Un "Macbeth" con estupendas voces
Por Abel López Iturbe
ÁMBITO FINANCIERO. Lunes 29 de marzo de 2004
«Macbeth», melodrama de G. Verdi. Con M. Lombardero, M.
Toker, H. Pérez, E. Folger, C. Natale, C. Jakubowicz, E. Zecca, C.
Trujillo, A. Rizzi, V. Savastano y K. Berger. Regie y Esc.: M. Perusso.
Vest.: S. Di Nuncio. Ilum.: R. Conde. ( Teatro Avenida. Repite: 2 y
4/4).
El drama de William Shakespeare con música de Giuseppe Verdi
es una de las combinaciones más felices de la historia de la lírica,
que se vuelve a dar en «Otelo» y «Falstaf», más otro
intento que fue destruido, tal vez por la severa autocrítica del
compositor. Este melodrama en cuatro actos es atractivo en su más de
tres horas de duración, sin dejar caer la atención del oyente ni un
instante por su constante acción, por su generosidad en arias y
corales, sumado a una música en la frontera de lo sublime.
En esta versión es evidente la importancia de los ensayos. ¡Tres
meses! La masa coral es estupenda, tanto la femenina en las difíciles
participaciones como «streghe», así como el mixto en el conmovedor
coral de la patria oprimida. La orquesta en un perfecto «balance» y
sin fisuras.
Guillermo Brizzio es un director tan apasionado como
experimentado, conoce el lenguaje operístico desde todos los ángulos.
Marcelo Lombardero como protagónico dota al
personaje con sus matices psicológicos bipolares, y en la lírica vocal
aporta su musicalidad y recursos, ya que el rango original es para otra
clase de barítono. La soprano Myriam Toker lleva el peso de uno
de los personajes verdianos más exigentes, su Lady Macbeth es
convincente (la escena de la carta la hizo muchas noches cuando actuaba
en «Master Class» con Norma Aleandro), su registro
central es poderosamente atractivo, como en la escena del sonambulismo,
pero los agudos se tornan acerados.
El debut del bajo Homero Pérez en el rol de Banquo es
todo un suceso, el cantante cubano tiene una voz robusta y
aterciopelada, clara dicción y prestancia escénica. Muy superado el
tenor Enrique Folger, cantó su única aria con tal perfección
que ganó una merecida ovación. En grado de suma corrección el resto
del elenco.
La escenografía y el vestuario es materia de discusión: estructuras móviles
(como las que vimos en «Drácula») que cumplen con el principio
de Peter Brook de ocupar todo el espacio escénico, pero son de
una fría impersonalidad; la iluminación ayudó a hacerlas un poco más
soportables. El vestuario «futurista», con cueros y tachas es de
dudoso gusto. Con todo, la regie -en cuanto a marcación actoral y
movimiento escénico- es más que satisfactoria. |