su encuentro con el abogado y escritor Friedrich Kind surgió el libreto de Der Freischütz. Max es un cazador algo torpe e inexperto que, inducido malignamente por Kaspar, hace un pacto con el diablo a cambio de seis balas infalibles; entre ellas la que supuestamente le permitirá ganar la prueba de tiro y desposar a Agathe, la hija del guardabosques principal (pero que casi se cobra la vida de la prometida, milagrosamente salvada por una guirnalda de rosas). La sombría atmósfera de la ópera es introducida ya desde una magnífica obertura que ha sobrevivido autónomamente como pieza de concierto. La ópera es orquestalmente selectiva —y en esto también Weber anticipa a Wagner—, con sus expresivos cornos de caza, sus coros, sus solos de clarinete, sus motivos y sus timbres recurrentes, entre ellos el expresivo motivo del espíritu demoníaco (Samiel), a cargo de clarinete, cornos, cuerdas y timbales. Las novedades son instrumentales y son también de naturaleza armónica y tonal; dominan las tensas disonancias y los acordes disminuidos forman un importante recurso expresivo y constructivo.
La relación entre Der Freischütz y la naturaleza tal vez debería también buscarse un poco más allá de la mera descrpición: El filósofo Adorno ejemplificaba en una escena del segundo acto el momento en que el género de la ópera, la ópera, la más artificial de todas las artes, volvía a tomar aliento en el mundo natural. "La auténticas obras de arte —escribió Adorno en su Teoría Estética —, guiadas por una idea de la reconciliación propia de la naturaleza, al convertirse completamente en segunda naturaleza han sentido siempre el impulso de salir de sí mismas como para aspirar oxígeno (....): el último acto de (Las bodas de) Fígaro, que tiene lugar al aire libre, no menos que El cazador furtivo cuando Agathe advierte desde su terraza la noche estrellada." |