"Bodas de Fígaro" con audacias justificadas
Por Eduardo Giorello
AMBITO FINANCIERO, Viernes 18 de noviembre de 2005
«Las bodas de Fígaro», ópera cómica en cuatro actos. Mús.: W.A. Mozart. Lib.: L. Da Ponte. Dir. Mus.: G. Brizzio. Régie: M. Lombardero. Esc.: D. Siliano. Vest.: L. Gutman. Ilum.: H. Efron. Dir. coro: J. Casasbellas. (Teatro Avenida. Repite: 18 y 20/11.)
Anticipándose a las celebraciones mundiales por los 250 años del nacimiento de Mozart que se cumplen en 2006, la Asociación Buenos Aires Lírica cerró su temporada anual con una nueva producción de «Las Bodas de Fígaro».
Obra maestra que integra la trilogía Da Ponte, junto a «Cosi fan tutte» y «Don Giovanni», «Las bodas de Figaro» toma como sustento literario la pieza de Pierre Caron de Beaumarchais , que Lorenzo Da Ponte transformó en un libreto que echa una profunda mirada crítica a la burguesía decadente de la Europa de fines de 1700.
Mozart aprovecha la filosa palabra del escritor para componer una ópera-escalpelo que traza un sutil corte longitudinal en las relaciones humanas de vísperas de la Revolución Francesa. Los signos de la decadencia moral están enquistados y sólo necesitan un estímulo para estallar, en una suerte de locura de los sentidos.
El regisseur Marcelo Lombardero explotó los humores subyacentes en la obra para producir un trabajo escénico que no sólo es dinámico y nervioso en todo su desarrollo sino que le sirvió para un trazado psicológico que ilustra con rasgos propios la mirada contemporánea a estas criaturas que buscan desesperadamente el placer. Algún desliz como caracterizar a la Condesa de Almaviva como una alcohólica y drogadicta, no empaña el resto de la pintura, que con sabor a propuesta mediática, hasta insinúa para los peculiares el maestro de música Don Basilio y el juez Don Curzio una relación homosexual de cargadas tintas. Una experiencia «porno soft» no común en la puesta operística, con escasos antecedentes en nuestro medio.
Lombardero pide a sus cantantesactores acciones diversas: gestos y actitudes obscenas, alguna «fellatio» alternada entre Susana y Fígaro y múltiples referencias sexuales en unas bodas compartidas por casi todos los protagonistas. Con audacia pero elaborada con inteligencia, la régie de «Las bodas de Fígaro» contrapone el orden de las simetrías escenográficas -bellos diseños de Siliano - a los desórdenes espirituales de los personajes mozartianos.
El vestuario de Gutman, de buscado mal gusto para acentuar aún más los vaivenes de la fauna humana, y las luces de Efron, que muestran todo sin temor, redondean una puesta chirriante y muy desprejuiciada.
Guillermo Brizzio dirige una versión musical de rotunda contundencia, quizá alejada de las propuestas más recientes brindadas por los especialistas mozartianos. En el reparto hay más que un equipo, figuras que sobresalen por canto y actuación (Víctor Torres, Mariana Rewerski, Ana Laura Menédez, Ricardo Cassinelli y Carlos Sampedro), junto a otros que fluctúan entre lo aceptable y lo poco feliz (una incómoda Graciela Oddone , un meritorio Nahuel Di Pierro, y unos fatigados Marcela Pichot y Gui Gallardo). El resto bien, igual que el juvenil coro dirigido con pericia por Juan Casasbellas. |